Anteriormente, con fecha 14 de enero de 2012 y con el título Mujeres Argentinas. Felicitas Guerrero, el creador y Director de esta página había editado y publicado su artículo. En esta ocasión, su hermano Robert publica esta creación suya bajo el título del epígrafe.
De fantasmas y apariciones
Felicitas Guerrero
Felicia Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto, la mayor de 11 hermanos, nació en Buenos Aires el 26 de febrero de 1846, hija de Carlos José Guerrero y Reissig y de Felicitas Cueto y Montes de Oca. En su época se la consideró la dama adinerada más bella de la Argentina.
Felicitas contrajo matrimonio con Martin Gregorio de Álzaga y Pérez Llorente el 2 de junio de 1864, pese a que imploró a sus padres que no le concedieran su mano a Álzaga ya que ella tenía 18 años y él 50. Solicitud frustrada pues el padre consideró ventajoso el matrimonio por la gran fortuna que poseía el pretendiente.
El 1 de marzo de 1870 falleció su esposo Martín de Álzaga teniendo Felicitas 24 años y un avanzado estado de embarazo que perdió al día siguiente, enviudando y poseedora de una gran fortuna ya que Álzaga la nombró única heredera de todos sus bienes. La fortuna y la belleza fueron razones para ser la mujer más solicitada por numerosos pretendientes que compartían con ella veladas en salones literarios. Fue objetivo de los hombres de su época, y quien los aventajaba era Enrique Ocampo Regueira.
En noviembre de 1871, Felicitas y unos amigos que se encontraban en la Estancia Laguna de Juancho en el actual Partido de General Madariaga, decidieron mudarse a su estancia preferida, La Postrera, en Castelli. Habían partido hacia allí cuando fueron sorprendidos por una gran tormenta provocando que el cochero perdiera el rumbo, por lo que Felicitas hizo detener el carruaje; de pronto un jinete se acercó diciendo: “Es mi estancia, que es la suya, señora”.
El hombre que la auxilió era Samuel Sáenz Valiente, dueño de las tierras donde se extraviaron. Felicitas y una pareja amiga se refugiaron en la estancia de Sáenz Valiente, que la halagó y atendió con tanta caballerosidad, provocando que la joven Felicitas se enamorara de él. Samuel Pedro Sáenz Valiente era un acaudalado descendiente de familia patricia.
Castillo de los Guerrero
Al conocerse el rumor que Felicitas había encargado el vestido de novia a París y llegar a oídos del frustrado pretendiente, sería la propia Felicitas quien le confirmó sus sentimientos hacia Sáenz Valiente y el rechazo a las proposiciones de Ocampo.
A los dos meses de conocerse, el 29 de enero de 1872, Felicitas organiza una reunión de amistades en la quinta de Barracas para anunciar su compromiso, y desde entonces comienza su calvario, acosada por su pretendiente rechazado. Ese día Felicitas regresaba de hacer compras, muy atareada por la fiesta que estaba organizando en la estancia La Postrera debido a la inauguración de un puente de hierro del Ferrocarril Sud sobre el Río Salado a orillas de esa estancia; además por los preparativos de la futura boda con su prometido.
Cuando Felicitas regresó a su quinta de Barracas, su tía Tránsito Cueto le avisó que uno de sus pretendientes preguntó por ella. Ese hombre era Enrique Ocampo que la amaba y pretendía en matrimonio. Celoso por la relación que mantenía con Sáenz Valiente, decidió ir hacia la mansión, insistiendo que urgía verla. Felicitas le rogó a Tránsito que lo despidiera con cualquier excusa, pero ésta fracasó en su intento. Finalmente accedió a verlo y le dijo a su tía que él la esperase en la sala de su escritorio.
Felicitas subió a sus habitaciones para dejar sus pertenencias y colocarse el vestido elegido para la fiesta; a continuación bajó al comedor a saludar a su familia y a su prometido, para después dirigirse al jardín poblado de invitados. Luego pidió que la excusaran porque debía dirigirse al interior de la casa ya que en el escritorio la esperaba Enrique Ocampo, ofreciendo sin éxito su amiga Albina Agueda Casares y Rodríguez Seguí para acompañarla. Su hermano Antonio Guerrero (de 14 años de edad) y su primo Cristian de María (de 22 años) la escoltaron en secreto y escucharían a través de la ventana del jardín, con intención de protegerla.
