La localidad se encuentra ubicada en la cuenca del Río Salado, a unos 380 Km de Buenos Aires y, como el terreno no tiene pendiente, en épocas de muchas lluvias y/o por crecientes de los ríos, principalmente del Río Quinto, ocurre el desborde del Salado con la consecuencia de graves inundaciones e incluso con formación de lagunas y bañados (esteros). Según el censo del INDEC, la ciudad contaba en el año 2001 con 35.000 habitantes.
Enclavada en el centro de la pampa húmeda y aunque parezca contradictorio por la supremacía de la lengua pampa o mapuche en esa extensa región –estamos hablando de 1881- el topónimo es de origen guaraní y significa “estero profundo”. Pero como sucede con muchas tradiciones no escritas también hay otras interpretaciones sobre el significado del nombre, pues hay quienes dicen que significa “agua como espejo”, otros “agua y maizales”, para otros “hondonada”; también “agua de los pinos” (tal vez porque el prefijo Peh se considera apócope de “pehuén” que significa alerce o pino; en este caso sería de origen mapuche, pero como veremos a continuación la verdadera acepción del topónimo es la primera).
Lo cierto es que no resulta difícil explicar el porqué de tal nombre y su procedencia guaraní: durante la guerra contra el Paraguay el capitán Dardo Rocha participó en el “Combate de Pehuajó”, batalla librada del 29 al 31 de enero de 1866 junto al arroyo homónimo de la provincia de Corrientes, donde predominaba el idioma guaraní. Posteriormente y ya como Gobernador de la provincia de Buenos Aires funda este pueblo el 3 de julio de 1881 teniendo como origen una colonia agrícola, “Las Mellizas”, establecida en ese sitio donde los habitantes originarios eran mapuche y Dardo Rocha bautiza el nuevo poblado con el nombre de ese Combate, Pehuajó.
En 1872 tuvo lugar la batalla más importante entre las fuerzas argentinas y la Confederación Mapuche (no puedo dejar de reseñar que desde los albores de la Independencia estos indios se consideraron argentinos y colaboraron valiosamente en esa lucha), la “batalla de San Carlos” en las proximidades de la laguna “Cabeza de Buey” (Bolívar). Las fuerzas de la Nación Argentina, aliadas con el invalorable aporte de los indios al mando del “lonco” Catriel y de los de Coliqueo –quienes a la postre fueron determinantes para el resultado de esta batalla- se enfrentaron a las fuerzas comandadas por Calfucurá. La bravura con la que Catriel lucha contra sus hermanos hace que los mapuche sean vencidos y a partir de entonces son empujados inexorablemente cada vez más hacia el sudoeste, propiciando así la instalación de nuevos poblados, o de colonias agrícolas como “Las Mellizas” que luego se transformarían en pueblos.
Por iniciativa del senador Rafael Hernández, hermano del autor del “Martín Fierro” y Presidente del Consejo Deliberante en ese año de 1896, la nomenclatura de las calles y plazas del nuevo pueblo se efectuó en base a los nombres de poetas y escritores, figurando por supuesto el de José Hernández. Jorge Luis Borges, que en alguna ocasión visitó la ciudad, y uno de cuyos temas recurrentes son las milongas con la exaltación de ese personaje cuchillero que habitaba en los arrabales de la ciudad, o del valor de los gauchos que defendían nuestras fronteras en tiempos de Rosas como gauchi-soldados armados con un puñal y su coraje, le dejó su homenaje literario con su “Milonga del Puñal”.
MILONGA DEL PUÑAL
En Pehuajó me lo dieron
unas manos generosas
mas vale que no presagie
que vuelve el tiempo de Rosas.
La empuñadura sin cruz
es de madera y de cuero
abajo sueña su oscuro
sueño de tigre el acero.
Soñará con una mano
que lo salve del olvido;
después vendrá lo que el hombre
de esa mano ha decidido.
El puñal de Pehuajó
no debe una sola muerte;
el forjador lo forjó
para una tremenda suerte.
Lo estoy mirando, preveo
un porvenir de puñales
o de espadas (da lo mismo)
y de otras formas fatales.
Son tantas que el mundo entero
está a punto de morir.
Son tantas que ya la muerte
no sabe dónde elegir.
Duerme tu sueño tranquilo
entre las tranquilas cosas,
no te impacientes, puñal.
Ya vuelve el tiempo de Rosas.
