¿Por qué los indios llamaban Ancafilú a Rosas? En “mapudungu” (lengua mapuche) “ancafilú” significa “mitad de víbora” (filú = víbora / anca = mitad). En la cosmogonía mapuche, en su historia del Diluvio Universal intervienen dos víboras, una maligna y la otra benévola, de modo que hay que considerarlas como un animal sagrado. Hay otro aspecto a tener en cuenta: también había un cacique de nombre Ancafilú. Pero me inclino por la siguiente interpretación personal sobre el apodo indígena de Rosas: como es sabido éste administraba no solo sus estancias, también la de sus primos, los Anchorena, que admiraban en él sus dotes de mando y organización; una de estas estancias se denominaba “Las Víboras” y muy posiblemente los “pampas” consideraran con una cierta lógica que a Juan Manuel pertenecía la mitad de esa estancia, la mitad de “Las Víboras”…Ancafilú.
Historia y gastronomía
La quietud reinaba en el Campamento. Todos dormían pero en la tienda de Juan una lámpara de aceite encendida permitía ver la sombra de éste que se movía de un lado a otro o se sentaba, cavilando con la espesa barba de su rostro apoyada en la palma de su mano. De pronto se decidió, pues él era así de impetuoso, arriesgado; y debía transformar su pensamiento en acción sin perder un instante. Colocó la montura a su caballo y como a la 1 de la mañana de ese 17 de junio de 1829, solamente acompañado por su ayudante, emprendió la marcha hasta el Campamento de su rival, que distaba unas pocas leguas.
El galope de su caballo no le impedía continuar con sus pensamientos. Iba al encuentro de Juan Manuel para tratar de solucionar las disensiones y divisiones que aquejaban a la Patria; él, que había participado en más de 100 combates y escaramuzas por la libertad de un continente, estaba dispuesto a ceder protagonismo si fuera necesario para terminar con esa lucha fratricida que obstaculizaba la paz en toda la extensión de esa tierra que amaba.
¿Cómo estaría Juan Manuel?. Había sido su hermano de leche, cuando él nació lo amamantó unos días la madre de Juan Manuel, correteaban juntos de niños pero el destino les hizo seguir caminos distintos. El había sido ayudante de San Martín como granadero en la Expedición Libertadora a Chile y Perú; fué el héroe de Junín, ya a las órdenes de Bolívar, mientras que Juan Manuel se había dedicado a la administración de sus extensos campos, donde tenía que imponer orden y autoridad entre los indios y los gauchos. Ahora hacía años que no veía a Juan Manuel ¿habría cambiado mucho?. Ese “gaucho pícaro” como lo llamaba Manuel.
Manuel, antiguo compañero de armas al que hizo fusilar en Navarro hacía pocos meses, el 13 de diciembre de 1828; nunca podría quitar de su cabeza el fusilamiento de Dorrego, pero él estaba seguro que hizo lo correcto, aunque el recuerdo le quitara el sueño tantas noches, para él fue un sacrificio que hizo generosamente por el bien de su Patria. ¿Se habría equivocado?.
Ahora el lugar de Dorrego en las simpatías federales era ocupado por Juan Manuel, su hermano de leche, ese “gaucho pícaro” bajo cuyas órdenes había miles de gauchos e indios en su Estancia de los Cerrillos, a los que sabía dominar. Tres mil indios habían aprendido en sus establecimientos a trabajar, a no ser ladrones y a no mentir. “Ancafilú” (así llamaban los indios a Juan Manuel en su lengua pampa), que se dirigía a los indios en su mismo idioma, utilizaba métodos severos para mantener la disciplina, y en una oportunidad en que él mismo perdió un lazo, se hizo azotar para dar el ejemplo; había que reconocer que con su obra de pacificación y de orden en la campaña había conseguido un alejamiento de los indios de la frontera, y fundó fortines que fueron el origen de poblados.
