LA JOTA. El origen de las palabras nº 34
La influencia árabe en el mar Mediterráneo se dejó sentir fundamentalmente en el sur de Italia y de la península ibérica, y esa influencia también apareció en los bailes, siendo la jota una danza morisca hasta en su propio nombre, si tenemos en cuenta que su autor fue el músico árabe Aben-Jot, que residía en el reino de Valencia. De ahí se extendió a otros sitios, fundamentalmente al reino de Aragón.
Es muy probable que la modificación lingüística haya recorrido el siguiente camino: sus adeptos la llamarían en un primer momento “la danza de Aben-Jot”, transformándose posterior y sucesivamente en “la de Jot”, “la Jot” para concluir con el conocido nombre de “la Jota”.
Las migraciones, la transmisión oral de las lenguas en sucesivas generaciones, los cambios fonéticos propios de distintas familias, tribus o etnias, como pusiera de manifiesto en mi artículo https://pampeandoytangueando.com/el-origen-de-las-palabras/miscelanea-sobre-la-lengua/ traen aparejados estos cambios que no deben sorprendernos.
Tampoco debe sorprendernos que los inefables Carlos Gardel y Alfredo Le Pera crearan una Jota, si nos atenemos a que el gran cantor criollo interpretó en su trayectoria múltiples géneros musicales: estilos, zambas, habaneras, valses hasta dedicarse mayoritariamente al tango, sin desdeñar la Jota que titularon “Los ojos de mi moza”.
Los ojos de mi moza (Jota)
Autores: Alfredo Le Pera, Carlos Gardel
Son los ojos de mi moza
como el filo de un puñal,
son los ojos de mi moza
y yo no vivo sin ellos,
Virgencita del Pilar,
sin los ojos de mi moza,
Virgencita del Pilar.
Arroyito de mi aldea,
a ti te puedo contar,
arroyito de mi aldea
que por mi amor hoy la vieron
una lágrima derramar,
una lágrima derramar,
arroyito de mi aldea.
Podemos escuchar esta Jota en la voz de Carlos Gardel:
por César J. Tamborini Duca
querido César, agradecemos de corazón tanta delicadeza de tu parte . Nos sentimos muy honrados, y te voy batiendo por lo bajo, que alguna vez le he canturreado (chamuyero el chabón) a Elena la célebre jota de Manolo de Falla : » dicen que no nos queremos/ porque no nos ven hablar/ a tu corazón y al mío/ se lo pueden preguntar……. y adios niña hasta mañana/ aunque no quiera tu madre…» Y sí, la jota no es solo una letra derivada de la «i». Hay que bailarla ¿eh? como se canta y baila en toda España. Es hermosa. Y célebre a nivel clásico llevadas por grandes autores como por ej, Chabrier en su genial «España» o el gran Massennet en su «El Cid». Y gracias por tu versión del orígen árabe como mi suegra, quien me tenía «a raya» si me arrimaba a Elenita y me hacía bailar la jota aún cuando de esto yo «ni jota».
un futa rofeln
david
Muy interesante César! Aunque aún hay sol por Galicia, cerca del atardecer, ya me puedo acostar pues he aprendido algo nuevo, de las tantísimas cosas que uno desconoce.
Agradezco el comentario de los amigos David y Eduardo. Y como bien dice David la jota (como letra) es derivada de la «i» y por eso recordé que en una ocasión también me lo había mencionado la lectoramiga Haidé Daiban, y que anteriormente había publicado algo al respecto que agrego ahora:
La letra jota no existía en el alfabeto romano, en el que se confundía con la “i” pero ambas están emparentadas en tal medida que la letra jota se pronuncia como “i” en el alemán moderno y en otras lenguas. La jota fue introducida en la imprenta por tipógrafos holandeses y llegó al español de la mano de uno de ellos, Pedro Ramus, razón por la cual hasta algunas décadas atrás, muchos la llamaban “jota de Holanda”. Sin embargo los holandeses no inventaron la jota; la tomaron de la iota griega, que provenía a su vez de los alfabetos hebreo y caldeo, en los cuales era la letras más pequeña; de ahí surgió la expresión “no sabe ni jota”, que equivale a “no sabe nada, ni la letra más pequeña”.
