Resulta difícil describírselo a una persona que no tiene la imagen visual del individuo en cuestión, porque puede confundirse con otros ejemplares similares. Pero para adentrarnos en el tema digamos que ellos “no van” para mirar, sino para que los miren. Es el típico varón que va al gimnasio con la intención de parecerse a Charles Atlas para lo cual utiliza dietas hiperprotéicas e hiperglucémicas. Pero no es el musculoso tipo Ronaldo con aspecto de “metrosexual”. No, es el musculoso tipo macho, provocador; no es que te provoque directamente, es provocador en la postura, casi amenazante. A lo mejor no es esa su intención, pero así se percibe, casi como un malevo del arrabal porteño… tal vez éste sea su ancestro, aunque prefería las filigranas del facón a la musculatura.
Allá en mis pagos pampeanos, aún no se conocía el término, sin embargo había alguien aproximadamente de mi edad a la que el término le hubiera caído como anillo al dedo; recuerdo estar en la vereda en el boliche de Arturo Alonso junto a otros paisanos, y Arturo señalando a esta persona que pasaba caminando con el contoneo propio de un patovica por la vereda de enfrente exclamó: “mirá el P.L. como camina mandándose la parte, se hace el pesado”. “Pesado”, esa era el término del lugar y fecha. Si bien no había gimnasio, es probable que P.L. hubiera rellenado el cupón de la publicidad de esas revistas hogareñas de antaño, “Labores”, “El Hogar”, cuya publicidad que acompañaba una imagen musculosa decía: “antes yo era un alfeñique, pero gracias al método de Charles Atlas conseguí esta musculatura”.
Lo más característico es su andar, con una cadencia casi arrastrando los pies y un contoneo de caderas que viene a la imaginación el caminar de un pato (y el sustantivo que se le aplica guarda relación con el palmípedo mencionado, como veremos luego). Ese contoneo de caderas no guarda comparación con el “quebrado” practicado por el compadrito “canyengue”; es menos ágil y va acompañado de un braceo acompasado, estudiado.
Pero no es el braceo estudiado y forzado –de componente político- como el que practica Rajoy que mueve a risa (por lo menos a mí; lo percibo tan artificial que me resulta comiquísimo y me recuerda a un tal Bush, aunque éste lo hacía más naturalmente). El braceo del patovica también es estudiado, pero más pausado, más lento; para entenderlo, es como si te estuviera diciendo “cuidadito conmigo que te doy vuelta la jeta de un tortazo”. Sabe que lo miran y ahí radica su orgullo, su pedantería, su querer comerse el mundo.
Claro que ésta es una descripción física y nos falta saber de dónde proviene el nombre. En 1950 había en Campana (provincia de Buenos Aires) un criadero de patos y pavos que se llamaba “Patos Vicca” por el apellido de su dueño. Los patos eran enormes y parecía que tenían músculos, debido a su alimentación con leche que aportaba proteínas; por analogía, a los físico culturistas se los comenzó a llamar “patovica” por contracción de la palabra “Patos Vicca”. Y éste es uno de los términos informales, un argentinismo para denominar a un guardia de seguridad principalmente en la entrada de los “boliches”.
por César Tamborini Duca
Amigo César, una excelente descripción del típico compadre argentino! Felicitaciones!
cordial abrazo