- El atorrante según la concepción popular: Se trata del sustantivo que señalaba a aquellos individuos (vagos, linyeras, crotos, gente de muy baja categoría económica y social) que para dormir pasaban la noche en los caños que se empleaban en las obras de construcción de la red cloacal de Buenos Aires, que a decir de la gente de esa época llevaban la inscripción del fabricante de dichos caños, “A. Torrant (o “A. Thorrants”).
De acuerdo con esta convención, “atorrar” significaría el acto de dormir en los caños de A. Torrant; y “atorrante” pasaría a ser el sustantivo que designaría a la persona que pernoctaba en esa situación. (Aunque, como veremos, no todo es tan así).
Sin embargo una exhaustiva investigación llevada a cabo en 1995 por don Ricardo Ostuni, en los archivos de Obras Sanitarias sobre los Registros de proveedores, no dio resultado positivo ya que no encontró ningún remito, factura o recibo de esa marca. De todos modos, dicha ausencia no es suficientemente válida para descartar la teoría enunciada, y citada por muchos escritores populares.
También podemos buscar alternativas al origen de la palabra, a sabiendas eso sí, de las personas a las que designa: vagos irreductibles.
El filólogo francés Lucien Abeille escribió que en labios argentinos existe esta palabra para designar un tipo especial, palabra que desterró a la otra que lo identificaba, “vagabundo”:
2. El vocablo “atorrante”
“Todas las lenguas nos demuestran que de un hecho meramente local, de una expresión absolutamente limitada a una sola ciudad, a una sola región, el lenguaje ha podido sacar una serie de términos generales, independientes de los tiempos y de los lugares. El idioma argentino pone de relieve este fenómeno lingüístico con la palabra “atorrante”.
En efecto el verbo latino torrere que significa secar, tostar, quemar, incendiar, inflamar, lo usa Varrón con el sentido de quemar –hablando del frío-. Este último sentido se ha extendido, y en uno de los dialectos romanos, hablados en el Mediodía de Francia –en el Languedoc-, encontramos cristalizado el verbo tourrar con una doble significación: tostar y helar. Así porejemplo los dos términos castagnos tourrados significan igualmente castañas tostadas o castañas heladas por el frío. El sustantivo femenino tourrado designa la helada; tourrat es adjetivo masculino que quiere decir helado.
Este verbo tourrar –helar- ha dado por lo tanto origen al vocablo argentino “atorrante”, “que se hiela”. Es cierto que en la palabra tourrar, tenemos el diptongo ou, y la vocal o en atorrante. El cambio es fácil de explicar sin necesidad de exponer el processus fonético de la o romana. El español transforma regularmente en o el diptongo ou de los dialectos del Languedoc: courouno (corona), flou (flor), souná (sonar), toucá (tocar), etcétera.
El vocablo caló tourria “prostituta vagabunda, de más vil condición”, que es de misma procedencia que attorante, conserva la ou.
La etimología de la palabra estudiada se halla, por consiguiente, conforme con la fonética. También está de acuerdo con la semántica: esta última prueba la pedimos a los archivos de la policía donde se señala a menudo la muerte de algún atorrante ocasionada por el frío.
En resumen, tanto la fonética como la semántica me inducen a creer: 1º que el vocablo argentino “atorrante” es una importación lingüística del Languedoc, donde se ha conservado el doble sentido del verbo latino torrare; 2º que el vocablo “atorrante” –hoy sinónimo de vagabundo- ha significado primitivamente “el que se hiela”.
“Atorradero”, “atorrar”, “atorrante” son términos argentinos: especímenes interesantes y típicos de la extensión que las lenguas hacen adquirir a los vocablos”. (“Idioma Nacional de los Argentinos”, Lucien Abeille, Colección Los Raros, Biblioteca Nacional; Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2005, pág. 221 a 223)
Explicadas de esta manera las dos vertientes de donde puede provenir la palabra “atorrante” veamos una aplicación de la misma en la literatura popular, porque si bien la situación no deja de ser triste, Roberto Arlt nos proporciona el perfil “amable” en una de sus “aguafuertes”
3. Los atorrantes de Facio Hebequer
“Una noche de invierno con frío fenomenal. El viento va y viene y viene y va, haciendo laburo de barredora municipal. En la esquina del asilo de vagabundos, dos hombres parados. Uno largo y flaco, con el cuello del saco levantado y un pantaloncito fino como tajada de jamón que se le pega a las gambas. Otro hombre peticito, con gorra, sobretodo y la nariz que husmea al sujeto largo y flaco, tembloroso de consunción, y frío, y más aún porque tendrá que pasarse la noche en la calle porque el asilo está ya cerrado.
