La SEMÁNTICA (del gr. “semaino” = significar) estudia el significado de las palabras; y también las EVOLUCIONES Y CAMBIOS del lenguaje, porque como dijo Víctor Hugo “le mot est un être vivan” (la palabra es un ser viviente). En su “gramática de la lengua española” (Ed. Tecnos, Madrid, 1964) José Antonio Pérez-Rioja tiene un Capítulo (XVI, pág. 128 y sig.) titulado “Vocabulario de palabras y locuciones extranjeras” diciendo de éstas que muchas tienen una existencia efímera*, condicionada a la moda o las costumbres de una época, en tanto otras echan raíces hasta incrustarse en el idioma por diversas causas: a veces pedantería, otras por economía del lenguaje, que prefiere detallar algo con una sola palabra antes que con una perífrasis de dos o mas palabras en el lenguaje vernáculo.
*Dentro de las palabras que desaparecen con el tiempo tenemos un ejemplo en “culotte” (“quiló”, del francés) referido a la prenda interior femenina, cuya mención e imagen en la propaganda de Revistas para señoras (Vosotras, Para Ti) era permanente en los años ’40 – ’50 del siglo pasado, Revistas habituales en las lecturas de mi vieja deslumbrando mis ojos infantiles (pero aún sin entender por qué) cuando las ojeaba, y posteriormente ésta publicidad y el vocablo que la designaba, desapareció por completo. Por lo menos en Argentina.
En nuestro lunfardo un ejemplo muy conocido es “jailafe” que, en una sola palabra, evita el circunloquio de decir “gente de la alta sociedad” o “de alta vida”; lo adoptamos del inglés “High life”.Pero tengan en cuenta que en el lunfardo, como en cualquiera otra lengua extraña –es decir, que no dominamos- es necesario entender no solo el vocabulario, sino el contexto en que se inscriben las palabras. Veamos un ejemplo con la palabra “engrupido”:
“Juan es engrupido” = es jactancioso
“Juan fue engrupido” = fue engañado
“A Juan lo engrupieron con halagos”; en este caso reúne las dos condiciones anteriores: lo halagaron excesivamente, engañándolo sobre sus cualidades; y se transformó entonces en un engrupido (pillado = jactancioso) al creerse más de lo que en realidad es.
El profesor Pérez-Rioja provoca mi sorpresa al hacer un meticuloso listado de extranjerismos usuales en España, muchos de los cuales están también incorporados a nuestro lunfardo: del latín, del francés (galicismos), del italiano (italianismos), del inglés (anglicismos). Y del calé o lengua de los gitanos en España; es decir, los restos que los gitanos peninsulares conservan de su antiguo dialecto indoeuropeo. Del listado del calé extraigo algunas palabras que recalaron en nuestro lunfardo:
Chalao: loco / Chalar (chalarse): enloquecer
Fetén: lo mejor
Gilí (= gil): tonto, inocente
Mangante: pedigüeño, sablista
Parné: dinero
Postín: presunción, lujo, elegancia
Sorprendentemente, en el listado no figura “guita” (dinero) que procede de la lengua de los gitanos.
Los italianismos son muy frecuentes y conocidos en el lenguaje popular argentino, y encontramos ejemplos provenientes de un gran escritor peninsular que menciona “timba” para referirse al juego por dinero, o “puntos” indicando una o más personas. (Luigi Pirandello, “El Difunto Matías Pascal”, Biblioteca Básica Salvat nº 95, pág. 55 y 56).
Algunas particularidades a tener en cuenta en el Idioma Nacional de los Argentinos y en el Lunfardo (que no son la misma cosa, pero hay coincidencia en algunos aspectos) son el voseo y el yeísmo.
VOSEO: consiste en el uso de la forma arcaica “vos” en lugar de “tu”, construyendo frases con formas verbales arcaicas a las que se suprime la “i”: estás, amás, querés, llegastes… en lugar de las formas arcaizantes que concertarían perfectamente con la forma arcaica “vos”: estáis, amáis, queréis, llegasteis…
Un ejemplo: “Che, fulano, ¿vos estás (=estáis) ahí? que se desfigura por la supresión de la “i” en la pronunciación del verbo, dando así origen al VOSEO.
YEÍSMO: consiste en la pronunciación de la ll como si fuese “y”.
Se escribe correctamente, por ejemplo caballo, gallina, cuchillo, pollo, barullo, bolsillo… pero cambia la pronunciación pues fonéticamente se transforma en “cabayo”, “gayina”, “cuchiyo”, “poyo”, “baruyo”, “bolsiyo”…
El YEISMO es perfectamente válido en el lenguaje rioplatense, aunque llevado al extremo como ocurre en algunas capas sociales denota falta de cultura. Para aclarar esto del yeísmo llevado al extremo me valdré de una anécdota que contaba Edmundo Rivero sobre un cantor de barrio al cantar el tango cuya letra pertenece a Julio Jorge Nelson, “Margarita Gauthier” (1935): …”Hoy de hinojos en la tumba donde descansa tu cuerpo / he brindado el homenaje que tu alma suspiró, / he llevado el ramillete de camelias (ramiyete… cameyas) ya marchitas / que aquel día me ofreciste como emblema de tu amor”…
Y cuando ponían en evidencia su error diciéndole que debía pronunciar “camelias” se burlaba exclamando “un hombre que se precie no va a pronunciar caballo sino cabayo”. Claro que éste cantor era un lunfa, un arrabalero, o –si lo apocopamos- un reo.
