El Lamento
Decía Edmundo Rivero en su libro “Una luz de Almacén” que en los viejos versos de burdel han quedado muchas palabras ya sin valor, aunque otras se han proyectado hasta hoy, y pone el ejemplo de un poema anónimo, sin título, que podría haberse llamado “El lamento”:
Retacona deidá de mis amores,
Mina a la gurda, dueña de mi vida
No niegues a tu viejo los primores
De tu alma, ni las latas, mi querida.
Ya ves mi alma que yo te campaneo
Y te chamuyo siempre noche y día
No puedo apolillar si no te veo,
Ni morfar cuando pienso que eres mía.
Vos ya no te acordás de que ando pobre,
Porque estás bien, el bagre no te pica,
Ni te falta el bullón… yo empeñé el sobre
N’ostante andar con una mina rica.
Acordate mi bien que no hace mucho
Cuando andaba empilchao y tenía vento,
Siempre que me pediste, no fue al pucho,
Porque pudiendo te largué al momento.
Pero vos, como ahora te mudaste
Frente a una casa de alto, el otro día
Yo te hablé y por baranda me largaste
No comprendiendo lo que yo sufría.
Te perdono, mi bien, porque te quiero…
Aunque no precisás que te lo diga;
Con que así, pa’ otra vez de vos espero
Que me des el derecho de la liga.
El verso final debe referirse al “derecho de pernada” que se practicaba en la época feudal (ignoro si tendrá otra significación). La mención de “las latas” cuyo significado se encuentra en el [BLOG] de octubre (en “El origen de las palabras”) implica que el poeta en cuestión es un canfinflero, por lo que, a la probable enunciación que de su título hace Rivero, yo le agregaría el sustantivo y quedaría “El lamento del canfinflero”.
César J. Tamborini Duca