Todos sabemos que las “Olimpiadas” se refieren al tiempo que transcurre entre unos “Juegos Olímpicos” y los siguientes, tiempo estipulado en 4 años. En realidad esto es así en la actualidad, ya que en la Antigua Grecia el tiempo establecido era de 5 años.
Leemos en las “Odas”: …”Los quinquenales juegos / del sacro Alfeo a la divina cuna / llamábanlo, y los fuegos / a su Padre encendidos: ya la luna, / pupila de la noche, / llena brillaba en su dorado coche”… (“Odas” de Píndaro, Madrid, Luis Navarro Editor, 1883, Oda tercera, pág. 23).
Y en la Oda décima …”Él con certeza declaró a los pósteros / que sus despojos ofreciendo Álcides / estableció las quinquenales lides / y gran festividad…” (ibidem pág. 72).
En las NOTAS se lee …”Celebrábanse cada cinco años en la referida Olimpia [ciudad de Élide], y de aquí vino la costumbre de computar el tiempo por Olimpiadas o lustros (ibid., NOTAS A LAS OLÍMPICAS, pág. 317).
La Oda séptima está dedicada a Diágoras, de Rodas, vencedor en el pugilato, en el año 464 a.C. Posiblemente sea la referencia más antigua de un combate de boxeo (pág. 45 y sig.). La Oda octava está dedicada a Alcimedonte, de Egina, vencedor en pugilato en la Olimpiada 80, año 460 a.C. (pág. 55).
La Oda décima, que comienza en la pág. 69, está dedicada a otro púgil, Agesidamo, de Locris: …”A ti de gloria eterna las Piérides / ¡Agesidamo insigne! te coronan, / y mi flauta y mi cítara te entonan / un cántico triunfal”… (ib. Pág. 73).
Hubo otros juegos, los “Panateneos” que también se celebraban cada 5 años, en Atenas: …”¡Heroico vencedor! Mas de un trofeo /de Palas en la arena polvorosa / cada cinco años conquistar te veo”… (“Píticas”, Oda novena, pág. 170).
Píndaro relata también en la pág. 349 los Juegos Nemeos, pero éstos se celebraban cada 3 años. Fueron fundados por los 7 caudillos de la primera expedición contra Tebas, y restablecidos por Hércules después que mató al terrible león de Nemea. Los participantes lo hacían en salto, disco, pugilato, pancracio, carreras de carros [cuadriga].
La Oda primera de los Juegos Nemeos comienza en la página 191. En la Oda sexta Píndaro refiere que …”¡Melesias! Sin rival entre los púgiles, / como el veloz delfín / entre los peces de la mar horrísona, / ¡A ti gloria sin fin! / como al potro conduce auriga diestro, / del joven luchador eres maestro” (Ib. Pág. 231).
En NOTAS a la Oda segunda de las “Nemeas” se aclara “que el pancracio era un ejercicio doble, compuesto de lucha y de pugilato. El luchador nunca hería con los puños; el púgil nunca intentaba derribar a su adversario: al pancrasista eran permitidas ambas cosas, y otras más, como pellizcar, morder, etc”. (pág. 351).
Las Odas fueron escritas por Píndaro aproximadamente en el año 450 a.C. es decir hace casi dos mil quinientos años. En tan remota época en los JUEGOS OLÍMPICOS se practicaban deportes muy similares a los actuales, aunque ahora se agregaron otros que no existían en ese momento como el fútbol, el tenis… pero también había otros como las carreras (de cuádrigas, con caballos) que hoy no se practican pese a existir y tener muchos adeptos: carreras de sulky o de automovilismo.
Así como en estos tiempos se incorporan juegos que no llaman la atención masiva de espectadores, sería interesante la inclusión de algún tipo de carreras, que mueven multitudes; no habría ninguna dificultad en hacerlo, con reglas precisas; como pueden ser turismos ‘de calle’ (sin ningún tipo de preparación mecánica), con un tope máximo de cilindrada y pilotos no profesionales.
¿Y DE ÁY? Diría un paisano de mi pueblo, Lonquimay (con perdón del estropicio gramatical, ya que muchos gauchos hablaban en el lenguaje del español arcaico). Pues de ahí que me da pie para introducir un bocado referido al automovilismo; y dentro del mismo a mi familia que en los años ‘40 y principios de los ’50 contaba con 3 magníficos corredores, que mencionaré más adelante porque impregnaron al pueblo de su gloria automovilística pues hubo afición por la mecánica. Ya a principios del siglo XX aparecían los autos locos como el de la imagen con matrícula de Lonquimay…
… donde se aprecia la emoción del piloto agarrado al volante como queriendo comerse las calles de tierra; uno de los acompañantes participando también de la avidez por la velocidad, mientras el tercer pasajero sin saber dónde agarrarse del susto que lleva ¿quiénes serían esos intrépidos? Tal vez por el número de la matrícula me puedan informar desde la municipalidad de Lonquimay.