Los gauchos lo respetaban y amaban, porque él era el mejor gaucho, adquirió su prestigio sobre el lomo de los potros, durmiendo como ellos cobijado por las estrellas, con el lazo en la mano, con la indiferencia ante la sangre; había que ser el mejor gaucho para imponerse a éstos, y Juan Manuel lo era.
Juan llegó al campamento de Juan Manuel en la estancia de Miller en Cañuelas (aunque hay quienes afirman que este episodio tuvo lugar en la Estancia “San Martín” que Rosas poseía en Cañuelas, algunos autores dicen que ocurrió en la mencionada de Miller) y se dio a conocer a la guardia, por la que se hizo acompañar hasta la habitación de éste, pero como no lo encontró pidió unos mates y luego se recostó, sin quitarse las espuelas ni las botas, en la cama de su adversario.
En la madrugada llegó Montserrat -la mulata que preparaba el desayuno- con su pequeña hija, y mientras calentaba la lechada (leche hirviendo con azúcar para el mate que tomaba Juan Manuel) en el fogón, escuchó un ruido en la habitación de su amo. Cuando se asomó a la puerta y vio a un desconocido durmiendo se llevó las manos a la cabeza y salió inmediatamente en busca de Rosas, encargando a su hija no dejara de revolver la leche para que no se quemara.
Un poco después llegaba Rosas acompañado de la guardia que le había advertido de la llegada de Juan Lavalle, y al ver que éste dormía dijo, “déjenlo descansar, es un valiente”, y un par de horas después cuando Lavalle despierta intuyendo la presencia de alguien, ve a Juan Manuel que estaba parado a su lado ofreciéndole un mate, mientras le decía “duerme Ud. muy tranquilo”; Lavalle se incorpora en el lecho y le dice “sí, general, sé que estoy
en la tienda de un caballero y por eso he dormido así». Se dieron un abrazo y continuaron tomando mate. Con otra lechada, pues cuando llegó de regreso la muy señorona y mandona vieja mulata de piel amarronada, la anterior había tomado prestado su color porque… ¡había nacido el dulce de leche!
Este artículo fue publicado en la Revista “Imagen Argentina” (New York, EE.UU. 2008); en el “Filandón”, (Suplemento Literario del Diario de León, el 4 de febrero de 2007); en el multiportal “Argentina al Mundo”; en la Revista “Argentinos de León” nº 11 en noviembre de 2013.
Receta para el dulce de leche: En una olla grande poner 3 litros de leche entera, ½ litro de agua, 1 Kg de azúcar, ½ cucharadita de bicarbonato. (Según el gusto, se puede agregar canela en rama). Cocer con fuego fuerte revolviéndolo poco con cuchara de madera; cuando tome el punto, disminuir el fuego y revolver hasta que espese y se vea el fondo de la olla.
Mi palabra sobre el dulce de leche no serís deleitante por cuanto se has escrito hasta el cansancio sobre este «invento» argentino.
Sobre Juan Manuel de Rosas, sería dable consignar su lema:
!Mueran los salvajes unitarios!
Ésta era una disciplina para la Patria Argentina.
Me desligo de otro comentario.
Rodolfo Leiro, desde Buenos Aires, Argentina, un viernes 22 de noviembrede 2013.
Rodolfo Leiro pide disculpas y deja sin efecto el apresurado comentario anterior, más no los conceptos.
El dulce de leche, de mi predilección de muchacho, creo que nació argentino por una dama que se olvidó la leche sobre el fuego…..Desde ese entonces ha constitudo el manjar de mucha gente y el comentario que lo avala es de una significativa belleza.
En cuando al déspota Juan Manuel de Rosas, no se puede tratar de ponerlo como prócer, cuando fue un tirano del que no caben dudas. Hoy en mi Argentina se la tiene a Perón por un prócer. ¡Los pocos que quedamos hemos dicho nuestras verdades!. Queda mi libro «Prón y el derecho de ser libre» (¡mi derecho de ser libre! y en cuanto a Rosas, simplemente consigno, de aquella época, las épicas palabras de José Marmol:
Oh. Rosas te maldigo!
