A la memoria de mi tío Celestino “Chichí” Duca
Como en nuestra Argentina tierra el campo y la ciudad tienen un punto de encuentro en el límite marcado por la línea exógena de la ciudad –el arrabal- adonde concurren por un lado el arrabalero que por sus escasos recursos e instrucción es expulsado de la zona céntrica, y por el otro aquel campesino gaucho o paisano atraído por el brillo y las comodidades de la ciudad, en ese límite del encuentro entre el gaucho malo y el compadrito, ejercitados en el coraje del puñal, coexistieron la milonga surera con su mester de gauchería, y el lenguaje “carcelario” del lunfardo para entremezclarse y generar el mester de lunfardía y los primeros tangos que en muchos casos eran estilos camperos como se comprueba en las primeras grabaciones de Gardel, de Ignacio Corsini y tantos otros.
Ese canto surero generalmente estaba constituido por décimas y uno de sus autores –muy poco conocido- fue Luis Domingo Berho, de la zona de Cañuelas (en la provincia de Buenos Aires y muy cercano a la ciudad capital). Aparentemente no editó ningún libro, y las décimas que circulan son probablemente reproducidas de algún libro o revista especializada que contienen temas de él.
Obra en mi poder DE MI GALPÓN, un pequeño fascículo que, conociendo mi afición por el campo y las letras, me obsequió hace unos años un mi tío de nombre Celestino Leandro Duca, amigo y casi otro hermano mayor con el que anduvimos entreverados en cabalgatas hasta el pueblo, en la recogida del ganado vacuno al atardecer, y hasta en una cosecha de trigo en la que me tocó manejar el tractor. (La foto es de mi papá, años ’30 del siglo pasado).
Tendría yo unos 15 años y el tractor me superaba ampliamente en edad: era un viejo «Case» con ruedas todavía metálicas que desarrollaría no más de 2 o 3 Km a la hora; la lentitud exasperante y la calígina de los primeros días de enero aseguraban la modorra, pero cuando el tío apreciaba mi somnolencia, desde la plataforma de la cosechadora donde él recibía el grano y cosía las bolsas de arpillera, me arrojaba con fuerza un puñado de trigo, suficiente para despertar nuevamente mi atención.
De ese fascículo elegí para esta ocasión “COCINA ‘E CHACRA”, en la que parece que don Luis Berho estuviera describiendo la cocina que me acogió en mi infancia en el campo de mi abuelo José Duca, y en mi primera juventud en lo del tío «Chichí»: la mesa tioca, el banco largo, la cocina económica… pero no la muerte de Lencina, a pesar de lo cual se lo evoca en mi poema https://pampeandoytangueando.com/poesia/milonga-de-un-punal-pampa/ Recuerdos y más recuerdos, de los que también se vive.
COCINA ‘E CHACRA (Luis Domingo Berho)
Cocina vieja cocina
Que jué de siete por cuatro,
Lugar donde fuera el teatro
De la reunión campesina.
Hoy mi mente te imagina
Y al tiempo lo he desandao.
Y ya me veo parao
Allí mismo donde estabas
Y ese lugar que ocupabas
Hoy es potrero pelao.
Aquí se habló de las trillas,
Del tiempo y la maquinaria,
De los rindes por hetaria
Y las clases de semillas.
Aquí estaban varias sillas
Dispuestas en derredor,
Y creo que sin error
Podría decir certero
Adonde estaba el aujero
De plantar el asador.
Aquí se afiló un cuchillo,
Por acá pasó el amargo,
Aquí estaba el banco largo
Bien lavao con el cepillo.
Estaba haciendo un martillo
Con la punta de la mesa,
Que era larga, tioca y gruesa;
Y estoy viendo el perro abajo
Pellizcando con trabajo
El resto de alguna presa.
Aquí jué la carcajada
Por la ocurrencia más cómica,
Aquí estaba la “económica”
Con su plancha bien fregada.
Aquí jué la choriciada
Y el baile con acordeón;
Aquí se colgó el jamón
Y la caña choricera,
Cerquita de la arpillera
Del cielo raso panzón.
Aquí se contó el suceso
De la muerte de Lencina
Esa tarde en que en la esquina
Estaban tirando el güeso.
El silencio más espeso
La alegría jué copando.
Aquí se arregló Servando
Con una de las muchachas.
Le lavó un par de bombachas
Y se las siguió lavando.
Aquí se sintió el olor
Que da la leña de vaca,
O el del guiso que se saca
Con paciencia y con amor.
Aquí se sintió calor
La noche más invernal,
Aquí se hacía el mensual
Al lao del fuego encendido,
Sobre algún callo partido
Su cura de “unto sin sal”.
Cocina vieja cocina
Que jué de siete por cuatro,
Hoy te ve como en un teatro
Mi añoranza campesina.
Como buscando tu ruina,
Después de güellas inciertas,
Por tus invisibles puertas
Penetro con paso tardo
Pa’ florecer como un cardo
Sobre tantas cosas muertas.
cuantos recuerdos !!!!!!!!!!!!!!! la cocina económica , todavía se ven las de hierro. Pero esa de la foto ,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, frente a mi casa había una igual solo que revestida de baldosas rojas . Nunca la vi prendida , pero contaban mis padres que cuando se casaron – 1934- vivieron en esa casa y era la cocina que tenían . Yo nací 16 años despues y ya vivían en esta casa
Me encanta recordar cosas pasadas , del campo no se nada
En la década del 50 y 60 mi abuela vivía en un departamento que alquilaba por la calle Simbrón en Villa Devoto, donde había esas cocinas -como en la ilustración- que eran como una mesada, con unos nichos u hornallas donde se ponía leña o brasas y allí se cocinaba o se calentaba el agua. También tenía una cocina a gas.
Cuando visitábamos a mi tío en el campo, allá en Entre Ríos, tenia la cocina como narra Don Luis Berho.