Vale la pena destacar que a muy pocos kilómetros y enclavado en el Partido de Pehuajó se encuentra una pequeña población fundada a principios del siglo XX, que recibió el nombre de ASTURIAS por pedido de, y como homenaje a, esos pioneros que –junto a inmigrantes de otras latitudes- llevaron el progreso a La Pampa con el fruto de su trabajo. Nery Rubio, considerado uno de los grandes poetas de La Pampa, quien de niño y adolescente vivió en Lonquimay, localidad pampeana ubicada a 100 Km de Pehuajó, evocaba a esos esforzados inmigrantes con estos versos:
“¡Bienvenidos los hombres que trajeron / en su pobre equipaje de inmigrantes / un caudal de risueñas esperanzas / y en sus almas, designios tesoneros / para volcar en tierras de labranza / temblorosas de ansias fecundantes / toneladas de trigo y de centeno!”
Y una de las recreaciones literarias más conocidas –por ser relativamente reciente y por la difusión proporcionada por los masivos medios de comunicación actuales- es la letra de la canción de la cantautora María Elena Walsh “La Tortuga Manuelita”, que dice “Manuelita vivía en Pehuajó…”
Se hizo tan conocido el topónimo en la Argentina como consecuencia de este personaje de ficción, que la Municipalidad de la ciudad hizo erigir un monumento en la calle de entrada, en su confluencia con la Carretera Nacional nº 5, representando a la famosa tortuga.
Pero esto no es más que una anécdota, y tenemos otra muy sabrosa para los pehuajenses, principalmente para un gran amigo mío, que solía andar con florido chiripá y guasca de lonja ancha, adminículos que solía hacer desaparecer de miradas indiscretas en su clínica dental. Va dedicado a él que, en el momento de esta publicación, debe estar “pehuajando” por esa infinita llanura. “Vaya pues esta milonga / para don Alberto Tezza” (Borges dixit):
Resulta que en alguna ocasión que leí a Borges –que no son pocas- me llamó la atención una “cuarteta” que yo le atribuía su autoría. Pero Borges es tan insólito que suele hacer creer lo que no es. Y me atrevo a decir esto porque después, leyendo una antología titulada “El Compadrito” que recopiló con Silvina Bullrich, encuentro nuevamente la dichosa cuarteta, pero en el texto correspondiente a obra de su amigo Leopoldo Lugones titulado “Las orillas hacia 1870”; pero la ubica fuera del texto, aparentemente anónima y de fines del siglo XIX. Dice así: “En el medio de la plaza / del pueblo de Pehuajó / hay un letrero que dice: / la puta que te parió”. (Circa 1890). Comprendan los lectores que el exabrupto no me pertenece.
Firma: otro pehuajense
Cabe destacar el nombre de otro personaje muy famoso, principalmente para los tangófilos: Osmar Héctor Maderna. Nació el 26 de febrero de 1918 en Pehuajó. Fue un destacado músico: pianista, director, compositor y arreglador. A la edad de 5 años ya ejecutaba la pianola a “fuelle” y cuando contaba unos diez años, siendo estudiante de piano, su padre lo integró a su orquesta; a los 13 años formó su propia orquesta llamada “Vitaphone” en la que tocaba el piano, siendo el primer violín nada menos que Aquiles Roggero. En 1938, con veinte años, se trasladó a Buenos Aires e integró como pianista hasta 1945 la orquesta de Miguel Caló, reemplazando a Héctor Stamponi.
Su pasión por los aviones le hizo aprender a pilotar planeadores logrando el carnet de piloto civil. En la tarde del 28 de abril de 1951 había llegado en su avioneta al aeródromo de Monte Grande. Otro piloto, Alberto López, lo desafió a una competencia de velocidad aérea y volaron hasta Lomas de Zamora, pero al iniciar el regreso hacia Monte Grande se produjo un choque entre ambas aeronaves, de resultas del cual se estrellaron y murieron ambos pilotos. Tenía 33 años y un futuro promisorio. Sus restos se encuentran en el cementerio de Pehuajó. De su valiosa producción musical, escucharemos su tango fantasía de 1948 “Lluvia de Estrellas”; contiene también otros temas, como “Concierto en la Luna” de 1946, “Escalas en Azul” y otro magnífico tango fantasía, “El vuelo del moscardón”. Que disfruten a continuación este extraordinario tanguero.
Si nos atenemos a la versión de Osmar Maderna al interpretar “El Vuelo del Moscardón” de Nikolái Rimsky-Korsakov en arreglos para tango en una versión memorable del pehuajense, obliga a irreductibles tangófilos –aunque sea por una vez- acercarse a una música con características totalmente distintas, la música clásica.