Tangueando

Milonguita (Esthercita)

MILONGUITA (1920)                                                                                                      Letra : Samuel Linning  – Música : Enrique Delfino

¿Te acordás, Milonguita?, vos eras

La pebeta mas linda ´e Chiclana

La pollera cortona y las trenzas…

Y en las trenzas un beso de sol…

Y en aquellas noches de verano

Qué soñaba tu almita, mujer,

Al oír en la esquina algún tango

Chamuyarte bajito de amor.

Esthercita…

Hoy te llaman Milonguita,

Flor de noche y de placer

Flor de lujo y cabaret.

Milonguita…

Los hombres te han hecho mal

Y hoy darías toda tu alma

Por vestirte de percal.

Cuando sales por la madrugada

Milonguita, de aquel cabaret,

Toda tu alma temblando de frío

Dice: ¡Ay, si pudiera querer!…

Y entre el vino y el último tango

P’ al cotorro te saca un bacán…

¡Ay, qué sola, Esthercita, te sientes!

Si llorás, dicen que es el champán.

Hay situaciones o personajes recurrentes, como en el caso del tango “Che, bandoneón”  que menciona a “Esthercita, y Mimí como Ninón” (vale la pena escuchar el tango), mujeres podemos decir ‘estereotipos’ para determinados tangos. Como también ocurre con “Un tango para Esthercita” cuya letra y música corresponden a Alberto Mastra; fue grabado por la orquesta de Aníbal Troilo, cantando Raúl Berón, y sus versos dicen: …”Las copas y los tangos,/ Las repetidas citas,/ Hicieron de Esthercita/ Otra mujer./ Delfino en “Milonguita”/ Te evoca en su compás,/ Tu corta pollerita/ Tu seda, tu percal”…

Pero ¿quién era “Esthercita”? Porque a ella se dedicó un tango con su nombre, también conocido como “Milonguita”.

Lo que resulta evidente en este tango -como veremos en párrafos posteriores de prestigiosos autores que estudiaron el tema con meticulosidad- es que relata una historia real, de una jovencita que vivía en el sitio mencionado (la calle Chiclana), que fue ganada para los placeres… y su perdición; su juventud, vestimenta y posturas la calificaban como ‘milonguita’, es decir una copera, mujer de cabaret. Al final, se menciona el supuesto deseo de retornar a sus orígenes de barrio, poder ‘vestirse de percal’, verso significativo puesto que el percal era la tela barata de algodón que utilizaban las mujeres humildes. La nostalgia (“nos algia”: nuestro dolor) es la que la hace llorar, no el champán

Es mi creencia que cuando Linning llevó a Delfino hacia la calle Chiclana ya conocía la existencia de Esther y su comportamiento y horarios, ya tendría pergeñado su poema al que faltaría título y música; pero quería que también la viera Delfino y, al señalarla, le dijo ‘mirá esa milonguita’. Probablemente Delfino dijo, como  afirma Julio César Onetti, “ya tenemos el título, Milonguita”. Veamos ahora distintas opiniones.

Fernando Quiñones alcanza a plasmar con más acierto esos “cantes de ida y vuelta”, con sus “Crónicas Americanas”, libro que consta de dos partes la primera de las cuales tituló “Crónica del Tango y la Finadita”, donde relata el ocaso y muerte de la “Milonguita”, la supuesta o posible María Esther Dalto que diera nombre al tango “Esthercita”, y Quiñones relata así:

“En la calle Chiclana 3148, donde vivía con papá y mamá, a las seis menos cuarto de la tarde y a trece días de la Nochebuena del 20, se le agotó este universo mundo, se le volaron sus permanentes horror y dones, el miedo a envejecer que aún no tenía, las pesadillas y la luz”…

En “TANGOCOSAS”, el autor Julio César Onetti evoca que para el tango escrito por Linning y Delfino los autores no tenían claro qué nombre ponerle, cuando ocurrió lo siguiente: “En el cruce de las calles Deán Funes y Chiclana, Linning iba en compañía de Delfino cuando vieron una muchachita con trenzas y pollerita cortona. Al verla Samuel exclamó ‘mirá esa milonguita’ a lo que Enrique Delfino respondió: ya tiene nombre el tango” (página 38).