La década de los años 20 resultó una gloria para la industria automotriz, como el coche de la imagen que -posiblemente- corresponda al año 1928. Por esa época de una extensa familia de origen italiano constituida por Césare Ércole Tamborini y Antonia Bachetti (originarios de Ternate, provincia de Varese, Italia), dos ramas de sus muchos hijos radicados en Toay (La Pampa) se establecieron en Lonquimay:
1- FEDERICO TAMBORINI – casado en Casilda en 1903 con ANA DE PAOLI. Tuvieron 6 hijos: Federico, Cesarina, Juan Ernesto1, Ernesto César (“Poroto”), Celso Rosalvino (Tuco) y Celsa Rosalvina (Chichí), los dos últimos, mellizos.
2- ANTONIO ALBERTO TAMBORINI – casado en Toay en 1908 con PILAR GONZALEZ Tuvieron 4 hijos: Emilio, César San Manuel, Antonio Toribio (Pichina*, mi papá) y María Rugby.
*Pichina, en mapudungu (lengua mapuche) significa Chiquito, el mismo apodo que recibí yo pero españolizado.
De la primera rama, Juan Ernesto, Ernesto César y Rosalvino se establecieron con taller mecánico en una esquina a la entrada del pueblo. Mientras que de la segunda rama, César y Antonio establecieron su taller mecánico en la calle Italia, zona céntrica del pueblo. La pasión por los fierros los convirtieron en excelentes mecánicos y cuando el gusanito de las carreras hizo presa en ellos, fueron meticulosos preparadores de sus coches.
Eran los inicios del automovilismo deportivo, se hacía todo a pulmón, solo por el gusto de competir. No había anunciantes en el entorno que se desenvolvían, los circuitos eran generalmente de tierra, en campos cuyos dueños facilitaban el terreno; algunos circuitos eran callejeros. Hacia la mitad de la década del ’40 Juan dio el salto y se fue a Buenos Aires, para poder participar en carreras más importantes del calendario argentino.
Década del ’30 o principios del ‘40
- 1Juan Ernesto Tamborini llegó a ser Campeón Argentino en Fuerza Limitada. Equivalente a la Fórmula 1 actual; era primo hermano de mi papá.
- César S. Manuel Tamborini, que en dos años sucesivos fue considerado el mejor corredor pampeano (si no me falla la memoria, 1948 y 1949). Era hermano de mi papá y socios en el taller mecánico y preparación del coche (“catanga” se les llamaba).
Catanga década del ’40: mi tío César con antiparras y mi papá, manos en los bolsillos. Invierno
- Ernesto César “Poroto” Tamborini, por mi edad es al que más conocí en la faceta automovilística pues alcancé a verlo pilotar por las calles del pueblo, probando para la próxima carrera; hermano de Juan; ergo, primo hermano de mi papá.
Los tres corredores, nietos de Césare Ércole Tamborini, nacidos en Toay (La Pampa) y radicados en Lonquimay, todos mecánicos que preparaban sus propios coches y ganadores de infinidad de carreras.
Circuito el Tigre. EMOTIVA LUCHA POR EL SEGUNDO PUESTO. Revista El Gráfico
Juan Tamborini y Froilán González, vencedores de series, sostuvieron una intensa lucha en la final, en la cual por espacio de 18 circuitos el segundo de los citados se mantuvo en la vanguardia hasta verse precisado a desertar. Alternativa en que el puntero quiso pasar a Malcom por la derecha casi queda encerrado y debió realizar una maniobra. A su vez Malcom realizó la suya para evitar la colisión que, sin embargo, se produjo pero sin mayores consecuencias. Malcom se detuvo para comprobar el estado de su máquina, razón por la cual perdió la posibilidad de un cuarto lugar en la general.
Cómodo el primero (Tamborini) y cómodo Hortal en el segundo aunque perseguido por Abbeno, aconteció que Hortal hizo un trompo en la última vuelta. Enderezó el coche pero perdió terreno y no le fue posible hacer reprisar a la máquina con la prontitud debida, por lo que perdió su lugar casi sobre la misma raya de llegada por cinco décimas de segundo. El final de esas dos máquinas vino a poner una nota de Sumo interés cuando ya la carrera estaba resuelta en favor de Tamborini, quien agrega una nueva victoria en la actual temporada que le ha sido tan feliz con su Willys.
