Tangueando

Lunfas: sus 5 familias (+1)

A) ARTE DE ROBAR

Volkswagen

Volkswagen

No pretendo instituir una Academia de malandras, porque para eso vale la Universidad de la calle y ciertos Despachos… y reconozco que no fui muy callejero que digamos. Además los tiempos han cambiado, y si bien la mayoría de las prácticas que relataré siguen vigentes (con ligeras variantes) hay otras nuevas, fruto de las nuevas tecnologías: pagos con tarjetas, cajeros automáticos, teléfonos móviles. Por eso con el epígrafe de esta nota (utilizado más bien con ironía) voy a referirme no a aquellas personas y empresas que en los últimos tiempos utilizan su cercanía al poder para apropiarse de los bienes y dineros pertenecientes a la sociedad en su conjunto porque en este caso más que de un arte para el robo, se trata de un expolio.

En estos días tenemos un flagrante ejemplo cuando la empresa sinónimo de tecnología, buen hacer y seriedad de los alemanes (Volkswagen) engañó a las autoridades medioambientales instalando un sofisticado software que detectaba cuándo se estaban midiendo las emisiones contaminantes en sus motores diesel y trucaba los resultados haciéndolos falsamente bajos. Hubo precedentes en la picaresca alemana: el mismo Bundestag en 1949, Siemens, Man, Deutsche Bank, Commerzbank. Claro que esta conducta no es propia sólo de Alemania, pues como dice Paul Krugman él no afirma que todos los empresarios sean demonios, sino que hay algunos que no son ángeles. Bankia es uno de los muchos ejemplos que tenemos en España.B) LOS LUNFA: malandrines, pungistas y scrucho

Me voy a referir entonces a aquellos que tenían el robo en sus distintas variantes como “modus vivendi”, para lo cual se valían de una metodología que pasaré a describir.

Roberto Payró al igual que Fray Mocho, realizan crónicas de la picaresca argentina de su tiempo, relatando la avaricia, el despotismo, la política, el latrocinio; las “avivadas” y las “agachadas” van conformando el perfil que es propio y fruto del cosmopolitismo que se introduce en nuestro país en el tercio final del siglo XIX, en el que Fray Mocho se centra más en el relato ciudadano, mientras Payró se decanta por el campesino. Pero si bien la preferencia de cada uno se inscribía en las sociedades mencionadas, no soslayaban incursionar en ambas como se desprende de sus cuentos.

Decía Fray Mocho que entre los lunfas hay 5 grandes familias:

  1. Los punguistas (pick-pockets o limpiadores de bolsillos)
Memorias de un vigilante

Memorias de un vigilante

Considerado el más artista de todos los ladrones, que mira con desdén y desprecio a sus congéneres de las otras familias, porque considera que robar algo de valor (cartera, reloj…) que lleva una persona, sin que ésta se de cuenta, es una hazaña, trabajo de arte y no delito; y para ese arte se vale de sus dedos índice y medio que introduce hábilmente en bolsillo ajeno.

El mayor mérito del punguista es que nadie pueda probar que lo es. Para su “trabajo” -que busca hacerlo en sitios donde la gente se encuentra apretujada- suele contar con 2 o 3 “practicantes” que se ubican detrás del artista, de modo que lo hurtado, gracias a esta cadena, pasa con rapidez de mano en mano. También se valen del ESPARO, maniobra que consiste en tapar la visión de la víctima, por ejemplo con un brazo o un periódico, tarea que puede realizar el practicante o el mismo punguista.

Los bolsillos también reciben denominaciones oscuras para el común de la gente, siendo clara muestra de identidad para los lunfas. Así tenemos que shuca se llama el bolsillo exterior del saco; sonata o sotala es el bolsillo interior del saco (u otro abrigo); cabalete es el bolsillo superior externo del saco; culata llaman al bolsillo trasero del pantalón; grilo o grillo es la denominación que recibe el bolsillo lateral del pantalón. A la billetera la llaman casimba. De modo que el punguista puede comunicarle a un secuaz que “el punto (candidato a víctima del robo) tiene la casimba en el grilo”, diálogo intrascendente o incomprensible para el gentío que los rodea. Y una vez que pudieron chacar (o schacar o sacar = robar) el objeto de deseo, se piran (se van) con el toco (el producto del robo).

Cuando llegó la hora de jubilarse porque sus dedos se volvieron torpes o por ser muy conocida su actividad delictiva, se dedica a “SCHACAR ESCABIOS” (robar borrachos).

  1. Los escruchantes

Estos son hombres de avería surgidos de las capas sociales más deprimidas, y su especialidad es abrir puertas con o sin violencia. Son personas sin escrúpulos y los lunfardos menos afortunados, ya que sus robos son los más fáciles de descubrir y sus condenas las más largas. Tiene un socio que es el campana, el que estudió el robo a realizar campaneando las costumbres de la casa, horario de la ronda del chafe (vigilante), confecciona el plano de entradas y salidas para escapar… y percibe sin riesgo alguno su parte del escrucho.

"los lunfas"

«los lunfas»

Dentro de este gremio hay 3 especialidades:

  1. Fabricar llaves falsas. Si la llave está bien moldeada, funciona perfectamente y el trabajo se simplifica mucho, pero si falla hay que violentar la puerta.
  2. Trabajar con el formón. Con este instrumento se hace un corte en el umbral a la altura de los pasadores y se levantan éstos. Luego con un instrumento con dobleces (“pata de cabra”) se introduce frente a la cerradura y se la hace saltar.
  3. Reventador: es el violador de las cajas de caudales. Reventar el burro significa forzar una caja o cajón que contiene dinero. Burro es el nombre que los lunfas aplican a la caja registradora o cajón donde se guarda dinero. Cargar la burra consiste en cargar el bulto, alzarse con lo robado.