En él se alaba su hermosura: “¿Te acordás, Milonguita? vos eras /la pebeta más linda ‘e Chiclana, / la pollera cortona y las trenzas,/… Pero como casi siempre sucede aparece el arrepentimiento y la decadencia, el deseo de volver a su pasado: ..”¡Milonguita! /Los hombres te han hecho mal,/ y hoy darías toda tu alma / por vestirte de percal”…

Ahí nació “Milonguita”, nombre inspirado por María Esther Dalto que vivía en Chiclana al 3200; aunque hay quienes mencionan que se trataba de Esther Torres.        

“MILONGUITA”, LA PEBETA MÁS LINDA ‘E CHICLANA.

(En Revista Siete Días Ilustrados – 04.03.1974) «Escribe Rubén Pesce: el tango tiene su historia”. 

«Milonguita», el mitológico tango de Samuel Linnig y Enrique Delfino, fue estrenado el 10 de mayo de 1920 por la actriz María Esther Podestá. Esthercita, la arrepentida heroína que cambió por seda el percal, fue una muchacha de certificada belleza -algo tornadiza, es cierto- que nació y murió, efectivamente, en ese rincón de Buenos Aires hecho famoso por los populares versos canyengues.

 En los dos primeros versos del imperecedero tango de Linnig y Delfino (¿Te acordás, milonguita? Vos eras/ la pebeta más linda e’ Chiclana. . .) se confunden ya realidad y novelería. Así nació un nuevo personaje para la mitología porteña. Que además tiene su nombre propio o real: «¡Esthercita!. . . Hoy te llaman Milonguita». Y asimismo fue luego beatificada por el vate Enrique Cadícamo en un tango al cual, por supuesto, también le puso música Enrique Delfino: “Santa Milonguita tenía los ojos/ tan grandes y claros que hacían suspirar”.

 Otros tangos contemporáneos la mencionan y otros más cuentan historias parecidas, con constantes similares en sus versos: la muchacha linda y buena, arrastrada por las luces del centro o el gotán; el barrio que la añora, el deseo de ella de volver a él, pues «daría toda su alma por vestirse de percal»; el sometimiento a la vida nocturna y pecaminosa del cabaret, entre ‘humo, champagne y tango, siguiendo a su bacán’. Es el tema de la «costurerita que dio aquel mal paso«, de Evaristo Carriego.

En otros tangos, la misma protagonista puede ser «galleguita», «provincianita» o «francesita». Hermanas suyas —o colegas, nunca se sabe— suelen contonearse por los tangos Milonguera, Milonga fina, Muñeca de carne, Flor de Fango, Muñequita, Margot. Otra muchacha de barrio, pero «piba mimada de la calle Pepirí», aparece en Mano cruel. Y, por último, en “Sos de Chiclana”, los hermanos Navarrine hablan de una vecina de Esthercita: “Hermana entera sos de aquella Esther/ a quien los hombres trataron tan mal”.

Unas, inocentes, rodaron engañadas; otras, por propia voluntad, por el deseo de «entregarse a las farras y delicias del gotán»; «vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente, berretines de bacana que tenías en la mente. . .», dicen los versos tangueros en “Mano a mano”.

 El tango Milonguita fue estrenado el 10 de mayo de 1920, en el Teatro de la Opera, incluido en el sainete Delikatessen Haus, de Samuel Linnig y Alberto T. Weisbach, por la actriz María Esther Podestá, una de las intérpretes más completas de la escena argentina, heredera de un apellido glorioso y hoy injustamente relegada. Se lo entregaron —según afirma— Linnig y Enrique Delfino como recién escrito y un día antes del estreno del sainete. Delfino la hizo ensayar primero en el piano y por la noche ya lo pasaba con la orquesta, que entonces estaba bajo la dirección del maestro Francisco Paya. No recuerda María Esther Podestá que los autores le hablasen de su fuente de inspiración para el tango, pues entonces todo se hacía con premura, sin tiempo que perder, para estrenar una obra tras otra.

 «Recuerdo, sí, que canté el tango con mucho temor, pues apenas lo sabía; pero el éxito fue tan grande esa primera noche, tanto conmovió al público —memora— que tuve que repetirlo tres veces, lo que me sirvió para aprenderlo definitivamente… En Delikatessen Haus yo era Blanca, una joven perdida que dirigía la orquesta de señoritas de ese bar alemán. Tocaba el violín en el clásico palquito. En el desenlace de la obra, en el segundo cuadro, cantaba el tango.

