Antiyer se arrejuntamo lo tre reo, se juntamo: el Oscar, el Jorge, y el chamuyero éste, pa’ parlarla lunga; gomías de la Facultad de Odontología, con nuestras respetiva mina, la Marta, la Adriana y mi pior es nada, la Patri.
Garramo por la avenida Alicia Murió de Susto y aprospicuamo en “La Perichona”, un tugurio donde fuimo a morfar en el Puerto de la Madera, que tendrá ese nombre en recuerdo dese otro, el Puerto de Palos, donde salió el Colombo a redondear la tierra.
Morfamo de lo lindo, morfamo: raviole y otra porquería desa, y chupamo un vino blanco que aseguran llegó tarde a la cosecha. Dulzón. No no pusimo en pedo porque el blanco es así, para mujere; yo hubiera preferido un tintorro, cuanto más tinto mejó, como chamuya el tango.
Parlando de tango, endispué se fuimo a una tanguería, se fuimo. Atuaba Lucas Páez, el hijo de la Adriana, en una compañía milonguera ¡qué compañía! Y ¡qué Faena! ¡Cafishio el telo! Pa’ compadrear, al espetáculo lo llaman “Rojo Tango”.
Las minas mostrando todas las gamba hasta lo caracuce; los reos… ya les contaré. Primero que nada la música. ¡Qué quinteto! Piano, contrabajo, dos fueyes y un violín sublime. Un redepente troileaban con “Quejas de Bandoneón”, un poco antes parecían la típica del “Rey del Compás” con “La Cumparsita” y “Loca”; pugliesiaron de lo lindo con “Bordoneo y 900”, y si mal no recuerdo estuvo presente el “decarísimo” “Buen Amigo”, por ahí entreverando algún tema de Piazzola. Se me daba el berretín de mover mis tabas en el escenario, se me daba; decí que me asujetaron.
Volviendo a los reos y las grelas, yo mucho no lo entendía porque esperaba esos firuletes canyengueados donde el bacán y la mina parecen afetados de asiática, parecen; por lo encorvadito que van, a lo Lusiardo. Estos en cambio van eretos como Ministro parloteando en la tele. Y a cada rato cambeaban el repertorio, cuando parecía que comenzaría el besuqueo y la franela ¡zas! Como que se enojaban endeveras, y la mina que retrocedía como pa’ escapar, y el bacán persiguiéndola hasta que la alcanzó y la cachó de la cintura levantándola en el aire, y ella que forcejeaba y parecía que se garrarían a sopapo limpio ¡y de pronto! la chirusa le manda un taconazo a lo hue.. a lo hueco entre pierna y pierna del gilastrún, que si lo agarra lo deja forfai, lo deja.
Y la mina dale que dale, le mandó como 20 patadones, pero el coso tenía una gilidad bestial y esquivó todos. Y así una y otra pareja, parecía que practicarían un chamuyo de novela de Alberto Migré y enseguida como que se enojaban endeveras… pero al final siempre terminaban haciendo las paces, junándose y haciendo piquito como si se quisieran morfar a besos.
La cantante… ¡cómo encandilaba con sus faros!… digo con el faro de su voz la oreja de lo ñato que escuchábamo. El cantor con una voz muy potente y linda pero no es cantor de tango, no “siente” el tango; es cantor para otros cantos, bolero por ejemplo. Pero eso no empañó su atuación, y todo el grupo milonguero mereció el aplauso con que lo premiamo. ¡Linda noche con lo reo del reencuentro anual! ¡Salute, viejos gomías! (¿o serán gomías viejos?)