En muchos de sus cuentos Guy de Maupassant menciona la locura. Inclusive hay uno titulado LOCO. Otro, con sus mismas letras encerradas en signos de interrogación ¿LOCO? Conociendo el final de sus días da la sensación que al elaborar sus cuentos ya se hubiera instalado la demencia, o tal vez que una aguda premonición le señalara su final que -entre todos sus cuentos- relata vívidamente al término de ¿QUIÉN SABE?
EL HORLA, por ejemplo, es un largo cuento con clara apariencia (¿o intencionalidad?) de estar influido por la locura en varias de sus páginas. Transcribo como ejemplo, de la pág. 115:
6 de julio. -me vuelvo loco. Alguien ha bebido de nuevo toda mi botella esta noche (…) Pero ¿soy yo? ¿soy yo? ¿Quién iba a ser? ¿Quién? ¡Oh, Dios mío! ¿me estoy volviendo loco? ¿Quién podrá salvarme?
10 de julio (…) No cabe duda, ¡estoy loco!
Corroborando en la página 116 donde expresa: En cualquier caso mi extravío rayaba en la demencia. Y sigue por el mismo intuitivo camino en la pág. 123:
7 de agosto. –(…) Me pregunto si estaré loco (…) Con certeza me creería loco, totalmente loco, si no fuera consciente (pág. 124).
En EL ALBERGUE: Los dejó acercarse; se dejó tocar; pero no respondió a las preguntas que le hicieron; y hubo que llevarlo a Loëche, donde los médicos comprobaron que estaba loco (pág. 151)
También en LA MUERTA (PÁG. 155) expresa su reconocimiento al decir: ¿Aquél ruido estaba en mi cabeza enloquecida…?
En ¿QUIÉN SABE? (…) existencias interrumpidas por esos regulares eclipses de la razón (pág. 170) Y más adelante: Me vine a París, a un hotel, y consulté a los médicos sobre mi estado de nervios… y finaliza el cuento en la pág. 183: Estoy solo, completamente solo, desde hace 3 meses. Estoy más o menos tranquilo. Solo tengo un miedo… Si el anticuario se volviera loco… y si lo trajeran a este manicomio… Las propias cárceles no resultan seguras. (6 de abril de 1890)
No podemos dejar de señalar lo manifestado por Esther Benítez, autora del PRÓLOGO, que en la página 8 expresa: Su salud, por otra parte, comienza a resentirse por esas fechas. A comienzos de la década empieza a sufrir molestias de la visión, se le cae el pelo, padece violentas jaquecas, la SÍFILIS avanza. Los primeros trastornos nerviosos, quizás hereditarios en la familia -su hermano Hervé, menor que él, morirá loco a los treinta y tres años- inician sus manifestaciones: alucinaciones, desdoblamientos de personalidad, manía persecutoria; a finales de la década, tales trastornos desembocarán en el intento de suicidio del 1 de enero de 1892 en Niza, a raíz de una visita a su madre, tras el cual nuestro autor ya no levantará cabeza: internado en una casa de salud -como tantos de sus personajes- transcurre los dieciocho meses que le quedan de vida de una forma puramente vegetativa, nula desde el punto de vista de la producción literaria.
Un final que trae a mi memoria el de otro poeta bohemio que, encontrándose en París, sus amigos hicieron que se embarcara para Buenos Aires donde fue internado en una casa de salud mental donde acaeció su muerte. ¿También Malatía francesa? Quién sabe.
Claro que debemos destacar en su cuento LA DORMILONA, ser un adelantado a su tiempo realizando un esbozo de lo que sería una muerte digna, desarrollado desde la pág. 158 a 169.
Cabe señalar algunas singularidades que se aproximan al idioma coloquial argentino (pág. 41 y 42) donde hace elision de una consonante (d) en palabra terminada en ado: emborrachao; e -inclusive- utiliza la epanadiplosis: YO QUE SÉ, YO.
En el cuento MISTI hace alarde de machismo (pág. 77) y en el ya mencionado LOCO describe en la página 100 un horror que parece ser patrimonio de Europa (si exceptuamos a EE.UU.): las guerras y el objetivo de matar seres humanos. Atroz, ¿verdad?
EL HORLA y otros cuentos fantásticos, Guy de Maupassant, Alianza Editorial, Madrid, 1984.
César J. Tamborini Duca
Académico Correspondiente para León
Academia Porteña del Lunfardo