Una vez allí y entre otros comentarios, Enrique Ocampo le preguntó a Felicitas “¿te casás con Samuel o conmigo?” rompiendo la discreción del diálogo, por lo cual desde otras partes de la mansión se escucharía una fuerte, violenta y corta discusión, y Ocampo sacaría un arma de su bolsillo gritando “o te casás conmigo o no te casás con nadie”.
Felicitas trató de escapar a través del jardín entre la mansión y el oratorio familiar -la actual Sacristía de la iglesia Santa Felicitas- pero su pretendiente le disparó por la espalda y luego se suicidó, aparentemente. Posteriormente el juez de la causa, el doctor Ángel Justiniano Carranza, luego de tomar declaración a diferentes testigos, la cerraría figurando la muerte de Ocampo como suicidio, considerando que se eliminó con el mismo revolver usado para ultimar a Felicitas.
Entre varias versiones, una de ellas afirmaba que, al percatarse de la discusión y oír los disparos que pusieron fin a la vida de Felicitas, concurrieron a la habitación del hecho su primo Cristian Demaria, y su padre. Al encontrarse con la escena habrían forcejeado con Ocampo, estando en duda si éstos mataron a propósito a Ocampo, o éste resultaría muerto por un tiro escapado accidentalmente de su arma. Otras versiones cuentan que fueron los hermanos de Felicitas quienes le dispararon a Ocampo luego de lo acontecido, o que fuera ultimado por parte del arma de un caballero presente en la fiesta.
Felicitas agonizó varias horas, falleciendo el 30 de enero de 1872. Sus restos se encuentran en el cementerio de La Recoleta. Como curiosidad, el día del entierro, las carrozas que llevaban a la familia de Felicitas se cruzó con la de la familia de Enrique Ocampo en la entrada del cementerio, donde se encuentran sepultados ambos.
Los padres de Felicitas hicieron construir un templo para recordarla, en la calle Isabel La Católica Nº 520, entre Brandsen y Aristóbulo del Valle, en el barrio porteño de Barracas, frente a la plaza Colombia; justo detrás de la casona familiar donde murió. El templo fue abierto al público en enero de 1876, cuatro años después del brutal crimen de Felicitas.
La Iglesia de Santa Felicitas, una mártir del siglo II, es la única Iglesia que pertenece al gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Es, además, la única de estilo neogótico alemán y afirman que es la única con figuras no religiosas. Dicen que el fantasma de Felicitas suele pasearse por el templo y que cada 30 de enero vuelve a pasearse por los pasillos. No está claro el por qué de las apariciones del supuesto fantasma, que comenzó, al parecer, alrededor de 1930; casi 50 años después de su muerte.
Los vecinos memoriosos cuentan que las campanas suelen agitarse solas. El mito mas fuerte y que llena de temor a las personas que acuden a la iglesia es que si alguien toca a voluntad o inadvertidamente la estatua que representa a Felicitas junto a su hijo Félix, se llena de desgracia. Félix murió de fiebre amarilla a los 6 años y Martín murió a los pocos días de nacer.
Iglesia Santa Felicitas
Mas allá de mitos y creencias, hay un misterio que puede verificarse apenas uno se acerca a la reja del templo: en ese momento decenas de gatos se detienen a mirar a quien se acerque; sostienen la mirada y parecen en guardia como si estuvieran protegiendo algo que no se entiende.
Varias veces se trató de erradicarlos y siempre vuelven, están allí, mirando en silencio a quien se detenga frente a las rejas.
Fuentes: toda la información, tomada de las innumerables publicaciones que sobre el tema, existen en internet.
por Robert Antonio Tamborini
Numerosos tangos suelen mencionar el barrio de Barracas. Silbando es uno de ellos, y podemos escucharlo en la versión de Julio Sosa: