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Romero de viejo cuño

Santiago fue seminarista, pero como entre otras cosas le gustaban las mujeres (principalmente Mª Carmen a la que desposaría) y aún no se vislumbraban los tiempos del Papa Francisco, decidió no vestir los hábitos. Estudió filosofía graduándose en Salamanca, Universidad de fama bien ganada en la América meridional, cuna de héroes doctorados en la misma. Maestro jubilado y ex Jefe de Estudios del Colegio Público Martín Monreal en Veguellina de Órbigo (León), profesor del Instituto de los Hermanos Palotinos en el Bº de Buenos Aires, nombre premonitorio para lo que surgió después, y ex Alcalde de Veguellina; eximio orador y cuentista y –por sobre todas las cosas- el gran amigo español que descubrí en estas tierras. En su honor tengo el privilegio de entregar a mis lectores la poesía que escribí cuando viajó a Perú hace unos años acompañando a su hijo Andrés, y lo hago en esta fecha, 27 de septiembre de 2013, cuando se cumplen 500 años del descubrimiento del Océano Pacífico (o Mar del Sur) por Vasco Nuñez de Balboa.

 

ROMERO DE VIEJO CUÑO

(para el amigo Santiago Martínez Morán por su visita al Perú)

Visiones nuevas prodigó tu visita

cuando la nocturnidad del cielo oscuro

pudiste contemplar en luminoso muro

de centelleantes estrellas nunca vistas.

Tambien sentiste, romero de viejo cuño

del Callao, el amerindio puerto

el rumor de sus aguas y sus muertos

del Pacífico Océano que vió Nuño.

Y bogando el Paraná Purá tortuoso

empujado por el Ábrego potente

encontraste, en un recodo, de repente

la inmensa boa, el animal monstruoso.

De regreso, atesoras el recuerdo:

Lima, Tarapoto, el trencito lerdo

que al Machu Pichu te acercó subiendo

desde el Cuzco milenario; ibas sorbiendo

imágenes de cordilleras, el silente

vuelo del cóndor majestuoso

recordando Yurimaguas y el amigo presente

que encontraste en ese mundo misterioso.

Sobran palabras; la memoria es el silencio.

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