Ya dijimos que la reunión contó con una cantidad enorme de espectadores. Por eso mismo se hizo visible la falta de organización en lo que atañe a seguridades. El público estuvo junto a los cordones de las veredas aún en los sitios más peligrosos. Y hasta se apretó en algunos lugares haciendo ese embudo que tantas veces perjudica en las llegadas de carreras de bicicletas. Por suerte no aconteció ningún accidente aunque se insinuaron algunos. Por suerte, decimos, porque una máquina que se fuera de pista provocaba allí una tragedia que ni queremos imaginar. Observamos la disposición del público en esa carrera del circuito el Tigre:
Para disfrute de los amantes de los “fierros” les entrego a continuación algunas fotos, y un vídeo de Aldo Flaquer (10 min.), en Pasión Fierrera Piquense (también en General Pico había mucha afición por el automovilismo, siendo Juan Marchini su máximo exponente); en el video aparecen dos fotos de Juan Tamborini en el min 2,30. Hay varios pasajes del antiguo Turismo de Carretera. Un poco más adelante Aldo Flaquer conversa con Froilán González, y al final Flaquer muestra en detalle su obra de arte:
Juan Tamborini. Circuito de tierra
En la ‘catanga’ mi tío César, mi papá apoyando sus manos; mi hermano Robert y ‘fans’
Preparando el coche de Álvarez, de General Pico. Tío César, papá, mi hermanito y los hermanos Fiorucci en taller de Lonquimay
Dos de los trofeos de mi tío César (1947)
En otra semblanza en un artículo posterior, me dedicaré “in extenso” al ‘Tío Juan’ por ser el que alcanzó el peldaño más alto, como Campeón Argentino.
César J. Tamborini Duca
Académico Correspondiente para León
Academia Porteña del Lunfardo
Academia Nacional del Tango
Ni las carreras de caballos, ni las de automóviles han sido mi fuerte. Sin embargo recuerdo cuando Juan Manuel Fangio (y creo que Froilán González) vinieron a Mercedes, alrededor de 1949, a correr un insólito certamen en la rambla que margina al Río Negro. Estuve allí. El maestro Fangio, un Leguisamo de la mecánica automotriz, se impuso.
El paseo, con sus plazoletas, canteros floridos, estatuas y esculturas, recogieron el bituminoso y el colosal gas de los escapes… aquella loca cita costó mucho dinero.
Hoy la ciudad tiene un estupendo autódromo, donde ocurren eventos muy importantes. Tal, mi pequeño retrato. Lo cuelgo junto al de los tuyos, valiéndome de un episodio de la vida rioplatense.
¡Un gran abrazo!
Walter Celina
Muchas gracias Walter. Caballería y motorización van de la mano, el uruguayo Leguisamo que mencionas gran conductor de caballos, mientras el piloto de automóviles en la comparación que haces (acertadamente) pilotaba también caballos: los horse power (o caballos de fuerza). Otro abrazo, querido amigo.
¡Qué gratos recuerdos César! La parte del automovilismo merecía la nota sólo por eso, más la introducción de las Olimpíadas y otros eventos de una Grecia irrepetible, fueron un buen «entrante». Como bien dices, yo también soy posterior en recuerdos a los años de Juan Tamborini. Sin embargo, como tenía un libro de Borocotó sobre el Turismo de Carretera, sí que tenía conocimiento de su trayectoria. Cuando vi tu apellido por primera vez, lo primero que recordé es al Tamborini integrante de la candidatura para presidente junto a Mosca, que ganó Perón. Y lo segundo, el corredor del TC. Además del relato, las fotos cuentan también por su lado una historia de muchos esfuerzos en los talleres para disponer de un coche de carrera. Dices de alguien que va con miedo en una foto. En mi pueblo uno de los colonos (los fundadores de la Colonia Agrícola General Baldissera) ya mayorcito lo subieron a un Ford T o Ford A para dar una vuelta por caminos de campo. Cuando se bajó le preguntaron ¿Qué te pareció Giovanni? Fue cuando dijo en piamontés «Ma, io he veduto un tablón!». Se refería a que por la velocidad del coche, los postes y varillas de los alambrados se unían y visualmente le parecía un tablón. Lo he escrito sin saber si está bien pero así lo recuerdo cuando lo contaban, esa parte en piamontés. Remato diciendo: excelente trabajo… diría, mucho trabajo!
Mi amigo Eduardo, sé de tu afición, tu cariño por el automovilismo, mas precisamente en la gloriosa etapa del TC (Turismo de Carretera) y estoy seguro que mi memoria no me engaña al recordarme un trabajo tuyo de hace unos cuantos años, pero me parece fue para la Revista ARGENTINOS DE LEÓN. Habrá que recuperar ese excelente artículo. Gracias por el comentario, y recibí un abrazo desde León.