En seguida lo entonó todo Buenos Aires. Al mes siguiente —sigue recordando la Podestá—, mientras nuestra compañía (Vittone-Pomar) iba a cumplir con su temporadita anual en el Politeama de Montevideo, ocupó el escenario de la Opera la famosa Raquel Meller; entonces, aprovechando la popularidad de Milonguita, la Meller lo interpretó en forma de tango dramatizado. . . Cuando a mi vez yo volví a la Opera, en una revista incluimos un número donde yo hacía una imitación de Raquel Meller, cantando la canción más aplaudida de su repertorio: El Relicario. . .

Al tango lo llevé triunfalmente por América en nuestra gira inmediata. En México, al cantar Milonguita, la orquesta me saludó sorpresivamente con los toques de Diana, según acostumbraba el público a pedirlo cuando gustaba un artista. . . Al querido y talentoso maestro Delfino, un día le escribí una carta protestándole amablemente porque siempre que hablaba de Milonguita recordaba la interpretación de la Meller, olvidándose de quien lo había estrenado, que después de todo era una artista argentina. . .», remacha la Podestá.

De todos modos, al editarse el tango en su portada se especificó «estrenado con éxito en el Teatro de la Opera». Se deslizaron algunas dudas con respecto a esta versión, aduciéndose que el tango se había estrenado el año anterior (1919) y tal vez en Montevideo. Asimismo, habría sido grabado antes por Carlos Gardel (Disco Nacional Nº 18028, matriz 326), pero según la discografía gardeliana de Boris Puga (Montevideo, 1970), dicha grabación fue realizada en 1920. En cuanto a lo otro, debe contraponérsele la anécdota que el mismo Delfino contaba: Milonguita nació de un paseo con Linnig por la calle Chiclana, yendo en busca de inspiración para un tango que debían incluir en el sainete, de modo que apuntalase su éxito como sucediera con ‘Mi noche triste’, en abril de 1918, en el sainete ‘Los dientes del perro’, de González Castillo y Weisbach. (Ese tango era de Pascual Contursi y Samuel Castriota).

Linnig conoció a Delfino cuando éste actuaba con el violinista Agesilao Ferrazzano en el foyer del Teatro Opera, durante los intervalos. Una noche le habló de la necesidad del tango para el estreno y lo llevó en un mateo hasta la calle Chiclana. Allí le hizo esperar como dos horas, a la luz de una hermosa luna, hasta la aparición de una hermosa muchacha que regresaba a su casa. El poeta, al parecer, la conocía y también conocía su historia. En ella se inspiraría para escribir la letra del tango que Delfino debía musicar. Más tarde, el tango ya signado por el éxito, Delfino realizó una grabación del tema en los Estados Unidos, adonde había ido con Osvaldo Fresedo —bandoneón— y Tito Roccatagliata —violín— contratados para grabar una serie de discos con el nombre de Típica Select.

Observar que en la carátula del disco 18028 A en lugar de Linning figura Linniz

Todo esto en cuanto al tango. Pero, ¿qué hay de verdad en la existencia real de la Esthercita inspiradora? ¿Es la misma que aún evocaba Cadícamo en su Apología tanguera?: “Por vos se fue Milonguita / de Chiclana hasta Corrientes…” 

Por la avenida Chiclana, de Parque Patricios, ahora asfaltada, pero conservando viejas casas y veredas, corre aún la historia de la muchachita que dio un mal paso, paseó su belleza juvenil por el cabaret y murió después de una decepción amorosa, la del abandono del hombre que la había arrancado de su humilde casita.

José Barcia, presidente de la Academia del Lunfardo, fue el primero que intentó una investigación sobre este personaje, que habría sido una tal Esther Torres, con domicilio en Chiclana 3051 (después rectificó por el 3149). Posteriormente, otros dos integrantes de la Academia del Lunfardo, en sendas comunicaciones, dieron al parecer con la verdadera protagonista. El escritor Ricardo M. Llanes citó los recuerdos de una vecina, «de bien disimuladas canas», que dio el auténtico nombre de Milonguita: María Esther Dalton.

