SULTAN, FUTBOLISTA
El cachorro me veía y acudía
presuroso a gruñirme su alegría;
me miraba los pies, me provocaba
imaginando la gambeta que esperaba;
la pelota rodaba hacia una esquina
y él corría presuroso, sin inquina
aunque yo lo burlara; otra pelota
le tiraba hacia otro lado… estaba rota.
Atento de mis pies al movimiento
respondía aún jugando contra el viento;
si yo fuese entrenador de perro y ‘fóbal’
pa’ enseñarle la chilena, el caño, el ‘goal’
un fenómeno sería de las gambetas
jugando seriamente y sin mis tretas
medio centro, o delantero sin igual
convertido en goleador sensacional.
LA INSEGURIDAD Y LOS CÁNIDOS (De 1536 a 2014)
Cuando Don Pedro de Mendoza se atrevió en 1536 a enfrentar las bravías aguas atlánticas para fundar Buenos Aires, en una de las más magníficas expediciones de la época –frustrada por la aún más bravía oposición de los aborígenes- introdujo por vez primera el ganado vacuno y los yeguarizos en el Río de la Plata. Casi medio siglo después Garay los encontró multiplicados generosamente, de manera increíble.
Sin embargo no existe constancia documental de la introducción de cánidos ¿fue Garay o Mendoza? Probablemente ninguno de los dos querría tener ese privilegio, teniendo en cuenta el perjuicio originado. Allá por mil setecientos y tantos las autoridades españolas en Buenos Aires tuvieron que organizar cacerías con el objetivo de exterminar las jaurías de perros cimarrones, que provocaban daños incalculables a las haciendas y atacaban salvajemente a las personas que se atrevían a circular por los precarios caminos de entonces.
Pero ahora estamos en el 2014 y todo el mundo habla de la inseguridad, temen a ladrones y asesinos, blindan sus casas, las transforman en “bunker’s”. Sin embargo yo voy caminando tranquilo por las calles de mi tierra… excepto por los perros (ruego no me malinterpreten, no pretendo negar la inseguridad, que lamentablemente existe como en casi todo el mundo, solo transmitir mis vivencias). Éstos sí me causan terror.
Se encuentran diseminados por todos los sitios, aún los más insólitos, como me tocó contemplar en un tren del subte (metro) de la línea “C” cuando uno de ellos pasó a escasos centímetros de donde me encontraba sentado, para echarse casi a mis pies a escaso medio metro de distancia.
Los hay de todo tamaño y pelaje y te atacan al menor descuido. Estaba aterrorizado con estos amos de la calle y me hicieron pasar muy malos momentos atribulando mis vacaciones, porque a diario debía pasar por un sitio donde se estableció una jauría de cuatro amos del sector, correspondiente a la calle Los Reseros 511: el blanco, el leonado (éste, por su fiereza, haciendo honor al nombre de su pelaje), el negro y el rengo.
LA INSOLITA DOCTORA NN
Venía el primer día del encuentro plácidamente, con las manos ocupadas con bolsas de la compra. Veo a la distancia los perros, la señora que los alimenta, una vecina que la saluda y se ponen a conversar; cuando llego al lugar me ataca la jauría haciéndome resbalar y casi caer al suelo, lo cual hubiese sido peligrosísimo. La susodicha persona siguió charlando como si tal cosa, insensible a la difícil situación en que me encontraba, como acostumbrada a esas iniquidades. Me informaron que es una “doctora” y como éste adjetivo es utilizado ampliamente en mi tierra (¡cómo le va, doctor!… y uno siente henchido el pecho de orgullo) deduzco que se trata de una veterinaria dado su amor a los animales y su insensibilidad hacia sus semejantes. No lo tomen a mal los
veterinarios, que una golondrina no hace verano.
