Aguafuertes hispano-argentinas

Un brindis en navidad

Como pocas veces tuve oportunidad de proponer un brindis, al hacerlo ahora me veo en la necesidad de proceder a elaborar el mismo planteándome la pregunta: ¿qué cosa es un brindis? En realidad la respuesta es bastante simple y consta de 2 partes: con qué brindamos y con quienes lo hacemos. En cuanto a “con qué brindamos”, se subdivide a su vez en otras dos: contenido y continente.

Voy a mencionar primero el contenido y me limitaré a esa bebida que acompañó al hombre desde los albores de la humanidad; y digo que me limitaré por no entrar en una actitud eleática (*) que haría interminable la enumeración, y sólo mencionaré entonces el vino y sus varietales.

El vino, que como tantas cosas fue el producto de una casualidad, fue objeto de culto entre griegos y romanos que celebraban dionisíacas y bacanales (en honor del dios griego Dionisio y romano Baco respectivamente). Ya saben que griegos y romanos compartían mismos dioses con distintos nombres, el Dios Supremo que para los primeros era Zeus, para los segundos era Júpiter, y así sucedía con la mayoría de sus incontables dioses.

Posteriormente en la Córdoba califal y encaramado en los siglos XI y XII, dijo el gran poeta árabe Omar Khayyám: “Oigo decir que los amantes del vino serán condenados. … Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el Paraíso”.

¿Pero cuál es -fruto de la casualidad como dijimos- su origen?. Debemos remontarnos en la historia hasta Noé, que debía contener en su barca ejemplares de cada especie para su conservación postrera tras el Diluvio (el Arca de Noé debía ser inmensa), y entre esas especies estaban las uvas que, almacenadas quién sabe en qué rincón, por su propio peso que comprimía los racimos inferiores y con la subsiguiente fermentación, dio origen a esa bebida que saboreada por Noé y por “VENIR” de sorpresa le hizo exclamar “VINO”, y así quedó denominado.

¿Vino o grapa? esa es la cuestión

Pero rememorando al poeta Omar Khayyám y su sentenciosa frase “vacío debe estar el Paraíso” a mí se me ocurre otra cosa, que el vino se remonta aún mas lejos, hasta Eva y Adán, y que en realidad el árbol de la sabiduría fue la vid, y como es comprensible Adán y Eva de la uva descubrieron el vino, y sorprendiéndolos Dios inmersos en alucinada bacanal por sus efectos, los expulsó del Paraíso. Y Dios, que indudablemente sería muy inteligente y conocedor de los sentimientos humanos, ideó lo de la manzana como una estratagema, a escribir en el Antiguo Testamento para hacer olvidar el vino a la humanidad. Que deseen la manzana, dijo (pues lo prohibido genera ese deseo y ambición por poseerlo); total si descubren la sidra, ésta no se presta a bacanales. Claro que no tuvo en cuenta lo fortuito que acaecería en el Arca de Noe, que es a lo que se atribuye el origen del vino en contra de mi teoría eva-adanesca.

Claro que el vino tiene sus derivados según la región geográfica, el clima, las variedades de uva, los métodos de elaboración; y entre estos derivados tenemos el “champagne”, inventado en esa región geográfica francesa por el monje benedictino Dom Pérignon, utilizando uva de la variedad “chardonnay”; y el “cava”, copia catalana del mismo elaborado con otros varietales: monastrel, xarel-lo, parellada, malvasía.

Pero es también interesante saber por qué se inventó, qué expectativas había detrás de ésta búsqueda; y tal vez habría que atribuirlo a esa definición que leí hace poco (lamentablemente no recuerdo dónde, pero les aseguro que no es de mi invención) y dice así: “El champagne es ese vino con pelotitas que inventaron los franceses para que sus mujeres pudieran beberlo sin que pareciesen unas putas”.

Debo hacer ahora una breve reseña sobre el continente: hay dos tipos de copas utilizadas para el cava o champagne: una es la típicamente conocida en España, alargada y en forma de tulipa. La otra es utilizada en Francia y también en Argentina, donde mayoritariamente se utiliza para la sidra, con copa mas achatada y amplia, de la que se dice tuvo su origen porque a Luis XI le gustaban tanto los pechos de su amante, la marquesa de Pompadour, que hizo tomar el molde de los mismos para que le fabricaran una copa en la que beber el espumante vino.

Concluido el “con qué” brindamos, nos queda mencionar brevemente “con quienes” brindamos; habitualmente lo hacemos con los amigos, con la familia, con los compañeros de trabajo. En el caso  de los emigrantes de nuestro solar patrio, Argentina, el impulso primigenio será decir “brindo por los argentinos”. ¿Pero qué somos los argentinos, hijos de un país cosmopolita como pocos, sino el fruto de ese conglomerado de razas que colonizaron nuestro suelo?.

Primordialmente españoles e italianos que se fusionaron entre ellos y con las razas autóctonas: mapuches, guaraníes, aymarás. Pero también eslavos, anglosajones, japoneses, griegos, turcos, árabes, israelíes y un sinfín de etnias y nacionalidades que plasmaron la idiosincracia del país.

Un país plural de gente plural, que nos invita a brindar “A LA SALUD DE LA HUMANIDAD”.

(*) Zenón de Elea. No olvidemos la paradoja de la carrera de Aquiles y la tortuga.

César J. Tamborini Duca

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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