El Robin Hood de la pampa leonesa
¿Título insólito?; nada es imposible. Juan Bautista Bairoletto fue empujado al camino del delito por el maltrato -por decirlo suavemente- que fué objeto de la ‘policía brava’ de la época. Región inhóspita la Pampa Central de los años 20, recién conquistada al indio y poblada por migrantes españoles, rusos, italianos, ingleses; tierra para pioneros. Fue por una cuestión de faldas -Bairoletto le birló la novia al cabo Farach- y por la impunidad de la policía de entonces, Juan fue arrestado y en el calabozo sufrió mil vejámenes. En libertad, «se desgració» cumpliendo su venganza: el tiro fue certero y huyó al monte impenetrable desde donde emprendía sus ilícitos.
El pobrerío (peones de campo, jornaleros, pequeños arrendatarios) lo protegía porque con sus robos ayudaba al necesitado. Expropiaba a unos y repartía a otros. Por eso, y con la influencia del carpintero italiano Juan Chiappa, no le costó hacerse libertario. Pulperías, Almacenes de Ramos Generales, establecimientos de grandes Estancias eran el objeto de sus fechorías. Entre los españoles los había leoneses (de ahí lo de ‘pampa leonesa’).
Los hermanos Diego y Claudio Escudero, nacidos en Salientes (Ayuntamiento de Palacios del Sil) tenían un almacén de campaña en «Las Bardas», cerca de Santa Isabel. Corría el año 1929 cuando son asaltados por Bairoletto y su cómplice, Marcos Vallejo. Almuerzan en el lugar, conversan con los Escudero sobre la muy difícil situación económica… Uno de los hermanos le pide que no se lleve el reloj de oro, recuerdo de su padre, a lo que Juan accede; el otro bolichero aprovecha para decirle que el ‘Winchester’ se los prestó un amigo, un jornalero muy pobre que lo compró con muchos sacrificios. También el arma quedó sobre la mesa, y Juan se marcha diciéndole a Marcos: «vámonos, que si seguimos un rato más tendremos que devolverles la plata».
Y así era Bairoletto, retratado por los payadores de La Pampa en coplas y relatos «por milonga» donde se pone de manifiesto su compromiso con los pobres.
En los primeros meses de 1931 Bairoletto andaba asiduamente por Eduardo Castex, acompañado por Florencio Poblete (apodado “el Menduco” por su origen mendocino) y Pedro Moroni. Éste había sido un habilitado de Ibrahím Saram, poderoso terrateniente que tenía establecido un “señorío” en la zona sur pampeana valiéndose de toda clase de medios que le proporcionaron triste fama; pero luego de dos años el “turco” poseedor de muchas influencias, quitó el campo a Moroni, sin pagarle la parte que le correspondía. Por esa razón Pedro se unió a Bairoletto en su afán de vengarse de I. Saram, tarea difícil pues siempre andaba rodeado de sujetos de avería para su protección. Por entonces Saram tenía un negocio en El Odre, que había asegurado en una fuerte suma de dinero: hizo prender fuego al comercio, del que previamente había retirado casi toda la mercadería, culpó a Bairoletto del incendio y robo de la mercancía y mediante esta tramoya se hizo pagar una cuantiosa suma de dinero al tener que reconocer la compañía de seguro las “pérdidas” del siniestro.
