Anécdotas de tiempos viejos

El argentino según Clemenceau, Unamuno,  Ezequiel Martínez Estrada y el duque de Morny

 

Radiografía de La Pampa

“Los argentinos no son españoles implantados en tierra de América. No. Sin que se lo confiese a sí mismo, el argentino está convencido que una mágica virtud de juvencia, que surge de lo más profundo de su suelo, lo ha revivificado totalmente, convirtiéndolo en un hombre nuevo que desciende de nadie, una suerte de ancestro de formidables generaciones futuras” (Georges Clemenceau, que presidió el Consejo de Ministros de Francia durante la Gran Guerra, manifestó este pensamiento luego de su viaje a la Argentina).

Sin embargo Miguel de Unamuno decía: “…en la Argentina, que también es España, y mucho más España que los argentinos mismos se imaginan”. Porque “la lengua es la sangre del espíritu y en un idioma va implícita una cierta filosofía… Sean cuales fueren los cruces de razas, …mientras un pueblo hable en español, pensará y sentirá en español también”… “Y recordad aquí a Martín Fierro, que también tenía alma española de los viejos tiempos”.  (Juicio de Miguel de Unamuno sobre “La Gloria de Don Ramiro” de Enrique Larreta. La Nación, Buenos  Aires, 15 y 20 de abril de 1909).

“…el Martín Fierro no configura una lengua nacional, argentina, sino una lengua de región (la llanura), de clase (el peón de estancia) y de sociedad (los campos ganaderos) es instrumento de expresión de una clase campesina, de un orbe rural sin cultura, de reducidas ideas, de pasiones simples y vehementes y sin ninguna necesidad estética ni retórica. Es también el habla del estanciero –Hernández lo era- en cuanto éste forma parte con la masa de los individuos hablantes de esa región”… “le da un carácter muy argentino en cuanto el ciudadano tampoco sabe –en la ciudad ni en el campo- qué es lo que quiere, ni cómo ni por qué.

La lengua denota un estado difuso, de malestar, más bien que un fin preciso. Esa es, en resumen, la doctrina social argentina, la filosofía y la política: el descontento, la mortificación, el encono sin poder concretar qué es lo que se quiere (aunque mejor se concreta lo que no se quiere)”. (Ezequiel Martínez Estrada, “Lo social en el habla gauchesca”, pág. 215 de “Muerte y Transfiguración de Martín Fierro”. Beatríz Viterbo Editora, 2005).

¿Y el gaucho? El mismo Martínez Estrada dice al respecto: …”lo gauchesco es lo que Ortega y Gasset vio en la postura defensiva del argentino; lo que Keyserling intuyó como un sedimento geológico de un modo de vivir y de ser del hombre de época muy antiguas. Aquellas definiciones que los viajeros cosmopolitas del siglo XX y los ingleses del XIX notaron como expresivo nuestro –precisamente lo que no vemos porque es lo que somos y además lo que no queremos ser-, eso, más que lo argentino, es lo gauchesco.” (Op.c. pág. 252).

Pero en esta tipología nos falta algo más, el “rastacuer”. Y para definirlo nos remitiremos  a lo que decía el duque de Morny.  

RASTACUER: persona adinerada y jactanciosa que vive rumbosamente. En el París de fines del siglo XIX cientos de argentinos, generalmente estancieros de fortuna, atestaban las calles y sitios de placer de la urbe que representaba el centro del mundo de entonces.

El duque de Morny (medio hermano por parte de su madre, Hortensia de Beauharnais, del Emperador Napoleón III) preguntó cierta vez en 1869 quiénes eran esos seres que deambulaban por París, con brillantes en la pechera y ropa estrafalaria. Se le respondió que eran originarios del “país del cuero” y desde ese momento se los bautizó “rastaquouère”, quedando incorporado al habla coloquial argentina como “rastacuer».

Más recientemente el periodista Enric González escribió en el periódico español “EL PAÍS” (Suplemento Ideas, 7-X-2018, pág. 9) lo siguiente: “Los argentinos se sienten completamente argentinos, no cabe duda. Sus condiciones geográficas son únicas. Su pasado es único. Su capital es una ciudad inmensa, ruidosa, fascinante. Pero uno camina entre los rascacielos de Buenos Aires, habla con los porteños y percibe las mismas sensaciones que en las callejuelas napolitanas: la música de las voces, los giros de la conversación, el brillo juguetón de los ojos, la combinación imposible de fe y escepticismo radical, el caos sistematizado, la alegría de vivir en pleno desastre. Creo que, por razones que no puedo explicar, existe una identidad que cruzó un océano y cambió de hemisferio y, en lo esencial, se mantuvo intacta.

Claro que estoy en desacuerdo en una cosa, cuando dice la alegría de vivir en pleno desastre” porque como argentino radicado en España no puedo olvidar las expresiones de tristeza que observaba en la calle al cruzarme con su gente (mi gente) con posterioridad al corralito. Por suerte eso duró solo un par de años, lo que se tardó en comenzar la recuperación y luego inclusive pagar la deuda externa, no depender de recetas antipopulares del FMI al que ya no se le debía nada y legislar en el Congreso de la Nación la ley más sabia de toda su historia: a partir de ese momento, la Argentina no podía endeudarse exteriormente gracias a esa ley en más de quince mil millones de dólares,  LEY SABIA porque desde Rivadavia en 1824 ciertos gobiernos endeudaban alegremente el país y luego ocurrían las crisis recurrentes; siempre por la misma causa pero sin aprender. Quince mil millones de dólares, si bien es mucho dinero, no resulta preocupante para un país con el potencial de la Argentina.

Lamentablemente el nuevo gobierno surgido en el año 2015, en una de sus primeras medidas que a mí me aterrorizó, fue lograr eliminar esa ley para que entraran nuevamente los capitales financieros especulativos que esperaban ansiosamente la apertura del mercado argentino por sus altas tasas de interés: y ya se están viendo las catastróficas consecuencias que llevarán (lamentablemente) a otra profunda crisis en la que, los que pagarán el pato, serán los de siempre: las clases mas desfavorecidas.

El resurgir rivadaviano, roquista, prebischiano (Raúl Prebich), martiniano de la hoz, menemista, macrista que nos lleva a un nuevo ¡OTRO MAS! desastre gracias a Libertito (alias, Tito Liberti, alias Milei) conjuntamente con su aliada Zarina.

Todos los mencionados tuvieron como objetivo país, pedir dinero prestado con altísimas tasas de interés y vender todo lo que pudieron de la riqueza del país, dicho así a grandes rasgos sin pormenorizar porque sería necesario un libro más voluminoso que la suma del Martín Fierro y del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha; además de describir cómo se llega en los tiempos modernos a la lacra de la esclavitud.

César J. Tamborini Duca Académico

Correspondiente para León

Academia Porteña del Lunfardo

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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