CORTADA DE BOLLINI (Noviembre de 2006)
Esos chamuyos discordantes
de misteriosos ecos, vociferantes
profanando el silencio de la noche
voces incomprensibles, que eran broche
del suburbio, la gayola y aquel lazo
que los tuvo maniatado: el escolazo.
Vinieron desde el Sur, a la Cortada
de Bollini, por sus duelos tan mentada;
los matungos, chapaleando por el barro
arrastrando a esos malevos en un carro
traspasando la frontera del murmullo
y entonando sus proezas con orgullo.
¿Qué misterio los impulsa, de coraje
para acortar distancias, en un viaje,
de un retorno victorioso muy dudoso
de la Cortada, ya es sabido, peligroso?
Nadie lo supo, aunque parece
ser las mentas de una daga, que estremece
en esos conventillos del suburbio
por su dueño, el de un pasado turbio
que incitaron a los otros, tan lejanos
a emprender ese viaje. No fue en vano
el corralón de Mario fue testigo
de la viril contienda intensa
mientras ojos asombrados, del postigo
espiaban bajo la luna inmensa
el brillo entrechocado del puñal
que de algún modo intuye ese final.
El final de un muerto con su cara de asombro
que una luna lunfarda alumbró sin inquina;
igual que ese farol de patio, o el de la esquina;
un muerto que ya no llevará su poncho al hombro.