El origen de las palabras

SÍNDROME DE DIÓGENES Y CREMATOMANÍA (O “cuando los opuestos se encuentran”)

Diógenes

Acababa de escribir el artículo sobre el “Síndrome de Diógenes”, cuando para mi sorpresa recibo un correo del Dr. Alposta con su artículo sobre la “Crematomanía”. Me parecieron vinculantes en el sentido de acaparadores de “algo”. Seguramente para el psicoanálisis tanto en uno como en otro caso se trataría de “avaricia” por la tendencia a acumular más y más cosas. Pero… no me voy a extender en la introducción, mejor dejar que los lectores saquen sus propias conclusiones para encuadrar a unos y otros de estos (con perdón, “psicópatas”) en la categoría que –no dudo- lograrán ubicar.

Diógenes y el linyera

El “linyera” es una persona innominada, siendo el motivo de ese nombre el atadito que lleva colgando de un palo sobre sus hombros en los desplazamientos de sus continuos desplazamientos por los caminos. Atadito que contiene su ropa de recambio, su ropa interior u otra. Por esa circunstancia nace el nombre aplicado a ese vagamundo, por la “lingeríe” que transporta; nombre derivado del francés.

Si recordamos el “cómic” de la contraportada –humorística- del diario “Clarín” cuyo título era Diógenes y el linyera, lo sorprendente es que el linyera lo es así, sin más, carece de nombre, mientras que el perro que infaltablemente lo acompaña lleva el rimbombante apodo de “Diógenes”. Como si el autor de la historieta (el humorista uruguayo Tabaré) concediera menos importancia al individuo-persona, que al perro acompañante de aventuras.

Pero ¿quién era Diógenes, que prestó su nombre a un síndrome? Diógenes de Sinope, también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sinope, una colonia jonia del mar Negro, ​ hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C. Diógenes, cuyo padre había sido un banquero acusado de falsificar moneda, tenía escasas posesiones porque había elegido la pobreza, adoptando la independencia de las necesidades materiales y su ideal de privaciones: él portaba solamente lo estrictamente necesario, un manto, un cayado y para dormir poseía una tinaja

Los “cínicos” mendigaban para comer, dormían a la intemperie y hacían compañía a los perros de la calle, pues creían que la obsesión por poseer nos hace desgraciados. Y que el secreto de la felicidad consistía en necesitar poco. 

De ahí que el síndrome que lleva su nombre, se aplique a aquellas personas –de edad avanzada generalmente-  cuyo comportamiento se caracteriza por el total abandono personal y social, como así también por su aislamiento voluntario y la acumulación en su hogar de grandes cantidades de objetos inservibles (desperdicios, en muchos casos) pensando que en algún momento pueden resultarle de utilidad.

A veces se los designa de ese modo por el solo hecho de acumular cosas aunque no fuesen desperdicios, como afirmaba recientemente José Luis Berlanga sobre su famoso padre Luis García Berlanga: “mi padre era un Diógenes, lo guardaba absolutamente todo, hasta los frasquitos de las medicinas diciendo que le podían servir algún día. En su casa de Somosaguas que era enorme, no se podía ni entrar”. 

La historia nos muestra a Diógenes en su pobreza, viviendo en un viejo barril o en un ánfora.

por César J. Tamborini Duca

Crematomanía

La palabra “crematomanía” significa “obsesión por el dinero” – de krematos (dinero) y manía (trastorno del estado anímico frente a determinados estímulos). En psicología es el nombre que se le da al excesivo apego a las riquezas, a la obsesión por el dinero vuelto enfermedad; enfermedad cuya sintomatología, los maniáticos en cuestión, por lo general, niegan padecer. La necesidad de querer cada vez más y la insatisfacción son sus rasgos más representativos.

Tío Gilito

La principal preocupación del que amarroca es la de guardar para un futuro que nunca llega. De las operaciones matemáticas básicas las únicas que practica son la suma y la multiplicación. Adora a los billetes, a los que escabuye después de contarlos con placer morboso. Y aquí, me parece oírlos cantar los versos que, en la cantata sobre “Los 7 pecados capitales” puse en boca del avaro:

Me gusta ver la guita amarrocada.

Soy peor que Harpagón…

yo nunca garpo nada

y prefiero, a los bancos, el colchón.

Al billete lo plancho de tal modo

que hasta le saco brillo.

Soy devoto del codo

y tengo un cocodrilo en el bolsillo.

¡Y qué decir cuando al “crematomaníaco” se le da por entrar a acumular menega  a costa de los bienes ajenos y los patrimonios públicos!

No puedo dejar de «asociar» (algo que ya lo hacía Freud, y en serio) crematomanía con ‘crematorio’ y crematorio con ‘horno’ y horno, con aquello de:

que ‘ayá’ en el horno nos ‘vamo’ a encontrar. 

¡Y ya estamos escuchando“Cambalache”! En una versión que la tecnología permitió ensamblar con 3 voces extraordinarias del tango: Julio Sosa, Edmundo Rivero y Roberto Goyeneche:

por Luis Alposta

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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