“Con María Esther éramos muy amigas —declaró la vecina al escritor—. Vivía ahí al lado nuestro. ¡Pobrecita! Ahí la velamos. ¡Hubiera visto cuando a la mañana vino el fúnebre! De golpe, no más, se amontonó todo el barrio… Ahora, en diciembre, se van a cumplir 39 años». Esto se publicaba en 1958; luego, la muerte se habría producido en 1919.

 Sin embargo, otra posterior comunicación a la Academia, del investigador Juan Carlos Etcheverrigaray, aportaba el acta de defunción de María Esther Dalto (sin n), fallecida el 10 de diciembre de 1920, a los quince años, de meningitis, soltera, argentina, hija de Sabino Dalto y de Filomena Russo, italianos, domiciliados en la casa de Chiclana 3148. La certificación del deceso la firmaba el doctor Genaro Giacobini, que la atendiera en su domicilio. Estos datos plantean tres problemas: la diferencia del apellido (es seguro que fuese sin n por la procedencia italiana y que la vecina lo recordase o pronunciase mal), el año 20 en vez del 19 (también podría fallar la memoria por un año) y los quince años de edad (precocidad que algunos justificaron). En resumen: Milonguita sería María Esther Dalto, fallecida en diciembre de 1920.

 En 1921 aparece un tango titulado “La muerte de Milonguita”, letra de Héctor Bonatti, música de Francisco Canaro (que firmaba Ronaca). Lo grabó primero Ignacio Corsini (Disco Nacional Nº 203, Matriz 478) y luego la orquesta de Roberto Firpo (D. N. Nº 693, M. 530). El 25 de agosto de 1922, el personaje es resucitado en otro sainete de Samuel Linnig titulado “Milonguita”, estrenado en el Teatro Nacional por la compañía de Pascual Carcavallo.

La protagonista, Esther, estaba a cargo de la actriz Margarita Poli (la que cantara ‘Mi noche triste’ en el 18), quien en el cuadro segundo, el del cabaret, entonaba otro célebre tango: Melenita de oro, de Linnig y Carlos V. G. Flores. En el mismo cuadro, mientras la orquesta ejecutaba Milonguita, ella recitaba «inmóvil, ausente la mirada, con una gran expresión de dolor, como evocando todo su pasado de chica, los primeros versos de la canción». Aquí, la protagonista termina llorando «amargamente», pero el sainete finaliza en seguida, no con la muerte de ella, sino redimida por otro hombre que siempre la quiso.

 Es interesante destacar dos cosas en este sainete de Linnig. Primero, un prólogo en verso, donde dice:


Escuchad… Erase una vez… ¡Mas no! No es un cuento, 
esta historia tan vulgar, de una mujer perdida; 
es un alma que el poeta recoge entre ciento 
como una piltrafa tirada en la vida.

Luego, la descripción de la escenografía del primer cuadro: «El patio, húmedo y sucio, de una vieja casa de San Cristóbal Sud, donde viven, en una promiscuidad miserable, varias familias. A foro, sobre la calle Chiclana, la cantina de Cirú visible desde el patio… En el patio, como un detalle de pureza y de lujo, dentro del sucio ambiente humano, contrastan las enredaderas de rosas y jazmines del país que trepan florecidas por los viejos troncos de una parra. . . A la izquierda, el zaguán, que comunica con el primer patio». Hay datos precisos en esta descripción; lo que resulta imposible saber es si Linnig (falleció en 1925) estuvo en una casa determinada, donde vivía Esthercita; también se ignora el conocimiento exacto que tuvo del personaje o de su historia. Todo impresiona como un conocimiento directo del tema y del ambiente, como también lo insinuaría el relato de Delfino.

 ¿Sería Chiclana 3148 el domicilio de Milonguita? Actualmente esa casa está habitada por la familia de Enrique Ballina, su propietario desde 1938. Está completamente refaccionada y en su nuevo frente figura en relieve el año 1923. La casa original constaba de tres habitaciones al patio y sala a la calle, que se conservan. El fondo, donde había anteriormente una higuera y una pileta, ha sido trasformado en otro lugar de estar. El patio, ahora techado, tenía parral, y en él se conserva un viejo farol de pared. El zaguán también está remodelado. . . Años atrás, un señor le propuso a Ballina comprarle le propiedad, diciendo que para él tenía muchos recuerdos: «Aquí murió mi hija», agregó. Pero se le negó la venta. . . 

