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El Hipódromo

Yatasto y Leguisamo

Yatasto y Leguisamo

A la memoria de mi amigo Roberto Faga, gran amante de los «tungos».

Mencionamos en las “cuadreras” la pasión que siente el ser argentino por los caballos, es como si los genes de indios y gauchos, esos centauros que formaban parte indisoluble de sus cabalgaduras se hubiesen extendido por la ancha pampa para desparramarse a todos los confines del territorio.

Si decidimos comprar el periódico un día determinado de la semana encontraremos en sus 2 o 3 últimas páginas las fotos y el desarrollo de las carreras del hipódromo platense; si lo hacemos otro día el mismo resultado relatando las de la pista de hierba de San Isidro, cambiando el sur por el norte de la gran ciudad. Y en ésta, en Buenos Aires, los domingos el no va más sobre la mítica arena de Palermo.  Esa pasión argentina por los caballos queda reflejada en las siguientes palabras de Carlos Alberto Giuria, que transcribimos de su “Indagación del Porteño”:

“El hombre porteño mira la vida, considera a sus pretendientes a través de una tabla de valores que transfusiona del juego, del hipódromo. En la carrera del domingo, el caballo es para el hombre porteño, el animal con mayúscula, la expresión perfecta de un mundo natural cuyas individualidades respeta según su comportamiento en la escalerilla de esa perfección que rige para todos. Aún más, el ganador es un ‘mejor’ entre los perfectos, el crack. Para alcanzar el disco el animal hace todo lo que es, desarrolla sus valores potenciales, su ‘calidad’ a través de la fuerza y de la velocidad. Estira sus músculos, extiende sus patas, empuja su hocico con la cabeza, deja la cola en el aire del pasado. Y gana. El hombre porteño siente respeto por ese triunfo, aunque no sea el suyo y lo saluda con palabras de regocijo o de admiración”.

En las tribunas se desata la algarabía con los pingos caracoleando nerviosamente frente a las cintas; algunos rezagados recién se retiran de las ventanillas con sus “ganadores”, los boletos de sus apuestas, frágil esperanza que se extenderá en el tiempo por breves minutos, durante los cuales dará rienda suelta a su emoción con los gritos de aliento al “yobaca” de su elección, fruto de una corazonada o de un concienzudo estudio previo de ‘pedigree’ y performances.

Nada mejor que transcribir lo que decía Angel Osorio y Gallardo en “Carreras de Caballos”: “No se pueden imaginar ver una sociedad entera enloquecida, desesperada, jugando a las carreras de caballo; el rico, el pobre, el funcionario público, el cajero –que suele disponer de los fondos de la caja- el militar, el magistrado, todo el mundo loco por el juego. En la Argentina (léase Buenos Aires) el sujeto preferente no es el estadista ni el guerrero, ni el sabio, ni el poeta, es el caballo. Ojeamos todos los periódicos y nos encontramos tres, cuatro, seis planas ocupadas por los caballos: retrato del caballo –que todos son iguales-, biografía del caballo, estadísticas, cifras, apuestas, etc. La radio invierte horas enteras en explicar cómo van las carreras de caballos, quien gana, quien pierde; es una locura. En todas partes hay carreras de caballos y se juega en ellas pero no es una enfermedad como en la Argentina».  

Palermo

Palermo

Expectativa en las tribunas, donde se habla de la cotización, de la “ponchada de pesos” que pagaría tal caballo si ganara –cosa improbable- hasta que el grito de “ya largaron” se impone por un breve instante al bajar las cintas, y posteriormente el clamoreo mientras se va desgranando el pelotón con los inevitables retrasados; 2 o 3 en punta parecen los seguros triunfadores, hasta que pasado el recodo, desde el medio del pelotón irrumpe veloz y potente otro caballo que se acerca poco a poco al trío puntero para, entre el ensordecedor griterío de la tribuna, superar uno a uno a los que le precedían y ganar por media cabeza cruzando el disco en medio de la ovación de sus seguidores.

Y con la última carrera el regreso, triunfal de algunos acariciando los pesos en el bolsillo, blasfemando otros que dejaron en ventanilla el sueldo del mes, en la quimera de 4 patas que le llevan a decir “maldito seas Palermo, me tenés seco y enfermo” o esa frase acuñada por los perdedores a los que no les había quedado ni unas miserables monedas para el colectivo y debían regresar caminando por la Avenida de las Palmeras: “ME DEJASTE EN LA PALMERA”.

Hubo caballos y jockeys muy famosos en la Argentina. Entre los primeros podemos mencionar a Mineral, Botafogo, Forli, Congreve, Old Man, Sideral, Mangangá, Arturo A, Tatán y el más famoso, Yatasto. Entre los segundos Falero, Robles, Valdivieso, “el pulpo” Irineo Leguisamo (lo fue de Yatasto también), Jara, Etchart, Maciel, Máximo Acosta (otro que condujo a Yatasto y a quien evoca Celedonio Flores en “Acosta Viejo”, en su “Cuando pasa el Organito”), Artigas, Elías Antúnez “Yacaré”   (recordado por el genial Angel Vargas en el tango homónimo).

Yacaré

Música: Alfredo Attadia – Letra: Mario Soto

Es domingo, Palermo resplandece de sol,
cada pingo en la arena, llevara una ilusión.
En las cintas, los puros alineados están
y la voz de ¡largaron! va corriendo a la par.
En el medio del lote, conteniendo su acción,
hay un jockey que aguarda con serena atención.
Ya se apresta a la carga. Griterío infernal.
Emoción que desborda en un bravo final.

