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Feliz Año 2012

Pampeando y Tangueando brinda con nuestros lectores para desearles un Felíz y Próspero Año 2012

 

 

Nunca se me había presentado la oportunidad de proponer un brindis, por eso me veo en la necesidad de proceder a elaborar el mismo planteándome la pregunta: ¿qué cosa es un brindis? En realidad la respuesta es muy simple y consta de 2 partes: con qué brindamos y con quienes lo hacemos. En cuanto a “con qué brindamos”, se subdivide a su vez en otras dos: contenido y continente.

Voy a mencionar primero el contenido y me limitaré a esa bebida que acompañó al hombre desde los albores de la humanidad; y digo que me limitaré por no entrar en una actitud eleática que haría interminable la enumeración (ergo la paradoja de Zenón de Elea con la carrera de Aquiles y la tortuga), y sólo mencionaré el vino y alguno de sus varietales.

El vino, que como tantas cosas fue el producto de una casualidad, fue objeto de culto entre griegos y romanos que celebraban dionisíacas y bacanales respectivamente (en honor del dios griego Dionisio y romano Baco). Ya sabemos que griegos y romanos compartían mismos dioses con distintos nombres, el Dios Supremo que para los primeros era Zeus, para los segundos era Júpiter, y así sucedía con la mayoría de sus incontables dioses.

Muy alejado en el tiempo, en la Córdoba califal y encaramado en los siglos XI y XII, el gran poeta árabe Omar Khayyám dejó para la posteridad la siguiente sentencia: “Oigo decir que los amantes del vino serán condenados. …Si los amantes del vino y del amor van al infierno, vacío debe estar el Paraíso”.

¿Pero cuál es –fruto de la casualidad como dijimos- su origen? Hay leyendas para todos los gustos creadas por la sabiduría popular, y una de ellas nos retrotrae a la Mesopotamia cuyo rey, amante de las mujeres y las uvas y en quién se inspiró seguramente Omar Khayyám, incorporó a su harem una joven muy hermosa y, para celebrarlo, hizo llenar el sótano de Palacio con tan preciada fruta.

Claro que él ignoraba que tal cantidad provocaría la extrusión y salida consiguiente de zumo que, al fermentar y producir gas carbónico, sería capaz de asfixiar a quien descendiera para recoger uvas. Eso les ocurrió a los tres camareros enviados a recoger uvas, lo que originó la creencia en Palacio que esa fruta estaba maldita y moriría quién las tocara.

Una de las mujeres del Rey, despechada por el reciente himeneo de su real consorte bajó al sótano con la idea de acabar su vida, pero el gas había desaparecido y el mosto se había transformado en vino, bebiéndolo en la suposición que así su muerte sería más rápida. Rey y cortesanos descendieron corriendo al sótano para salvarla de una muerte segura, y su sorpresa fue mayúscula cuando vieron a la mujer ebria y semidesnuda, bailando en los brazos del joven vino.

Pero si nos remontamos en la historia hasta Noé, que debía contener en su barca ejemplares de cada especie para su conservación postrera tras el Diluvio Universal (el Arca de Noé debía ser inmensa), debemos consignar que entre esas especies estaban las uvas, y almacenadas quién sabe en qué rincón, por su propio peso comprimía los racimos inferiores y la subsiguiente fermentación dio origen a esa bebida que saboreada por Noé y por “VENIR” de sorpresa le hizo exclamar “VINO”, y así quedó denominado para la posteridad.

Rememorando una vez más al poeta califal y su sentenciosa frase “vacío debe estar el Paraíso” a mí se me ocurre otra cosa, que el vino se remonta aún más lejos, hasta Eva y Adán, y que en realidad el árbol de la sabiduría fue la vid, y como es comprensible Adán y Eva de la uva descubrieron el vino, y sorprendiéndolos Dios en alucinada bacanal por sus efectos, los expulsó del Paraíso.

Y Dios, que indudablemente no tenía un pelo de sonso y conocedor de los sentimientos humanos, ideó lo de la manzana como una estratagema, a escribir en el Antiguo Testamento para hacer olvidar el vino a la humanidad. Que deseen la manzana, pensó (pues lo prohibido genera ese deseo y ambición por poseerlo); total si descubren la sidra, ésta no se presta a bacanales. Claro que no tuvo en cuenta lo fortuito que acaecería en el Arca de Noé, que es a lo que se atribuye el origen del vino en contra de mi teoría evaadanesca.

Claro que el vino tiene sus derivados según la región geográfica, el clima, las variedades de uva, los métodos de elaboración; y entre estos derivados tenemos el “champagne”, inventado en esa región geográfica francesa por el monje benedictino Dom Pérignon, utilizando uva de la variedad “chardonnay”; y el “cava”, copia catalana del mismo elaborado con otros varietales: monastrel, xarel-lo, parellada, malvasía.

También es interesante saber por qué se inventó el “champagne”, qué expectativas había detrás de ésta búsqueda; y tal vez habría que atribuirlo a esa definición que leí hace poco (lamentablemente no recuerdo dónde, pero aseguro a mis lectores no ser de mi invención) y dice así: “El champagne es ese vino con pelotitas que inventaron los franceses para que sus mujeres pudieran beberlo sin que pareciesen unas putas”.

Pero el relato estaría incompleto si no hiciera una breve reseña sobre el continente: hay dos tipos de copas utilizadas para el cava o champagne: una es la típicamente conocida en España, alargada y en forma de tulipa. La otra es utilizada en Francia y también en Argentina, donde mayoritariamente se utiliza para la sidra, con copa más achatada y amplia, de la que se dice tuvo su origen porque a Luis XI le gustaban tanto los pechos de su amante la marquesa de Pompadour, que hizo tomar el molde de los mismos para que le fabricaran una copa en la que beber el espumante vino (¡éstos franceses!).

Concluido el “con qué” brindamos, me queda mencionar brevemente “con quienes brindamos”; habitualmente lo hacemos con los amigos, con la familia, con los compañeros de trabajo. En el caso de los emigrantes de nuestro solar patrio, Argentina, el impulso primigenio será decir “brindo por los argentinos”. ¿Pero qué somos los argentinos, hijos de un país cosmopolita como pocos, sino el fruto de ese conglomerado de razas que colonizaron nuestro suelo?

Primordialmente españoles e italianos cuyo mestizaje entre ellos y con las razas autóctonas: mapuche, guaraníes, aymarás; pero también eslavos, anglosajones, japoneses, griegos, turcos, árabes, israelíes y un sinfín de etnias y nacionalidades que plasmaron la idiosincrasia del país. Un país plural de gente plural, que nos invita a brindar

“A LA SALUD DE LA HUMANIDAD”

 

Felices Fiestas:

Patricia, César, Juan Manuel y Facundo

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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