El origen de las palabras

Cocoliche

el barrio de los genoveses: La Boca

el barrio de los genoveses: La Boca

Se denomina así la peculiar manera que tenían los inmigrantes italianos, haciendo una mescolanza de su propio idioma y el español que resultaba un tanto grotesca; también se los llamaba así, por extensión, a los mismos italianos. Pero el término tuvo un antecedente, «bozal», que era el idioma enrevesado que hablaban los negros africanos en el Río de la Plata en la época de la colonia y la independencia. Por ese motivo José Hernández –mucho antes de la vigencia del nombre que tratamos- lo asocia con la manera peculiar de hablar de los italianos recién migrados a nuestra tierra, y hace decir a Martín Fierro en uno de sus versos “Era un gringo tan bozal, / que nada se le entendía”. (Gringo se les llamaba a los italianos).

¿Por qué y cómo surge entonces el nombre “cocoliche”? Podía haber sido “tarabatti”, o podía ser “vermicelli”, por poner dos ejemplos aleatorios; pero fue “cocoliche”. Veamos en el recuerdo de José J. Podestá (del circo de los Hermanos Podestá) cómo surge el nombre: cuando uno de los integrantes de la compañía, Francisco Cocoliche, italiano e inmigrante como muchos de los actores que poblaron las primeras horas de nuestra escena, era requerido en su identidad, respondía: “Ma quiame Francisque Cocoliche, e songo cregoyo gasta lo güese de la taba e la canilla de lo caracuse, amique; afficate la parata…”  Y precisamente con el nombre de este  personaje se bautizó ese sub-lenguaje que proviene de un italiano dialectal chapuceado en un español ya deformado en la verba ciudadana y elementos de expresión típicos de la campaña.

don Carmelo

don Carmelo

Traduzco para los pocos que pueden desconocer la peculiar manera de hablar de los “gringos” en nuestra tierra: “Me llamo Francisco Cocoliche, y soy criollo hasta los huesos de la taba y la canilla de los caracuses (menciona los huesos de las extremidades inferiores), amigo; fijáte la parada (la pinta, la estampa de criollo).

Retornemos a Hernández y su Martín Fierro pues –aproximadamente por la misma época- aunque el autor desconocía el termino, uno de los estudiosos de su obra, Ezequiel Martínez Estrada, nos ilustra al respecto en su obra “Muerte y Transfiguración de Martín Fierro” (Beatríz Viterbo Editora, Rosario, 2005):

Juan Álvarez (en ‘La Defensa de Cocoliche’) hace que uno de ellos (inmigrante) cuente su odisea: “A principios del año 1865, hallándome sin trabajo en el puerto de Burdeos, oí las proposiciones de un contratista de enganchados que operaba por cuenta y orden del comandante don Hilario Ascasubi… Nos metieron en una rudimentaria fortaleza de quince metros de diámetro, sin más resguardo que el terraplén y el foso, ni otros muebles que nuestros aperos. Había allí, además del rancho y el jagüel sin brocal ni roldana, un corralito para guardar de noche los caballos, un palo alto con muescas destinado a observatorio, y un viejo cañón mohoso, apenas útil para hacer ruido. En aquella miseria viví varios años, junto con dos condenados a presidio…, siempre mal montados y peor comidos, pues de ordinario el racionamiento andaba flojo y nuestro jefe inmediato era hombre muy guapo y muy criollo, pero se robaba hasta los correajes”. (pág. 492)

Continúa Martínez Estrada en la página 618, sobre el mismo artículo de Juan Álvarez publicado en La Prensa en 1927: …”Cuando vencida con exceso la contrata consintió el jefe en dejarme salir del fortín –dice Cocoliche-, toda mi fortuna consistía en un crédito contra el fisco por haberes atrasados, que cedí con enormes descuentos al pulpero de la guarnición próxima. Comenzó entonces para mí el ejercicio de esos oficios desastrosos a que tiene necesidad de entregarse un extranjero cuando es pobre y desconocido y carece de preparación y habla mal el idioma. Conocí a fondo la vida de los boliches de campaña, y su clientela habitual bromista, pesada, peligrosa, pero conveniente en suma, pues los gauchos solían pagar la cuenta en estado de ebriedad, y por mucho que se burlaran del dueño del negocio, mayores eran las jugarretas que éste les hacía, atrincherado tras su reja, con las sumas llenas de errores y la balanza falsa y las bebidas adulteradas… Aquellos hombres teníanse por muy altivos y me fastidiaban con sus burlas; pero luego a ellos el comandante de frontera o el juez los metía en el cepo, les daba de rebencazos o les quitaba la mujer, y con toda su altives se aguantaban lo mismo. Por otra parte, créame usted que a las criollitas no les disgustaban los gringos para maridos”.

Como podemos apreciar nos encontramos con dos personajes “Cocoliche”, el mencionado por José Podestá y el de Juan Álvarez, ¿realidad, fantasía? eso es intrascendente y lo menciono como ‘entretención’ porque lo importante en este caso es el significado de la palabra, su aplicación. La misma que figura en el libro “CHE, Lunfardiadas”.

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César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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