Bienvenidos a «Pampeando y Tangueando», un blog en el que encontrarán la esencia del terruño argentino a través de personajes, costumbres, relatos.
En él se percibirá el perfume de la tierra en los atardeceres lluviosos; que no otra cosa es la naturaleza con olor a campo y a leche tibia recién ordeñada; y los melodiosos arpegios producidos por el impetuoso ‘Pampero’ silbando entre las ramas de los eucaliptus; visualizar la curvatura de la Tierra en la línea del horizonte; y las actividades de gauchos y paisanos en sus rudas tareas campestres, y en sus diversiones.
Los pueblos. La ciudad y sus personajes, en semblanzas tangueras que repican en los oídos como los tacones de aguja de las milongueras, en los amaneceres románticos, recostando su cabeza en el hombro del garifo de turno, al regresar de los «bailongos» por las veredas neblinosas otoñales.
Y si después dan ganas de entrar en una de las emblemáticas cafeterías de Buenos Aires… ¡misión cumplida!
CONOZCAMOS EL POR QUÉ. Si yo expresara la opinión que los araucanos no existieron, que los pampas no existieron, es probable que pensaran que no estoy en mi sano juicio. Sin embargo planteo este interrogante ¿es correcto hablar de “Indios Pampas”? A pesar de reconocer que me gusta se los conozca con ese nombre, adquirido por la fuerza de la costumbre desde el momento de la llegada de los conquistadores, no es la denominación correcta, como tampoco lo es la de “araucanos”; ya veremos por qué en el transcurso de estas páginas.
Páginas que pretender ser una reivindicación de los primigenios habitantes de esas latitudes, de sus hábitos, de sus costumbres y creencias, su lengua, de su cultura en fin. Porque sufrieron el expolio, pero no nos rasguemos las vestiduras, el expolio no provino de los conquistadores españoles (que forzosamente hubieron de aceptarlos y firmar tratados de Estado a Estado con ellos) como pudo ocurrir en otras regiones de América, sino de las corrientes liberales criollas que pretendían anexionar esas tierras feraces en provecho propio cuando la población mundial demandaba granos para su alimentación y se pretendía aprovechar esas tierras para la agricultura y la generación de riqueza a través de la exportación. Por supuesto los favorecidos no serían los indios, a quienes se vilipendió y masacró con el eufemismo de hacerlo “en aras del progreso y la civilización”.
Ya quisiera yo que el Estado Argentino me diera la parte que me corresponde de ese expolio para restituirlo a los herederos de esa valiente nación, sus legítimos dueños. Como eso no será posible, por lo menos aporto estos textos para que quienes los lean conozcan parte de la historia de los mapuche.