Jamás dentro mis venas
la sed de la venganza
mis horas agitó.
Como hombre te perdono
mi cárcel y cadenas
pero como Argentino
¡la de mi Patria no!
Me sigo adhiriendo a estas palabras del genial poeta. Roolfo Leiro, un 22 de noviembre de 2013
Me parece que el Sr. Leiro tendría que indagar sobre la palabra «tirano». Rosas fue dictador por la voluntad de su pueblo, pero nunca tirano, porque contó con el apoyo de estancieros, comerciantes, asalariados, de los blancos, negros e indios, en fin contó con el apoyo de TODA la población. Para derrotarlo el traidor Urquiza debió contar con la ayuda de brasileros y colorados uruguayos y con unos buenos patacones de por medio…
Sí fueron tiranos: Lavalle, Paz, Lamadrid y otros, quienes cuando se hicieron dar facultades extraordinarias o la suma del poder, siempre lo hicieron por medio de la fuerza y en contra de la población. Rosas recibió el explícito apoyo de San Martín y este último nunca apoyó a tiranos, sino que los combatió.
Sinceramente estimado Rodolfo Leiro….es triste ver que siguen repitiendo consignas sin sentido ni conocimiento histórico…mi fallecido Abuelo me decía en 1975 (casi 50 años) «tomá la sopa porque viene el tirano Rosas a cortarte la cabeza»…eso contaba una persona con 6to grado y anciana…educada en la Historia Oficial de Mitre…da mucha tristeza la falta de conciencia histórica…la falta de preparación…de leer diversas fuentes y repetir consignas caducas y añejas…Sr. Rodolfo Leiro..lea un poquito…le va a hacer bien. Es muy triste tanta falta de sentido crítico: federales malos y unitarios buenos….
Y despues nos quejamos de la juventud….EL SABER NO OCUPA LUGAR…recuerdelo señor Leiro y PONGALO EN PRÁCTICA.
SALUDOS CORDIALES
Rosas, como homenaje al Libertador a quien admiraba, cambió el nombre de la Estancia Los Pinos por el de San Martín. A ese sitio se dirigió Lavalle el 16 de Junio de 1829 para el encuentro con Rosas. Unos días después, el 24 de junio, Lavalle y Rosas forman la Convención de Cañuelas, en la Estancia “La Caledonia” de John Miller, estanciero escocés casado con una dama criolla de la familia Balbastro (El Restaurador nº 31, junio 2014, pág. 1 a 5, por el Dr. Guillermo M. Masciotra).
César Tamborini Duca, me encantó lo del dulce de leche y el abrazo que se dieron Lavalle y Rosas, cuando el primero vio a Juan Manuel esperando que despertara, con un mate en la mano. En cuanto a Rosas no me gustó nunca que cortara cabezas para despues exhibirlas……. Mirá que hubo crueldad en aquellos tiempos! Igual que ahora, de una u otra manera y en distintos países….. Muchas gracias por este envío. y Muchos saludos! Nélida Caracciolo
Gracias Nélida por el comentario, siempre bien valorado. En cuanto a Rosas, mirá que hubo muchas falsedades en la historia «oficial» y te puedo asegurar que leyendo mucha historia como es mi caso, sin parcializar porque leo de ambas tendencias, fueron más los asesinatos protagonizados por la «culta» generación del 30 y pico ¡y sin proceso previo!. Te doy un ejemplo de las mentiras y de algo lamentable, porque Rivera Indarte por ejemplo tiene una calle que perpetúa su memoria en Flores: sin embargo fue un delincuente (detallar este aspecto es largo), un embustero que primero fue rosista y editó versos en su loa, pero cuando apeló a Rosas para lograr la prescripción de su delito siendo proverbial la rectitud de Rosas no lo perdonó. Al quedar en libertad emigró a Uruguay escribiendo su famosa «Tablas de Sangre» por la que le pagaban una cierta cantidad por cada persona que incluyera en el listado; no tenía reparo en incluir antiguos finados y cosas por el estilo. Mi abrazo