Poesía

Soy el viejo farolito

Hai-ku (jaicú) lunfardo:

Un farol,

un compadre, faso

y el sombrero requintado.

Se denomina “hai-ku” el poema japonés que en 3 versos sin rima desarrolla una idea o un concepto en diecisiete sílabas. También se denomina así a un breve poema semejante  en otra lengua, como en el caso precedente asociado al lunfardo y al tango.

A continuación podrán leer unos antiguos versos míos  bajo el título “Soy el viejo farolito”. Al final del mismo pueden escuchar el tango “Farolito viejo” cantado por E. Rivero. Aunque conceptualmente pueda parecer similar a mi poesía, tienen un desarrollo distinto, como pueden comprobar. También lo cantaron Gardel y Julio Sosa. Lo raro del caso es que hay otro tango con el mismo título, en este caso cantado por Magaldi, pero cuya letra (José Eneas Riú) y música (Luis Teisseire) corresponde a los mismos autores del mencionado en primer término; pero uno y otro son diametralmente opuestos en los sentimientos que reflejan.

SOY EL VIEJO FAROLITO

En el brillo de un puñal

al que la sangre opacaba

surge la historia contada

Foto: Florencia Fernández

de un testigo presencial.

 

Soy el viejo farolito

de la esquina arrabalera

donde las noches serenas

alumbraba compadrito.

 

Yo ví el umbral del zaguán

que trasnochaba un rufián

embrocando las pebetas

quitanderas y coquetas.

 

Junaba el oportunismo

con su parla embaucadora

y chamuyo arrabalero

rebosante de cinismo

para enllenar el balero

a la mina soñadora.

 

Supo decirle el pequero

lo que ella quiso escuchar:

¡Quién se atreviera soñar

con un futuro diquero

pletórico de dinero

pirándose del hogar!

 

El compadrito. Autor: Oscar Ranalli

El gavión desde el zaguán

 campaneaba retrecheras,

percantas y faroleras

que soñaban ¡»Rico Tipo»!

ser las «chicas de Divito»

preferidas del rufián.

 

Eran sueños trasnochados

de minushias consentidas;

a una de ellas que era infiel

en orsái junó un ortiva;

 

presuroso en su papel

batió la justa al dorima

atorrante y malandrín

caftén de peringundín,

 

pero bravío y malevo

que supo en cien entreveros

atropellar con su fierro

a taitas que pintan fiero.

 

Sin embargo en la ocasión

perdió «malevo» su invicto;

el que luego fue convicto

le atravesó el corazón.

 

Me convertí en fiel testigo

del llanto en aquel postigo

de una viuda; cruel destino

de aquel final presentido.

por César Tamborini

 

 

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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