El peticito. -¡Qué frío de la madona que hace! (El largo no contesta ni medio). Hace un frío como para tomarse un buen plato de sopa. Y “un bon vas de vin”. (Como si estuviera azonzado del frío el lungo no contesta palabra. Mira en redor estupefacto). El peticito continúa –Porque soy pintor, ¿sabe?
El largo. -¿Eh? Yo soy pastelero.
El peticito. -¡Por fin habló! Creí que era sordomudo. Yo soy pintor, hago dibujos (al mismo tiempo hace gestos descriptivos en el aire).
El largo. –Eh. Yo soy pastelero.
El peticito. –Hago dibujos. Soy pintor. ¿Usted no encontró dónde dormir?
El largo. –Se osté e pintor, yo soy pastelero.
Por fin Facio Hebequer que es el pintor o el peticito, lo convenció al tipo dándole dos pesos, que se fuera a comer, a dormir a una fonda y que al día siguiente lo visitara en la casa para que le sirviera de modelo.
-Y así, más o menos, he conseguido casi todos mis modelos –me cuenta Facio Hebequer-, rondando por los albergues de noche donde se hospedan; por la quema, por las orillas del río, y el puerto”. (“Las Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt”, Ediciones Culturales Argentinas, 1981, pág. 263 y 264).
El tango le dio cabida con la letra de Alberto Vaccareza* (con música de Raúl de los Hoyos), y otro con el mismo título, pero letra de Juan Andrés Bruno y música de Samuel Castriota. Esta versión podemos escucharla con la orquesta de Francisco Canaro, cantando “Charlo”, en una grabación del 12 de mayo de 1928; lo singular es que “Charlo” también cantó la versión de Alberto Vaccarezza no solo con la orquesta de Canaro, también lo hizo con la de F. Lomuto.
ATORRANTE (Sello Odeón, 12-05-1928)
Letra: Juan Andrés Bruno – Música: Samuel Castriota
Atorrante, le dicen los muchachos
al que toda su vida trabajó,
atorrante, le gritan, y borracho
al que nunca una caña saboreó.
Ha olvidado bien pronto el barrio malo
que a sus hijos el juego envileció,
que el placer le robó sus dos muchachas
y su pobre mujer enloqueció.
*(La letra de Alberto Vaccarezza estará incluida cuando publique el artículo sobre el poeta)
4. El atorrante en Rubén Darío
Sería interesante saber si Darío se había imbuido del lenguaje orillero de la Argentina, ya que sabemos (según Barcia) que al menos, en una ocasión, utilizó la palabra “atorrante”, signo evidente que alcanzó a conocer esta modalidad; figura en “El linchamiento de Puk” (de 1893) en un artículo publicado en la revista “Mundial Magazine” (París).
5. El atorrante según Eduardo Gutierrez
Como ratificación de lo que escribí al principio, me enteré que a fines del siglo XIX Eduardo Gutiérrez acuñó esta voz, para designar a ciertos individuos que vivían sin trabajar, pidiendo comida y durmiendo en los caños de las obras de salubridad en construcción.
6. Bioy Casares también lo menciona
…”-¿Hay varios mundos posibles? Preguntó Guzmán
-Varios mundos, varias Argentinas, varios futuros que nos esperan: en uno u otro desembocaremos de pronto.
-Le prevengo que hay gente de valía.
-No discuto. Cuando se juntan es la cosa ¿Le confieso por qué no los trago? Son el cuadro vivo de la República. Esa calaña en el gobierno.
-La democracia ¿O usted, como no recuerdo qué prócer, importaría un inca?
-No, la historia no retrocede. Hay que dar un gran salto, el gran giro. Basta de gobierno por atorrantes de comité”… (“La invención de Morel” y “La trama celeste”, Adolfo Bioy Casares, RBA Editores, Barcelona, 1993; cap. “El atajo”, pág. 375)
César J. Tamborini Duca
Inrteresante el término «aotorrante». Es que ya de por sí, da la idea de algo que va con envión y sin pedir mucho permiso.