¡Arriba viejo Yacaré!,
explota el grito atronador.
Todos castigan con rigor,
pero no hay nada que hacer,
en el disco ya está Antúnez.
Sabe sacar un perdedor,
ganar un Premio Nacional.
Muñeca brava y al final,
el tope del marcador
siempre es su meta triunfal.

Un artista en las riendas con coraje de león,
tenés toda la clase que consagra a un campeon,
dominando la pista con certera visual,
el camino del disco vos sabés encontrar.
Las tribunas admiran tu pericia y tesón
y se rinde a tu arte con intensa emoción,
Se enronquecen gargantas en un loco estallar
cuando a taco y a lonja empezás a cargar.

Evocación del gran Yatasto

En el ambiente turfístico de Buenos Aires, en el año 1951 circulaba el dato que el 4 de marzo en el Clásico William Kemmis del hipódromo de San Isidro debutaba un potrillo de 2 años que era “fija”. El stud Atenas, de Uruguay, presentaba el hijo del padrillo británico Selim Hassan y la yegua argentina Yucca, bautizado Yatasto. Era preparado por J. de la Cruz y su jockey era Juan C. Contreras. Eran 1.000 metros sobre césped y competía contra otros 14 “pura sangre”. Si bien largó mal pronto se recuperó y dejó atrás a sus rivales, sacando al 2º tres cuerpos de ventaja al llegar al disco. Todas las que corrió ese año, 11 en total, las ganó y la mayoría por amplia ventaja. Luego de  sus primeros siete triunfos participó en el cuádruple campeonato y ganó todos los premios: se impuso en la “Polla de Potrillos”, el “Jockey Club”, el “Nacional” y el “Carlos Pellegrini”

El Carlos Pellegrini del 30 de noviembre del ‘52 fue esperado y solo se hablaba de eso, entrando al hipódromo 100.000 personas para ver a Yatasto conducido por Leguisamo. Sus rivales eran Branding y Sideral, aunque ninguno de ellos era favorito. Tomó la delantera Branding, 2º Yatasto y 3º Sideral. Pero al llegar a la recta final, Yatasto consigue acercarse, aunque luego no tuvo para más e inclusive lo pasó Sideral. Y este Gran Premio pasó a la historia sin revancha, porque el ganador se lesionó. En 1953 ganó en Uruguay (Hipódromo de Maroñas) y todas las carreras que corrió en suelo argentino, donde dejó atrás a Sideral. Batió el record de las 3 millas en 3’4’’1/5. En este último año terminó ganando 22 carreras de las 24 en que participó.

Cuando se retiró fue vendido en 1958 en EE.UU y se sabe que tuvo una descendencia ganadora. Para hacernos una idea de su historial, en la imagen siguiente se detallan sus carreras:                                                                breve historial de Yatasto

breve historial de Yatasto

 Términos del turf

Los habitúes de turf poseen un vocabulario propio de especialistas, por lo que resulta interesante transmitirle a los neófitos lo que escribió al respecto Héctor Angel Benedetti, explicando los términos del tango Preparate pa’l domingo en su libro “Las Mejores Letras de Tango”:

Una rumbiada papa: un dato seguro, bien encaminado

Sport: beneficio que se obtiene por cada boleto apostado

Datero: el que informa las probabilidades de ganar que tiene cada caballo

Un gran muñeca: un jockey hábil

Ganador: boleto apostado al triunfo de un caballo

A placé: apostar a que un caballo sale segundo

Uno y uno: apostar un boleto a ganador y otro a placé (se considera propio de jugadores venidos a menos

Gente que palpita: personas a la expectativa de un dato favorable a su apuesta

Sangre: pedigrí del caballo

Aprontes: preparativos previos a la carrera

No te violentes al vamos: no vociferes cuando recién largaron

Tirada: longitud de la pista

Chaucha: dinero para la apuesta

https://pampeandoytangueando.com/pampeando/las-cuadreras/

 

PASION HÍPICA (comentario)

Sobre la pasión hípica de los argentinos, Eduardo Aunós escribió que “…los caballos, a causa de su abundancia y de su condición semisalvaje, han dado lugar al más nacional de los deportes. Había entonces dos magníficos hipódromos en Buenos Aires: el Argentino, que pertenece al Jockey Club, y el Nacional. Como país rico y de fácil ganancia, el argentino es aficionado al juego. De ahí que las carreras de caballos congreguen  enormes multitudes qe realizan en su sede una mezcla feliz de las dos aficiones: la hípica y la del juego. En ambos hipódromos se solían cruzar oficialmente unos veinte millones de pesos anuales en apuestas, independientemente de las que se cruzasen en particular. La recaudación del Jockey era de unos dos millones anuales, de los que la Municipalidad cobraba por impuestos alrededor de 350.000 pesos. El entusiasmo por las carreras es delirante. Hasta los chicos juegan. Los hipódromos rebosan los días de carreras, y como en todas partes, las damas que acuden a esta fiesta brillantísima, aprovechan tal coyuntura para mostrar las últimas creaciones de sus modistos”. (“BUENOS AIRES. Ayer, hoy y mañana”, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1943, páginas 241 y 242)

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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