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El día después. Reportaje fotográfico

lodo residual en la acera

(Como homenaje a los que perdieron la vida; a los que sobrevivieron, pero afectados anímica y materialmente; para los bomberos, el ejército, la UME [Unidad Militar de Emergencia], la Policía Militar de la UME y todos los voluntarios que se acercaron a “poner el hombro” ayudando en las tareas para desescombrar).

Llegamos a Catarroja-Albal el día 22 de diciembre por la noche. Al salir a caminar la mañana siguiente quedamos sorprendidos y muy apenados, entristecidos, al comprobar la magnitud del desastre provocado por el embate del lodazal; no los del momento impresionante del mismo, los del horror, que no los vivimos cuando arrasaba con todo a su paso, sino lo que quedó como consecuencia del mismo.

Nosotros que no vivimos el horror, ese que me comentaba una señora cuya vivienda quedó afectada como muchísimas por donde pasó la riada de lodo: “estábamos observando cómo se acercaba el agua desde aquel extremo de la calle cuando, mirando hacia el otro extremo, donde está el barranco, vimos espantados cómo se acercaba el lodo a la manera como en la playa vemos acercarse una ola; corrimos desesperados hacia arriba. Aquí a la vuelta unos señores se apresuraron para sacar sus coches bajando a las cocheras. No salieron ni ellos ni los coches. En esta población tuvimos 35 muertos”.

El día 23 hasta el 29 salí a caminar, a recorrer todo lo que pude y al mismo tiempo hacer tomas fotográficas, sino del todo, por lo menos de muchas cosas que quedaron EL DÍA DESPUÉS (aunque en realidad, casi 60 días después). Y aquí debo señalar la ímproba labor que desarrollaban los organismos mencionados ut supra pese a los díastan tradicionalmente festivo. Visto con mis propios ojos no podía eludir mencionarlo.

Comenzando por el piso donde vive mi hijo Juan Manuel, muestro el estado en que quedó el ascensor en la Planta Baja, lo mismo que el mecanismo elevador para la salida de los coches a la superficie (coches que aún permanecen en su sitio, seguramente destrozados); y el local contiguo que una señorita seguramente con mucha ilusión instaló hará unos seis meses, para moda, hecho ahora un hueco estéril.

    

No resisten ni las cortina metálicas al embate furioso del lodazal; donde había comercios, el vacío; como el portón era muy resistente para romperlo, fue derribado; también las motos lo sufrieron.

Tampoco resistieron los semáforos ni los carteles

FOTOS 9       

Desde el día 23, cuando comencé a recorrer diariamente esta población, hasta hoy día 29, pude ver a diario cómo trabajaban echando agua a presión en calles y veredas, camiones cisternas para ese menester por un lado; por otro lado, para quitar el lodo y agua que todavía existe en los sótanos (en una de las fotos se puede observar el nivel superior al que llegó el lodo en un bajo comercial). Precisamente en los bajos de un comercio durante 4 días seguidos pude ver camiones cisternas desagotando y aún continúan. Quitar los tapones de las alcantarillas… No hay pausas

También resulta impresionante ver la cantidad de coches destruidos, se los encuentra en diversos sitios, como en las fotos que tomé a 20 metros de la calle principal, a 200 metros y aproximadamente a un kilómetro de distancia. El coche deportivo rojo me parece es un Ferrari pero las insignias están tapadas (solo se ve 3000 GT), aparentemente recuperable. Claro que son unos pocos ejemplos

A continuación varios detalles, por ejemplo la acumulación (que se ven en cada calle) de enseres domésticos inservibles; cómo la furia del lodazal destruía hasta las cortinas metálicas, mampostería y cristales rotos, puertas de calidad totalmente inutilizadas; negocio y vivienda de un fontanero con futuro incierto ¡como tantos, en las poblaciones afectadas! Uno de los puestos con voluntarios distribuyendo elementos necesarios. Sorprende ver en la fila a personas, matrimonios con aspectos de elevado nivel, aunque ¡si perdieron todo!

Pero… la vida continúa, en un día de mercado.

César J. Tamborini Duca

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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