Tangueando

Nelly Omar. La Gardel con polleras

Nelly Omar

Nelly Omar

En el periódico El País del pasado domingo 22, el escritor y poeta tangófilo José María Otero nos informa la infausta nueva: el viernes 20 murió, a los 102 años, una de las más famosas musas de la música ciudadana argentina, la señora Nilda E. Vattuone, artísticamente conocida como Nelly Omar y musa inspiradora de ese gran poeta del tango que fue Homero Manzi. La muerte prematura de éste impidió tal vez que la historia de amor que protagonizaron «Gricel» (Susana Grisel Viganó) y «Catunga» (José María Contursi), relatado en https://pampeandoytangueando.com/tangueando/dos-generaciones-tangueras-que-me-contursi/ tuviera su correlato en las figuras de Manzi y Nelly Omar. Ésta fue la involuntaria Celestina de aquellos apasionados amores cuando la fortuna hizo que los presentara en una audición radial. Hoy, los que llevamos “en el de la zurda” el recuerdo de Nelly Omar, huérfanos de su maravillosa voz que apagó el ineluctable sino del destino, la escucharemos en el vals «Parece Mentira» (de Homero Manzi y Francisco Canaro) acompañada por la orquesta de Canaro, y le rendimos honor gracias a la pluma magistral del amigo poeta José María Otero, que redactó el siguiente memorial:

La Gardel con polleras. Con este afortunado apotegma, no sólo blindaron a esta gran artista, sino que la vacunaron contra penas y olvidos. Tenía 102 años en el momento de su muerte, en plena lucidez y cuando estaba preparando su definitivo concierto de despedida. El último lo ofreció ante una multitud reunida en el mítico Luna Park, el 11 de setiembre de  2011, con motivo de su centésimo cumpleaños, donde mostró el ese milagro artístico que fecundó desde niña, allá en su pueblo de Guaminí, en la provincia de Buenos Aires. El tango, con su densidad emocional, la instaló en las preferencias del público, pero nunca renunció al las cancionero criollo de proyección

Nelly Omar. 1940

Nelly Omar. 1940

folklórica que mamó en las guitarreadas de amigos de su itálico padre, fallecido cuando ella tenía once años.  Gracias a las actividades del  progenitor pudo ver a Carlos Gardel en su casa, cuando éste lo invitó a tomar algo y guitarrear, después de una actuación en su pueblo, estando en dúo con Razzano. Claro, que obedeciendo a la “moralidad” imperante en la época, sólo pudo verla a través de unas cortinas junto a su hermana Nélida. De ésta tomaría su nombre artístico, dado que se llamaba en realidad Nilda Elvira Vattuone.

 

Llegaría a ser musa del gran Homero Manzi que intentó conquistarla y le dedicó tangos enormes. En el hermoso  Malena, cuya música firmó Lucio Demare, la define: “Tus ojos son oscuros como el olvido, / tus labios apretados como el rencor, / tus manos dos palomas que sienten frío, /tus venas tienen sangre de bandoneón…”. Ella ya era figura y estaba casada, con un matrimonio equivocado que rompería y él la perseguía con versos y requiebros,

Homero Manzi

Homero Manzi

como en Ninguna, otro tema clásico que entonaron tantas voces del tango, y que musicalizó Fernández Siro: “No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, /ninguna con tu piel ni con tu voz. / Tu piel, magnolia que mojó la luna. / Tu voz, murmullo que entibió el amor”…  Los intérpretes ignoraban la frustración amorosa que subyacía en esos versos. Como en “Sin ella”, con música de Charlo: “Sin ella, estoy sin ella, triste y solo. / Pensar que por quererla la dejé. / Pensar que era la vida de mis ojos, / pensar que de mis ojos la arranqué….”.

Eva Perón en 1941

Eva Perón en 1941

 

 Pero Manzi también estaba casado y nunca se decidió por  la separación. Y el tango se llenó de partituras impresionantes por ese romance imposible. Nelly no fue afortunada en el amor  ni en la comprensión de los políticos. Por su adhesión al peronismo, estuvo prohibida durante 17 años, y vivió en Montevideo y en Caracas.  Ello oscureció notablemente una parte importante de su vida artística, aunque contó con la amistad inalterable de Eva Perón, o Tita Merello que quiso ayudarla.  Pero los discos grabados hablan de una cantante, que aparte de una voz plena, edificada sobre arenas inestables, supo aguantar esas zozobras y mantenerse con gran firmeza, apoyada en el brillante guitarrista José Canet que la secundó en las buenas y en las malas, e incluso estuvo con ella en su etapa de Caracas. Allá por los comienzos de los años setenta, cuando el tango estaba en horas bajas, cantaba en un boliche llamado “El Rincón de los artistas”, donde actuaban los sobrevivientes del género. Ella con un viejo poncho lo hacía tapando sus prendas porque carecía de vestuario apropiado.

 

Nelly Omar

Nelly Omar

Pero al final, como casi siempre, la calidad se impone y Nelly Omar supo vencer las trampas del destino, los desamores, la ingratitud,  las persecuciones políticas y le bastaron su salud vocal y su calibre interpretativo para recibir el calor de un público entregado hasta el último día. Sus más de cien temas grabados, de los cuales tuvo acompañamiento orquestal de Francisco Canaro en los años 1946/47, Domingo Marafiotti (1951) y Alberto Di Paulo (1981), se basaron sobre todo en el acompañamiento de guitarras. Ese instrumento tan ligado a lo nacional y popular, con la que sostuvieron su canto varios ejecutantes de fuste, como el citado Canet,  Roberto Grela o Ubaldo De Lío, entre otros. E indiferente a cualquier invocación reverdeció canciones de Homero Manzi como el valsecito Llorarás llorarás, que lleva música de Hugo Gutiérrez: “…Y no podrás ignorar / que compuse este vals / recordando tu amor / y aunque trates de olvidar, / al oír su emoción, / ¡llorarás, llorarás!”…También temas de él que no tuvieron gran trascendencia y que ella consiguió dárselos, como Guitarra de Echeverría o Luna (que compuso para Libertad Lamarque).

[audio:Francisco Canaro.mp3]

El  bello valsecito Desde el alma, fue uno de sus recurrentes y exitosos caballitos de batalla desde 1945. Convertida definitivamente en artista de culto, se le abrieron  las puertas y los escenarios de los grandes teatros porteños como el Cervantes o el Alvear, las cámaras de televisión pudieron demostrar al público que su voz  se mantenía mágicamente  inalterable aunque hubiese pasado los ochenta años y comenzaron a llegar los reconocimientos en forma de:  ”Ciudadana ilustre de la ciudad” o “Personalidad Emérita de la Cultura”, por el Gobierno argentino en 1997, e infinidad de premios de todo tipo. Convertida en estatua viviente, transcurrieron sus últimos años, cuando comenzó a sentir en carne viva el calor del pueblo y de la cultura. Las canciones se desangraban en su gola inflamada y sin  mengua. El amor otoñal pareció arrimarle su vela pero otra muerte volvió a apagarlo, como le sucediera con el locutor Aníbal Cufré y luego Héctor Oviedo.

Lo que nunca murió fue su romance con el canto que le dio ese calor de la perfecta compañía, y la redimió de su eterna frustración sentimental, como me reconoció en una charla que tuvimos a comienzos de los setenta. En la certidumbre de su ausencia, para recordarla no tengo más que poner el tocadiscos y escucharla con su voz inoxidable en ese tango de Manzi y Francisco Canaro: “Cuando el domingo asolea / por no hacer de perezoso, /traigo el balde desde el pozo / y refresco el corredor. / Y aprovechando el fresquito / me siento bajo la parra / y al compás de mi guitarra / canto décimas de amor”… No habrá ninguna igual –escribió Manzi. Lo suscribo

 

José María Otero

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
Articles

1 Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.