Como mencioné antes me veo obligado a pasar diariamente por el lugar, excepto si hago un rodeo muy grande pues las calles en esa zona de Villa Udaondo suelen medir mas de 150 metros de longitud; uno de esos días se adelantaron a esperarme media cuadra: mi corazón latía aceleradamente y el dolor en mi pecho persistió durante 2 horas. Evité hacer la denuncia para evitar dar una dirección e involucrar a quien me hospeda generosamente. Trato de hacer el extenso rodeo para evitarlos, aunque en todas las calles se encuentran estos ejemplares (pero ninguno tan “cimarrones” como los de la calle Los Reseros. Ni dueña tan insensible).
Tal vez habría que reeditar la ordenanza de mil setecientos y pico, o soltarlos a todos en la calle Florida y aledaños, que como está plagada de “arbolitos”… (que me perdonen los que no captan la ironía; o el mensaje subliminal sobre una actividad que hace tanto daño a nuestra economía y cuya explicación no es el objeto de este trabajo); por favor, no me ladren.
https://pampeandoytangueando.com/aguafuertes-hispano-argentinas/el-hombre-perro/
Fantástico relato que me trae reminiscencias de otros tiempos y otros años….Mi perro amarillo, inmortalizado en un poema y traducido al quechua…….la jauría que me sorprendió un día que en las afueras de Quilmes, buscando una festichola a la que estaba invitado, me perdí y aparecí en el fondo de un callejón sin salida, con una especie de tapera donde unos quince o veinte perros se lanzaron sobre mis piernas….En ese momento, lucidez de recuerdos, se me presentó la recomendación de un amigo que me dijo: «si alguna vez te sigue una jauría, sigue caminando muy despacio, con movimientos lentos saca la caja de fósforos, vas prendiendo de a uno y lo vas dejando caer….» Asi fue, luego de aquellos trescientos metros de terror, se fueron quedando y a al fin llegué a una parada de colectivos de Quilmes…..¿Y el perro? Fue de pibe mi compañero inseparable…Mi perro amarillo lo encontré en la calle cuando gritaba «Crítica sexta con carrera y fottball» y se pegó a mis talones y anduvo conmigo hasta que su joven sangre caliente quedó bajo las ruedas de una chata,…..Felicito a Cesar Tamborini Ducca por su relato, por el recuerdo y por estos formidables pantallazos de la vida que nos retornan escenas no olvidables del pasado. Rodolfo Leiro, desde la Ciudad Autónoma de oAires, un 28 de abril de 2014.
yo a los 5 añitos, como quise acariciar al perro de mi abuela, cuyo nombre era Colita, un perro mediano, blanco con motas grandes negras, me mordió la mano, pues estaba comiendo….. de alli aprendí que no hay que tocarlos si están comiendo…… pero jamás me enfrenté a una jauría. Muy lindo tu relato, muchos saludos y bien venido a la web!!!!!! Nélida Caracciolo
Nunca me he encontrado con una jauría , no se que haría
Pero yo amo los perros , tengo 3 agarrados de la calle, muertos de hambre y dos sarnosos . La última hace 15 días que la tengo
El relato esta bueno , pero me parece de alguien al que no le gustan los perros ¿ me equivoco ?
Tal vez tengas razón Sonia; sin embargo me divertí mucho con un «manto negro» con el que jugaba diariamente al fútbol, Sultán, al que dediqué el poema.
Tuve un manto negro ( mi raza preferida ) pero ahora son todos cruza
SON CACRI ( callejeros criollos , ja, ja )
Lo que si , te aseguro que nunca mas comparé un perro .
Prefiero darle cariño y comida a uno «errante en la vida » , sin dueños , casa ni comida , son los mas fieles a nosotros
Sultan futbolista, me encantó
Pues habrá que andarse al cuidado de tale males.
Al parecer ventearon alguna debilidad y ya le estaban esperando.
Sobrados de astucia, bien pudo ser el leonado, taimado y ladino, que provocara tal atropello, igual el renguito con su mal carácter aportó lo suyo, lo cierto es que campan a sus anchas, son dueños de las calles y ganan con el miedo.
Pues amigo César, muy bueno su relato y sus versos.
Maravillosos (el poema y los comentarios). Los disfruté. Muchas gracias.