Pero retornemos a Bairoletto en su etapa en Eduardo Castex, relatando un hecho real de los tantos protagonizados por el bandolero en territorio pampeano, a través de la siguiente entrevista. No es necesario relatar cómo, burlando la vigilancia del sereno en sus propias barbas, el “Cabezón” Brañas y quien escribe se escaparon de la residencia estudiantil en Santa Rosa para ir a un baile en Eduardo Castex, donde nos esperaba “Banana” Cipolla –otro condiscípulo- para presentarnos a su tía Amalia. Fue en el año 1959:
Amalia Cipolla, me contó lo sucedido un 9 de Julio, fecha conmemorativa de la Independencia, cuyos festejos concluían con un gran baile popular en el pueblo. Dijo que al término de la cena se preparaban para ir al baile, y serían como las 20.30 cuando entró Bairoletto a los tiros, hiriendo a su padre de un balazo y a ella en su mano izquierda, en la que portaba un farol de querosene, volándole prácticamente el dedo anular (me mostró la
amputación del mismo). Su aspecto terrorífico, casi endemoniado, no puedo aún olvidarlo después de tantos años, afirmó. Llegó a caballo en compañía de otros matreros, robaron y se escaparon en el automóvil de la familia. Su padre había intentado defenderse pero el arma se le atascó, y fue entonces que recibió el balazo. Llevado al pueblo para su curación, murió al día siguiente. Poco más es lo que sabía Amalia, excepto que una de las hijas de Bairoletto, Sofía Elsa Ceballos (cuando murió su padre tenía menos de 2 años, y le cambiaron el apellido para evitarle problemas en el Colegio) vive en General Alvear, provincia de Mendoza”
Consecuente con su audaz comportamiento y el mismo día del festejo de una boda, llegan Bairoletto y sus secuaces a caballo, el «pampeano» toma a la novia por la cintura y la coloca a la grupa de su caballo emprendiendo el galope y festejando su conquista con gritos y tiros al aire. Telma Ceballos era 20 años más jóven y estaba enamorada de Juan, pero la oposición de los padres y el cerco policial en General Roca (Río Negro) donde vivía, los mantuvieron alejados un tiempo, sin que declinara su amor.
Vivieron muchos años en Mendoza donde, según dicen, lo protegía la policía de Alvear; comisiones policiales pampeanas se internaron de incógnito varias veces en la provincia vecina tratando de localizarlo. Era una cuestión de honor luego de años de persecución sin poder apresarlo. Lo vendió el Ñato Gascón, antiguo compañero de andanzas. En la madrugada de un día de septiembre de 1941 una partida de 20 policías emboscó a Bairoletto que estaba con toda su familia en el rancho de «Puente Colorado» y cuatro tiros terminaron con la interminable cacería. Aunque Telma Ceballos, la madre de Sofía, afirma que él se disparó en la cabeza, que se suicidó porque había jurado que jamás lo atraparían vivo.
Murió el hombre y aumentó su leyenda. ¿Quién anda ahí? ¡Juan Bautista Bairoletto! se escuchaba en los radioteatros de los años cincuenta. Porque Bairoletto, al término de su azarosa e intensa vida, se había transformado en un mito.
Parte de este artículo fue publicado en la Revista “Argentinos de León” (Año III – Nº 6 – Septiembre de 2009 – pág. 9). El autor quiso homenajear en los dos hermanos salentanos protagonistas de una parte del relato, a los numerosos emigrantes leoneses que fueron pioneros en la inhóspita pampa de la época: los Gutiérrez (Casares de Arbas), Gómez (Babia), Alfageme (Trobajo del Camino), Vilouta (Ancares), Alonso (Maragatería) son apellidos habituales en esos pagos.
Fuentes: Hugo Chumbita (“El último bandido romántico”); Nilda Escudero (hija de Claudio Escudero); fuentes propias.
Formidable semblanza que llenó una época acaso no olvidable para los que hemos vivido aquellos años. La decisión de Bairoleto, una de las víctimas de las policías bravas de aquel tiempo, tiene alguna similitud con el «Pibe Cabeza», que también se dio al delito acosado por las hordas policiales, los cosacos de aquel tiempo. Tengo entendido que Bairoletto se encontró cierta veces con «Mate Cocido», de vida parecida……Recuerdo otro cuatrero famoso, aunque éste era cuatrero nomás segun tengo entendido, juan Catalino Dominguez…..Las historias no siempre son las verdaderas …..Magnífico relato. Felicito al autor.
Rodolfo Leiro.
Felicitaciones Cesar, un relato inmejorable, como todo lo que vos escribis. Recuerdo que mami me contaba anecdotas de Bairoletto, me imagino que serian las escuchadas a los mayores.
Vaya ésta milonga que lo recuerda como tantas otras
Amparaba al que debía,
al pobre, al necesitao,
al que era castigao,
y a aquel que nada tenía.
Lo acusaron de bandido
milicos y poderosos,
y políticos golosos
que intereses protegían.
Mas ya ha de llegar el día
que se sepa la verdad
y así la comunidad
grite al cielo con respeto:
¡San Bautista Bairoletto,
la pampa te ha de vengar!