                         Esquinas de Chiclana y Salcedo en 1960

Lo curioso es que, interrogando a la gente más vieja del barrio, la mayoría asegura que la casa de Milonguita es la «de rejas», que corresponde al número 3132 de Chiclana. Así lo dice también una antigua moradora del barrio, doña Elena, de 81 años, que vive al 3000. Y doña Dora Clara Mattos, domiciliada a la vuelta, por la calle Salcedo, quien hacia 1918 vivía al lado de la casa de Esthercita y aún recuerda «el día del velorio». Otra vecina de mucha edad recuerda que un hombre que se detuvo a charlar con ella años atrás le habló de la belleza de Esthercita y que lucía unas largas trenzas. Una compañera de esta vecina, entre coqueta y divertida, afirma: «La pebeta más linda de Chiclana era yo».

 En Chiclana 3132, la vieja casa con rejas a la calle y parral en toda ella, vive Domingo Bianco, quien también dice que siempre señalaron esa casa como la de Milonguita. Una vecina agrega que en la esquina de enfrente existió un cabaret, donde se habría «iniciado» la muchacha. Pero, como se aprecia, el tiempo se ha llevado los más seguros testigos.

 En Salcedo al 3200 habita una vieja familia de apellido Dalto, muy conocida en el barrio porque en ella hay dos médicos. Las dos mujeres ancianas interrogadas se niegan a aportar datos. Una de ellas hace callar a la mayor, cuando ésta arriesga: «Sí. . . eran parientes lejanos. . .» Es que, en efecto, esa vinculación la ha señalado otra vecina. . . Pero, seguramente, un viejo prejuicio hace que las señoras Dalto se encierren en un justificado mutismo.

Quizá sea un buen final para esta nota recordar los versos de Héctor Bonatti (con música de Francisco Canaro) para el tango ‘La muerte de Milonguita’, por ser menos difundidos, y por nombrar curiosamente a la protagonista como María Esther y no solamente Esthercita. Por esa razón en lugar de incluir la grabación del tema que hoy nos ocupa –por ser de todos conocida- preferí incluir la grabación del tema de Bonatti, cuya letra dice: 

 “Se marchitan las flores del fango, / enlutado ya está el cabaret… / Ya no se oyen las quejas del tango: / Milonguita del mundo se fue. / Fue su vida una eterna congoja; / muchas lágrimas ya derramó. / Como flor que la muerte deshoja / de sufrir Esthercita dejó. / …Nadie ya María Esther te agasaja, / tu ambición con tu muerte se fue… / Suplantó ya tu blanca mortaja / los encajes de aquel cabaret. / Muchas flores tendrás a tu lado; / quien te quiere te las llevará… / De sufrir Esthercita has dejado: / ¡fue tu vida una lágrima más!»

Fue grabado por Ignacio Corsini en 1921, lo acompaña con su guitarra, J.M.Aguilar:

LA PEBETA DE CHICLANA (Carlos de la Púa)

Fue como todas… Se abocó ante el vento,

le gustaba el lujo, le tiró el gotán,

y dejó la vieja sola en el convento,

y fue pal cotorro de un niño bacán.

Y bebió en diez años toda la alegría

y supo en diez años toda la crueldad,

cuando dio el remache de la fulería

la seña jodida de la enfermedad.

Y sin un consuelo, sin una aliviada,

la que de la mugre se abriera tan mal

pagó con la chinche fatal, angustiada,

la deuda sagrada con el arrabal.

(“La Crencha Engrasada”, Carlos de la Púa, Schapire Editor, Bs. As. 1971, pág. 41). Aunque no es un relato de la vida real de “Esthercita” resulta evidente la intención del “Malevo Muñoz” para inducir a que pensemos en ella por el título de su poema. Chinche es como se denominaba popularmente la sífilis en esa época.

Esthercita (Milonguita) también tuvo su mención en el tango “Corrientes y Esmeralda” del “Negro” Flores; corresponde a la antepenúltima estrofa, tal vez poco conocida porque suele ser soslayada en las grabaciones. Dice así:

…”En tu esquina un día, Milonguita aquella / papirusa criolla que Linning cantó / llevando un atado de ropa plebeya / al hombre tragedia tal vez encontró”…                       (“Cancionero”, Celedonio Flores, Torres Agüero Editor, Bs. As. 1982, 3ª Edición, pág. 26)

César J. Tamborini Duca

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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