Aunque a veces pueden solaparse, hay un ligero matiz diferencial entre lo que sería el Idioma Nacional de los Argentinos y el Lunfardo propiamente dicho.
EPANADIPLOSIS es otra modalidad que consiste en “hablar en sándwich”, por ejemplo “se acabó la guita, se acabó”, licencia en el vocabulario al que son afectos los habitantes del arrabal, los “reos”.
Otras licencias gramaticales enmarcadas en el lunfardo son la metátesis, la metáfora, la supresión de fonemas, combinación de metátesis y supresión de fonemas, paragoge, elisión, omisiones, sustituciones y un sinfín de cambios en el vocabulario rioplatense que ya expliqué en “Lunfardo y mester de gauchería”:
https://pampeandoytangueando.com/?s=con+permiso+soy+el+tango+%28XXV%29
El gaucho y el tango
Puesto que muchas de las alteraciones del lenguaje de las que hablamos se dan tanto en el mester de lunfardía como en el mester de gauchería, pero como aquél guarda íntima relación con las letras de tango, no estaría mal tratar de comprobar alguna relación entre el gaucho y el tango, para lo cual voy a encomendarme a la sabiduría de Borges. No obstante, no está de más recordar que en el canto popular los primeros cantores fueron gauchos que, acompañados de su guitarra, entonaban estilos y milongas sureras; y desde estos ritmos musicales hubo posteriormente un vuelco a las letras de tango. No olvidemos tampoco a sus primo hermanos, los payadores.
Para afirmar que las palabras “gaucho” y “tango” no tienen nada en común, Borges menciona en sus Conferencias editadas en el libro “El Tango” (Ed. Lumen, 2016, p. 45 a 47) al escritor Ascasubi, del que dice menciona en su obra por dos veces –y definiéndolo- la palabra “compadrito” pero no usa la palabra “tango” y la palabra “corte”. Porque –dice- si Ascasubi hubiera conocido la palabra “corte” la hubiera usado en lugar de la muy hispánica “dengue” en los versos “¡Ah china! ¡Si la cadera / del cuerpo se le quebraba! / pues tanto lo mezquinaba / en cada DENGUE que hacía / que medio se le perdía / cuando Lucero le entraba”. Yo creo que Borges tenía razón, que ahí entraba perfectamente la palabra “corte” en lugar de “dengue”.
Pero describe otra más probatoria, ésta en el Martín Fierro en la descripción, también, de un baile; es en un pasaje en que aparecen 3 palabras cuya rima es “ANGO”. Se trata de la estrofa número 333 que dice: “Con gato y con fandanguillo / había empezado el changango, / y para ver el fandango / me colé haciendomé bola, / mas metió el diablo la cola, / y todo se volvió pango”. Dice Borges que si Hernández hubiera conocido la palabra “tango” le resultaría más fácil colocarla en lugar de cualquiera de las otras tres, sobre todo “pango” (confuso), agregando que esa palabra no había “oído ni leído nunca fuera del texto de Hernández”.
¿Será tal vez que Borges no tuvo entre sus lecturas la obra “Los tres gauchos orientales”? O tal vez se trate de un olvido, porque el autor uruguayo Antonio Dionisio Lussich la menciona en el verso 39 de la página 42 (Buenos Aires, Imprenta de “La Tribuna”, 1872):
“Se acabó el pango, y verá / por los güesos de mi agüelo, / que con la pata en el suelo / vamos a tener que andar”. El autor oriental había dedicado su obra al colega argentino José Hernández, según consta en la carátula y en la carta que le dirigió el 14 de Junio de 1872, editada en las pág. 3 y 4.
Sin embargo –aclara Borges- el gaucho influye sin saberlo en el tango, pues había una afinidad entre el compadrito –plebeyo criollo, orillero- y el gaucho: ambos trabajaban con animales y los guapos más famosos recreados en el tango, salieron de los oficios protagonizados por los compadritos: matarife, cuarteador, carrero. Agrega además que el compadre se veía como criollo, y el arquetipo del criollo era el gaucho, como se aprecia en la letra de “La Morocha”. Tango nacido una Nochebuena de 1905 en la Confitería Ronchetti ubicada en Lavalle y Reconquista cuando Ángel Villoldo borroneó unos versos sobre una melodía que desgranaba en el teclado Enrique Saborido:
De esta manera Borges lograba hermanar en su Conferencia sobre El Tango, al gauchi-criollo y al compadrito-orillero, en los versos de un tango cuya inspiración se debió –al parecer- a la tonadillera uruguaya Lola Candales: “Yo soy la fiel compañera / del noble gaucho porteño”…
por César J. Tamborini Duca