Tangueando

Con permiso, soy el tango (VIII)

La vuelta al mundo en 80 tangos (y III)

4. Bailarines de tango

Si bien el tango en París fue objeto de la moda fundamentalmente por su música (el ritmo), por sus letras y por el tipo de danza que lo acompañaba, no podemos obviar otro fenómeno asociado, la necesidad de escuelas donde se enseñara la manera de bailarlo. Fue así como surgieron numerosas academias regentadas por rusos, polacos y algún francés para iniciarlos en la exótica danza. Pasó algún tiempo, pero finalmente algunos criollos se animaron a protagonizar el salto que permitiera crear en “tangoville” academias que lograrían perfeccionar el ‘délicieux tangó’, dirigidas por profesores argentinos.

Por eso, aunque no era el propósito inicial de este monográfico, no puedo por menos que mencionar otros de los artífices del clamoroso éxito del tango en París: los bailarines. Con la intención de no hacer excesivamente extenso este trabajo, me limitaré a dos de los más destacados bailarines que hicieron las delicias en los salones de la Ciudad Luz.

De Miguel Eusebio Bucino podemos decir que era un polifacético cultor del tango; fue bandoneonista y, aunque no de los mejores, ese conocimiento musical le permitió pergeñar páginas señeras de nuestra música:  “MARTINGALA”, “UNA CARTA”, “AMARROTO”, “EL VIENTO ME CUENTA COSAS”, “GUITARRA”, entre otros títulos. Agréguese a esto su faceta de poeta que le permitió escribir las letras de sus tangos.

Pero fundamentalmente fue bailarín. Había debutado como bailarín profesional en 1925 en el Teatro Maipo y posteriormente, en 1927, acompañó a Julio de Caro al Brasil, donde deslumbraba a los espectadores con el milagro de los firuletes dibujados al desplazarse ágilmente en una sinfonía de ‘cortes’, ‘sentadas’ y ‘lustradas’. Dos años después se convertiría en el primero en bailar tangos en el Teatro Colón. Más tarde lo incorpora la compañía revisteril de Manuel Romero y Bayón Herrera para actuar en Madrid y París. En su actividad como bailarín profesional enseñó a bailar nuestro tango, entre otras personalidades, a los príncipes Humberto de Saboya y Eduardo de Windsor.

Dos tangos en los que la letra y la música le pertenecen son autobiográficos. En “BAILARÍN COMPADRITO” describe sus habilidades de bailarín:  “Vestido como un dandy, / peinado a la gomina / …¡Que pa’ lucir tus cortes / pondrías Academia! / …floreaste tus cortes primero / en el viejo bailongo orillero / de Barracas al Sur! / ¡…y a lucir tu famosa corrida / te viniste al Maipú!

En “QUE ME QUITEN LO BAILAO” –el otro hermoso tema autobiográfico- expone toda su trayectoria de empedernido bohemio: “Mano abierta con los hombres, querendón con las mujeres / tengo dos pasiones bravas: el tapete y el champán, / berretín con la milonga, metejón con los placeres /…Pero yo no me arrepiento / de aquellos lindos momentos / …Fui magnate y vagabundo / y hoy lo sobro tanto al mundo / que le puedo dar changüí /  …Al llegar la última hora ¡que me quiten lo bailao!”

Güiraldes pertenecía a una de las familias adineradas de la Argentina de aquella época; para hacer un paralelismo y situar al lector, un estanciero en la Argentina de principios del siglo XX sería equiparable al magnate petrolero de hoy en día (salvando las distancias en cuanto las necesidades no son las mismas). Y como hacían la mayoría de sus congéneres nuestro personaje emprendió rumbo a Europa, a la Francia de las luces que por entonces era el faro que iluminaba el mundo.

Dejó de ser ‘Raucho’ como lo apodaban en la estancia de Areco por su peculiar fonética al nombrar el ‘carancho’, ave carroñera de la pampa (en Areco está el Museo Ricardo Güiraldes) para ser sencillamente Ricardo, nombre que llevaría un tango con la verbalización ‘bailáte’ como veremos luego, en homenaje a sus grandes condiciones de bailarín. Que se aunaban a su faceta de gran escritor: autor del gauchesco “Don Segundo Sombra”, escribió en 1911 en París sus famosos versos de “TANGO”  -poema que figura en “El cencerro de cristal”, Bs. As., 1915- que expresa: …”Mancha roja que se coagula en negro. / Tango fatal, soberbio y bruto. / Notas arrastradas, perezosamente, en un teclado gangoso. / Tango severo y triste. / Tango de amenaza. / Baile de amor y muerte”.

Posteriormente escribiría en Buenos Aires, en 1917, “RAUCHO” (páginas autobiográficas en las que el autor de este trabajo se inspiró para “LA MILONGA DE RAUCHO” aún inédita). En ‘Raucho’ el autor hace bailar un tango a un varón argentino en el salón Maxim’s en compañía de una francesita de la que comenta:  …Ella seguía, guiada por el brazo fuerte, el compás exótico y lánguido, ritmo de una raza extrañamente pausada”…; posteriormente la mademoiselle …”dijo, abandonando hacia atrás su nuca consistente: el tango eres tú”…

Uno de los tangos predilectos de Enrique Dumas en su discografía tanguera era “BAILATE UN TANGO, RICARDO”, del poeta Ulises Petit de Murat con música de Juan D’Arienzo, que se basa precisamente en la excelencia para bailar el tango de nuestro protagonista, en los distintos salones donde era admirado su baile de alta escuela: …”Ricardo Güiraldes baila, saliéndose de la vida…/ al bailar lleva dormida, como antaño a las mujeres, / a la muerte que murmura perdida en el entresueño, / ¡Bailate un tango, Ricardo”

CASIMIRO AÍN, apodado ‘el vasquito’ por la procedencia de su progenitor, viajó como bailarín a Francia con la orquesta de Vicente Loduca (1913). Viaja posteriormente a New York donde permanece 3 años hasta su regreso a Buenos Aires en 1916. Vuelve a París en la década del ’20 para actuar como bailarín en el cabaret «EL GARRÓN» junto a la orquesta de Manuel Pizzarro. Posteriormente bailó el tango «AVE MARÍA» (de Francisco y Juan Canaro) en el Vaticano, en presencia del Papa y altos dignatarios de la iglesia.

BIBLIOGRAFIA

“Tango y Canciones” (Cancionero Popular – nº 74 – Bs. As. – Diciembre de 1978)
“París y el tango argentino”, de Miguel Etchebarne (La Nación, 20 de Octubre de 1957)
“Cosas de negros”, de Vicente Rossi (Hachette, Bs. As., reedición de 1958)
“Raucho”, de Ricardo Güiraldes (Bs. As. 1917)
“CHE. Lunfardiadas”, de César J. Tamborini Duca (León, España, 2ª Edición, Julio de 2010)
“Tangocosas. 100 historias de tango”, de Julio César Onetti.
“Las mejores letras de tango”, de Héctor Angel Benedetti (Planeta, Bs.As., Abril de 2005)
“Carlos Gardel. Historia y Canciones” (ANT Ediciones Musicales, Bs.As., Septiembre de 1994)
“Diez nuevas voces de la poesía leonesa”: “Gardeliana” de Silvia Zayas  (Edilesa, León, 2007)

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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