José S. Álvarez, más conocido por su pseudónimo “Fray Mocho”, fue un funcionario policial, escritor y sagaz periodista. Además de fundar y dirigir la emblemática revista de época “Caras y Caretas” y la picaresca “Fray Gerundio” (ésta conjuntamente con el escritor Ramón Romero) escribió muchos relatos sobre el mundo de la delincuencia; entre otros, «Memorias de un vigilante».
Enrique Williams Álzaga lo pinta de cuerpo entero con la siguiente anécdota: “Durante una de las numerosas recaídas de su enfermedad incurable, afanóse un amigo suyo por sucederle en el puesto que a la sazón ocupaba. Le aseguraron a éste que tan pronto el enfermo falleciese -lo que se consideraba inminente- vería sus propósitos realizados. No había de ocurrir así sin embargo. Álvarez se repuso y continuó en el desempeño de sus tareas. Disgustado el amigo, se negó a reconocerle de allí en adelante. Pero un día, por casualidad, ambos se encontraron y, deteniéndole, le dijo Fray Mocho: “Amigo, estoy muy apenado con lo que le pasa. ¡Qué quiere! No fue culpa mía. Yo hice todo lo posible, sólo que el maldito médico había muerto ya a tanta gente, que no quiso permitir que me muriera. Anímese, amigo, ¡es seguro que otra vez tendrá más suerte!”
De su libro “Cuentos con policías” de la Editorial Sur (Buenos Aires, 1962, pág. 79) transcribo el titulado “Perspectivas” en el que al final menciona la palabra del título de las “anécdotas” con su significado del lunfardo “junar” (ver, conocer, observar). ¿Llevás los embrocantes? Le pregunta un amigo al otro rumbo al hipódromo, aludiendo a los prismáticos.
PERSPECTIVAS
Seguir a un pícaro en nuestras calles, tan llenas de movimiento, es un trabajo que no valora sino el que lo realiza. Como él siempre está sobre aviso y teme que lo embroquen –conozcan, observen-, camina una cuadra y la desanda para ver si alguien lo sigue, da quinientas vueltas antes de llegar a un punto deseado, penetra a las casas a preguntar por don Fulano o don Zutano –un nombre supuesto-, para darle esquinazo –lo que equivale a despistar- a algún empleado que pasa y lo conoce.
Cuando van dos colegas juntos, nunca caminan a la par. Uno va adelante y el otro un poco atrás, y si son tomados afectan no conocerse. Un día iban dos pillos de éstos por una calle: el sargento Gómez conocía a uno y no al otro, y, como a pesar de su seriedad guaraní era chacotón y alegre, atajó al que no conocía y le dijo:
-¿En qué trabaja usted?
-¡Soy marmolero, señor!
El otro pícaro, viendo que no lo conocían, se paró a ver en qué concluía el asunto.
-¡Marmolero… bueno! ¿Conoce a Fulano…?
-¡No, señor!
-Bueno… ¡Fulano es un raspa de la peor clase… es ese que está ahí… conózcalo!
Aquí el pillo se sonríe y dice con sorna:
-¡Me ha cachado, señor…! es decir, “me ha embromado”…!
-¡Vaya, hombre…! ¿Y éste quién es?
-Ya nos embrocó, y le voy a decir: ¡éste es Zutano!
o – o – o
SOBRE LA PALABRA “EMBROCAR”. ACADEMIA PORTEÑA DEL LUNFARDO
Estimados Cofrades. Cumplo en reenviar el correo que nos hiciera llegar el Académico Dr. Oscar Claisse con un interesante trabajo sobre el origen de la voz «embrocar» en el que presenta un posible origen distinto al aceptado hasta ahora. Cualquier opinión se la haremos llegar al Cofrade. Reciban atentos saludos.
Eduardo R. Bernal – Académico Secretario
LA TERCERA ES LA VENCIDA: Una vez más vuelvo sobre el verbo “embrocar”, para cuestionar su origen italiano, que es el generalmente admitido. Desde ya aclaro que no es mi intención afirmar taxativamente que “embrocar” no ha sido traído por los inmigrantes italianos. Tan solo pretendo hacer nacer una duda, porque toda solución o propuesta científica es de por si provisoria y revisable, La duda es el único camino que permite que el conocimiento avance. Porque si el aporte itálico al lunfardo sin duda fue numeroso, convengamos también que el aporte español no fue parvo.