Estos escruchantes se valen de distintas herramientas:

Torniquete: es un instrumento utilizado para forzar rejas.

Sueco: utilizado para cortar puertas, cortinas metálicas o parte posterior de cajas de seguridad.

Yum-yum: herramientas especiales para violar cajas de seguridad haciendo saltar la puerta hacia afuera.

gente de avería

gente de avería

Santo: cortafierro (cortafrío)

Monseñor: Herramienta para violar cerraduras

Angelito (también denominado viuda o canutín) es una herramienta para abrir puertas desde fuera, accionando la llave dejada puesta por dentro.

  1. Caramayolé o Biaba

Estos constituyen los lunfas de más baja categoría pues no necesitan el más mínimo talento: una piedra o un buen garrote asestado sobre el desprevenido transeúnte, suele ser el recurso generalmente utilizado para conseguir su propósito de robar algo de valor; y a veces el golpe resulta infructuoso, sin provecho alguno por ser el viandante un mísero ciudadano sin recursos. Puede realizarse también mediante el golpe de furca, siendo ésta la técnica de robo por sorpresiva inmovilización de la víctima.

  1. Hacen el scrucho o cuenteros (cuentan el cuento)

Son la aristocracia del universo lunfardo, los más inteligentes y astutos: son los estafadores. Para realizar su actividad sólo necesita útiles de trabajo simples y, como el punguista, lleva un compañero a la distancia que puede resultar de utilidad para desempeñar algún papel que refuerce el intento de estafa.

No se consideran ladrones pues al contrario, lo que hacen es embromar al ambicioso que los toma por tontos: les ofrecen una ganancia enorme con algún cuento, y encandilados por su fortuna muerden el anzuelo. Se jactan que no son ladrones, no hacen daño ni asustan ni golpean a la gente, y si los otarios se clavan por su ambición, ellos no tienen la culpa.

Utilizan un diario doblado a modo de paquete al que denominan “el toco mischo” (el montón pobre), el balurdo, y algún dinero. El socio, que aún permaneciendo siempre en la sombra se lleva la parte sustancial del golpe, se llama “changador de otarios”, y es el que observa la localización o el individuo sobre el que darán el golpe; solía ser un almacenero de barrio con apariencia honorable, pero en su codicia resultaba desleal hacia aquellos que –en confianza- hacían sus confidencias ‘al amigo’, datos que transmitía a los que inventarán el cuento apropiado para cada caso. Para realizar un timo, otro de los recursos es la utilización del toco mocho (billete falso de lotería).

Esa maestría en el cuento la desarrolla muy bien Roberto J. Payró en sus relatos “Chamijo” y “El falso Inca”; éste último constituye la 2ª parte y se editó en el año 1905. Sin embargo la 1ª parte, “Chamijo”, se dio a conocer recién en 1930. “El falso Inca” es entonces

El falso Inca

El falso Inca

la primera incursión de Payró en la picaresca en la cual Pedro Chamijo (o Pedro Clavijo, alias Pedro Bohórquez Girón, a. Huallpa Inca) haciéndose pasar por un hidalgo de nobilísima sangre, embauca a las sucesivas personas con las que tropieza en su relato: Virrey del Perú, gobernadores, caciques indios, con cuentos aparentemente increíbles pero que su habilidad dialéctica hace creíbles a oídos de interlocutores ambiciosos, máxime valiéndose de una socia que hacía valer sus encantos femeninos para marear a los candidatos a ser estafados; por esta utilización de una prostituta como cómplice, Chamijo debe recibir el mote de schifrunista.

Católico – Balurdo – Berretín – Cambiazo

Estas son denominaciones utilizadas por los “scruscho” (es decir, los estafadores, los que cuentan el cuento) según los medios utilizados para sus fines. Ya habíamos mencionado que sus útiles son muy simples, y en el caso de periódicos o papeles inservibles (balurdo), se trata de hacer un toco mischo o un vento. Cuando apelan a los sentimientos religiosos, dicen que han hecho “un católico”. Berretín –similar a balurdo– se llama el paquete o mercadería que les permite realizar ciertas estafas.

Pero cuando utilizan una estratagema en la cual dejan al ambicioso una joya para que la lleve a tasar, siendo ésta de gran valor, el punto facilita al “amigo” que le deja la joya en prenda, algo de dinero para que salga del apuro. Al poco regresa el cliente con alguien aparentemente interesado en comprarla; la observan, consumen algo mientras conversan, se retiran… y no vuelven más. Cuando el prestamista, alarmado, la lleva de nuevo al tasador resulta que no es la misma de la vez anterior ¡le habían hecho el cambiazo!

  1. De las 4 armas

Son denominados así por reunir en su persona, las cualidades de cada uno de las 4 categorías de lunfas descriptas precedentemente. A estas 5 corresponde agregar una categoría más, para brindar también a la mujer el derecho que le corresponde en la sociedad.

 6. Mecheras

Se denominan así aquellas mujeres que entran en un comercio con intención de robar; puede tratarse de un almacén de comestibles, de ropa, artículos para el hogar… da igual la índole del negocio porque en todos utiliza el mismo método: cuando está segura que nadie la observa, esconde el objeto a robar entre su ropa o en su bolso. Un accionar similar es el del descuidista: es el ladrón que aprovecha el descuido de sus víctimas.

Concluido este artículo, sólo les ruego que no sigan mis instrucciones.

César J. Tamborini Duca

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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