Eugenio de Nora en “Futuro Envejecido” (España, pasión de vida) recrea la letra “J” en estos versos:
…”La letra jota de jugar, jardín, / las letras de alegría que arden solas, / ¿dónde están? Quisiéramos saber”…
Bárbaro César por el aporte fonético, siempre atrapante de interés. Se ve que el sol de Galicia llegó a Vegellina (¿ya se fue la nieve?) y agregó mas luces a las ya propias. Es interesante el periplo de las letras que identifican los sonidos al hablar, y en nuestro idioma dicho viaje viene del lejano oriente, a través de (además como bien decís de los caldeos) fenicios, arameos, sirios (Antioquía). El sabio fenicio Cadmo introdujo en la Hélade (Hellas,todavía no se llamaba Grecia, nombre dado mucho después por los romanos) un alfabeto de dieciseis letras allá por el siglo XVI a.C, ampliado sucesivamente unos doscientos años más tarde (guerra de Troya mediante) por Palamedes y Simónides quedando con 24 signos.
El árcade Evandro lo llevó a Calabria y Campania(oscos) al sur, y Etruria al norte. Luego a los pueblos del Tíber, de donde lo tomaron los romanos. No fue poca la influencia de los calabreses de la Magna Grecia (nada de gobernar,eh?) en este aspecto cuando en épocas renacentistas Boccacccio hizo como pudo una traducción de la Odisea con ayuda de un griego de calabria.
El célebre dios del Lacio que dio refugio a Saturno, se llamaba Iannus o Jano, de donde nos viene el nombre del mes que estamos cursando: enero, gennaio, janeiro, january, januar… La «J», como bien dice César, «fue una necesidad de imprenta», segun lo aclara el prof. Gian Roberto Sarolli, quien diera sus clases en los años sesenta en la Academia «Dante Allighieri» en Buenos Aires. En tiempos del otro César (el romano), la «I» era usada como consonante al principio de las palabras, y se indicaba doble: «II»; el caso de IIanniculus, una de las colinas de Roma, que hoy llamamos Janículo. La «J» es fricativa sorda y baila hacia afuera, a la inversa de la «H», (sorda y muda en este tiempo) que se aspiraba en tiempos de Cicerón en contraposición al sonido áspero que los griegos le daban a la misma. Y cuando suavizaban la aspiración la indicaban con media «H». Como puede verse la oposición en oratoria y política empieza con las letras y se sigue con las palabras para ver quien atrapa la última. Por eso el alfabeto griego quedó con 24 letras, el latín con 23 ( más muertas que viva, porque no se habla ni en la iglesia), el español con 29 (habemus cháchara), y el italiano solo con 20, aunque debemos agregarle los ademanes. Como para simbolizar, Dios las juntó («H». «I», «J») a las tres en el alfabeto.
Entre los holandeses, me hace acordar César ahora, hubo un obispo reformista que murió…(a ver que busco el diccionario)… en el año 1638, Jansenius, quien heredó al toque la «J» de sus compatriotas y que a través de su doctrina concluyó con una filosofía bastante en boga : cada uno es según como la madre lo parió, y así transcurrirá su vida.
Pido disculpas por esta diletancia de lunes a la tarde (debe ser por el calor y no da para bailar la «Jota») más que chapucera, extraida de mi dura croketa y desde las lecturas de literatura latina en la obra del sabio prof. Aníbal Moliné; pero no hay como poner el punto sobre las «ies» y «jotas», o por lo menos intentarlo (¡en casa no, eh!), que en fonética el asunto es un mar sin fondo, aunque nos sirve para el chamuyo sin ahogarnos.
un cordial saludo
david
fe de erratas
pido disculpas por el involuntario errror deslizado en el último párrafo.. Donde digo «lunes» debe decirse martes.
david
Esa errata es lo de menos, cuando debo rendir admiración a los conocimientos lingüísticos de David, que rozan la excelencia. Su erudición, sirve como complemento y valoriza éste artículo. Mil gracias.