En este nuevo caso que traigo en consideración, ya no se trata de un tema tauromáquico ni de una carta a un amigo, sino de un texto solemne y peraltado, donde Ortega y Gasset comenta –con una erudición y un fino bisturí lingüístico comparable a la de nuestro cofrade Cordero[1]– nada menos que el Libro V de la Metafísica donde –como se sabe- Aristóteles explica el corazón de su doctrina, mediante definiciones.
El texto en cuestión es el siguiente: “…antes de esa aventura tuvo Aristóteles otra mucho más grave y profunda: su recepción del platonismo, y que en ella se embrocó con el más rigoroso pensamiento. ¿Cómo no experimentó allí la pura epifanía de los principios?…”[2].
Aquí alguien podría pensar que “embrocar” es algún neologismo que creó Ortega para nombrar un concepto filosófico que no tenía denominación en español; como efectivamente lo hizo en el caso de “vivencia”. No hay tal. La lectura de las más de cien páginas que preceden al texto citado deja en claro que se refiere al sentido de la vista. Por lo tanto lo que aquí dice Ortega es que Aristóteles se dedicó a mirar con atención y “con el más rigoroso pensamiento” la filosofía de Platón. Pero obviamente, transcribir esas más de cien páginas en esta comunicación, la tornaría ilegible.
Junio 2018 – Aníbal Oscar Claisse – Académico Emérito
HOLA QUERIDO AMIGO Y COFRADE EDUARDO: DE LA LECTURA DEL APORTE SOBRE LA VOZ EMBROCAR QUE ME REENVÍAS DEL TRABAJO DEL ACADÉMICO DR OSCAR CLAISSE CREO QUE COINCIDIMOS, PUES SIEMPRE ENTENDÍ QUE SE TRATABA PRECISAMENTE DE ESO, DE OBSERVAR, DE MIRAR; POR ESO LOS EMBROCANTES COMO TÉRMINO TURFÍSTICO SE REFIERE A LOS PRISMÁTICOS, QUE SIRVEN PARA VER.
Y LO MISMO INTERPRETO QUE DICE EL DR. CLAISSE EN SU TRABAJO AL AFIRMAR: «LA LECTURA DE LAS MÁS DE CIEN PÁGINAS QUE PRECEDEN AL TEXTO CITADO DEJA EN CLARO QUE SE REFIERE AL SENTIDO DE LA VISTA».
CON MI MAYOR ESTIMA Y UN GRAN ABRAZO. CÉSAR
Colofón: en un concurso de letras de tango organizado en 1919 por el diario “Última hora”, el joven Celedonio Flores presentó un poema titulado “Por la pinta”, el cual hacía alusión a una atractiva pero humilde joven, que se prostituye para escapar de la pobreza. Ganó el concurso y el poema llegó a las manos del dúo Gardel-Razzano, quienes le pusieron música y acordaron cambiar el título y a partir de entonces se tituló Margot.
Celedonio Flores
En este tango se puede observar una de las tantas rarezas que suelen protagonizar los cantores, cambiando las letras sin modificar el significado. Por ejemplo en este caso que en el primer verso está la palabra embrocar, la letra original dice al comienzo: “Se te embroca desde lejos / pelandruna abacanada…”
Mientras que Julio Sosa (cantando con la orquesta de Leopoldo Federico) la sustituye por junar, que tiene el mismo significado: “Desde lejos se te juna / pelandruna abacanada…”
Pueden escucharlo a continuación:
por César J. Tamborini Duca
[1] Al hacer esta comparación pienso –entre otros ejemplos- en la nota al pie de la página 198 del “Leibniz”; O. Completas, T. VIII.
[2] La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva; pag.188; T.VIII, Obras, Completas, 3ª edición, Revista de Occidente, Madrid 1970.
Ya Don Carlos lo decía: «me cacho los embrocantes……….»
Esa melodía es de las mías, me gusta no solo su letra sino también sus palabras lunfarderas