En mi libro “CHE, Lunfardiadas” rindo homenaje poético a Jorge L. Borges con un capítulo denominado “Borgeando”, en el cual incluyo poesías de mi autoría que guardan relación con sus escritos, como ésta que les presento ahora. Decía Borges que hacia mil ochocientos noventa y tantos a pasos del Hospital Rivadavia, zona que alguna vez se llamó la Tierra del Fuego, los hombres bravíos de ese entonces elegían una ‘cortada’ en ese arrabal para los duelos a cuchillo. Algún vigilante curioso observaría las idas y venidas de los aceros, en contienda duradera si los duelistas eran hábiles para el manejo del puñal, y del poncho en su mano izquierda. Resultaban apócrifas sombras mitológicas, que hoy resaltan por su ausencia, como los conventillos o los corralones.
CORTADA DE BOLLINI (Noviembre de 2006)
Esos chamuyos discordantes
de misteriosos ecos, vociferantes
profanando el silencio de la noche
voces incomprensibles, que eran broche
del suburbio, la gayola y aquel lazo
que los tuvo maniatado: el escolazo.
Vinieron desde el Sur, a la Cortada
de Bollini, por sus duelos tan mentada;
los matungos, chapaleando por el barro
arrastrando a esos malevos en un carro
traspasando la frontera del murmullo
y entonando sus proezas con orgullo.
¿Qué misterio los impulsa, de coraje
para acortar distancias, en un viaje,
de un retorno victorioso muy dudoso
de la Cortada, ya es sabido, peligroso?
Nadie lo supo, aunque parece
ser las mentas de una daga, que estremece
en esos conventillos del suburbio
por su dueño, el de un pasado turbio
que incitaron a los otros, tan lejanos
a emprender ese viaje. No fue en vano
el corralón de Mario fue testigo
de la viril contienda intensa
mientras ojos asombrados, del postigo
espiaban bajo la luna inmensa
el brillo entrechocado del puñal
que de algún modo intuye ese final.
El final de un muerto con su cara de asombro
que una luna lunfarda alumbró sin inquina;
igual que ese farol de patio, o el de la esquina;
un muerto que ya no llevará su poncho al hombro.
Hermoso poema Cesar, me habia olvidado, a pesar de haber leido Che Lunfardiadas, cada tanto debo leerlo de nuevo, para recordarlo.
El recitado, INCREIBLE, que voz hermosa.
No dejes de escribir, por favor, un abrazo.
Norma
Es la segunda vez, que escucho y leo esta poesía y cada día me gusta más, muchos saludos! Nélida Caracciolo
Gracias, César por tener la gentileza de enviar estas preciosidades!