“Entonces en aquel campo siniestro púdose contemplar una escena más conmovedora aún. Una mujer a caballo atraviesa a galope la zona mortífera de las balas, alcanza al Iº de Línea y se detiene; lanza la mirada con ansiedad, esa mirada que solo la mujer posée en momentos de angustia suprema; abarca con una penetración anhelante la perspectiva de los muertos, y como si un presentimiento la ahogara abrumándola con una tortura eterna, sofocando un gemido, gritó:
¿Dónde está el subteniente Malato?
¡Allí está muerto! le dijo un soldado bárbaro, de esos endurecidos en el yunque de las batallas.
Entonces esa mujer de las últimas filas del pueblo, mujer de campamento, compañera inseparable del soldado, que sufre y muere por la patria, y que jamás participa de las recompensas que muchas veces se dan a los que no las merecen. Aquella mujer que la llamaban Rosa La Tigra porque hasta ese instante le había faltado la sensibilidad exquisita de su sexo; corrió desesperada al sitio más negro de su corazón, y al contemplar el amarillo cadáver del joven oficial, prorrumpió en llanto, y sin preocuparse del peligro que la amenazaba, ni de las balas que silbaban en sus oídos, que no oían sino su inmensa pena; se aproximó al cuerpo inanimado e hizo un esfuerzo para subirlo sobre su caballo; vana tarea, alcanzó hasta ponerlo de pie: en esa actitud al inclinarse para levantarlo, los brazos del infeliz Malato cayeron sobre ella como por un movimiento mecánico de la muerte; rozaron su cuello y sintió helada la última caricia de la tumba; lo oprimió entonces contra su pecho, y sus lágrimas y sus labios tocaron su frente helada.
Un soldado compasivo se aproximó y le prestó ayuda, montó a caballo con aquella preciosa carga y se alejó rápida, para llorar en silencio su pena, y construirle con sus manos la cruz de ramas de los pobres que adornan el montoncito de tierra; única señal que algunas veces marca nuestro paso por el mundo en el campo de batalla. Otro soldado que se encontraba herido, vendándose una pierna, exclamó:
¡Bendito sea Dios! ¡hasta las tigras lloran!