Tangueando

Eduardo Arolas, evocado por distintos autores

Eduardo Arolas

Arolas nació en el Barrio porteño de Barracas en 1892. Fue una de las más descollantes figuras que tuvo el tango, y con su fueye desarrolló la técnica de los fraseos octavados de la mano derecha y de los pasajes terciados a dos manos. En 1911 comenzó a estudiar música con el maestro José Bombig y formó su primer conjunto, un trío en el que lo acompañaban Ernesto Ponzio con violín, y Leopoldo Thompson con guitarra; al poco tiempo integra otro trío con él en bandoneón, Tito Rocatagliatta en violín y Agustín Bardi al piano.

Su vida breve está tan impregnada de nuestra música popular que bien merece los comentarios que recibió su figura, de parte de numerosos escritores y estudiosos del tango que publico a continuación.

Eduardo Arolas evocado por José María Otero

-Fue creador del rezongo y del fraseo. Sus composiciones encierran una estructura definida y una línea melódica de verdadera inspiración. El bandoneón que pulsaba hablaba siempre, musicalmente, el idioma porteño, sin cosas raras (Julio de Caro)

-Cuando estrenábamos un tango me decía: “Mirá pibe, hacé esta armonía” Era una armonía fraseando, desconocida para la época (José Pécora)

-La ejecución de Arolas era brillante, enérgica. Tocaba el tango muy sencillo, sin variaciones, muy matizado y colorido. (Pedro Maffia)

-Vivía adelantado a su época. Él ha sido el creador del fraseo que se utiliza ahora (1954). El rezongo es creación personal suya. Ha sido tan creador que lo que hacemos hoy, él ya lo hacía en 1920. (Pedro Laurenz)

-Los fraseos octavados son inventos de él. Fue el más grande de su época y, sin darse cuenta, el que transformó el tango del 2×4 al 4×8. (Gabriel “Chula” Clausi)

-Tocaba de alma, ponía el corazón en los pliegues del fueye y no porque tuviera la digitación de un Marcucci. Ante Arolas yo tenía siempre la sospecha de que era poco instrumento para un corazón tan grande. (Enrique Delfino)

-Arolas no fue un virtuoso, ni un estilista del bandoneón, pero aportó, eso sí, los fundamentos primordiales de la ejecución del bandoneón en el tango: el fraseo octavado en la mano derecha, los dibujos en los bajos para rellenar los vacíos en el acompañamiento. Impuso Arolas el ligado de los sonidos, que es lo más difícil en la ejecución instrumental del tango. (Luis Adolfo Sierra)

-Arolas y Bardi, son sin duda alguna, los dos pilares del tango. (Osvaldo Pugliese)

-Si no hubiese existido Arolas, el tango sería distinto. Lo que hizo con el bandoneón y fundamentalmente la obra maravillosa que nos dejó hablan por sí solas. ¡Un genio!. (Aníbal Troilo).

De derecha a izquierda el primero es Eduardo Arolas, la segunda es Juana Ramírez, y el sexto Alfonso Fogaza. Pensión de Juana Ramírez. Calle Florida entre San José y Soriano. Año 1918 (aprox.). (Foto: Archivo personal Nelson Domínguez. Autor: S.d.) La de Juana Ramírez, “La maragata”, era una de las pensiones más importantes de Montevideo, donde el tango -y afines- estaba instalado puertas adentro.

Eduardo Arolas fue uno de los compositores argentinos más destacados de la historia del tango. Su creatividad fue sobresaliente, pero su vida privada estuvo marcada por episodios trágicos. En 1916 se radicó en Montevideo actuando en el Parque Hotel, bares y cabarets, formación en la cual participó también el violinista Julio De Caro. De esa época son algunos de sus famosos tangos, como “La Cachila”.

Comme il faut (Como debe ser)

Algunos de los grandes tangos que compuso Eduardo Arolas. La lista es tremenda: ¡y qué maravillas compuso!. Algo impresionante: Qué talento tendría para realizar temas como La trilla, Lágrimas, Comme il faut, Rawson, La cachila, El Marne, Place Pigall, Maipo, Suipacha (¡Qué arreglo de Mario Demarco para Pugliese!), Un lamento, Adiós Buenos Aires, Catamarca, Una noche de garufa, Retintín, Papas calientes, Fuegos artificiales (con Firpo), El chañar, La cabrera (¡Enorme registro de Pugliese!), La guitarrita (dedicada al guitarrista uruguayo Mario Pardo), y una larga ristra… ¡Cuando murió tenía apenas 32 años! Derecho viejo lo dedicó al centro de Estudiantes de Derecho.                                                                      

 por José M. Otero

Eduardo Arolas, “El tigre del bandoneón” (del programa radial “Mala Junta”)

El sábado pasado un oyente nos preguntaba si era cierto que a Eduardo Arolas lo habían asesinado unos proxenetas franceses. Esta fue una versión sostenida durante mucho tiempo por algunos personajes importantes de nuestro Tango. Sumado a ello, en 1951 Manuel Romero dirigió «Derecho Viejo», película donde Arolas moría en París, olvidado y pobre. En nuestra opinión, ambas hipótesis no son verdaderas. La verdad respecto de Arolas —insisto, para nosotros— es, quizás, no tan «novelesca» pero por cierto, no menos fatal.

Derecho viejo

Recordemos que Lorenzo Arola –su verdadero nombre– había nacido en Barracas en 1892. A los 20 años (1912), partió de gira por la provincia de Buenos Aires junto a los violinistas Ernesto Zambonini y Rafael Tuegols. De uno de los tantos prostíbulos donde actuaron, Arolas se trajo consigo a Lelia López, conocida como «La Chiquita». Esta mujer iba a ser crucial en la corta vida del genio. Convivieron alrededor de 7 años. Al principio, «La Chiquita» fue una verdadera musa inspiradora. Arolas le dedicó los bellos tangos «Lelia» y «Nariz». En ese fructífero período compositivo nacieron, entre otros, «Araca», «Derecho Viejo», «Catamarca», “La cachila”, “La guitarrita”, «Dinamita» y «Fuegos Artificiales», éste último junto con Roberto Firpo. No podemos dejar de mencionar “Anatomía”, un hermoso tango para piano.

Portada “Anatomía”

El romance terminó dramáticamente cuando Arolas descubrió que «La Chiquita» lo engañaba con su propio hermano mayor. Este percance de su vida dio origen a un tango cuyo dramatismo quedó impreso en el título: “Lágrimas”. Arolas nunca se recuperó de tamaño golpe. Por el contrario, esto recrudeció su marcada afición por la bebida y si bien el músico siempre lució una atildada figura, su salud –muy descuidada-se resquebrajó rápidamente. Este tango lo compuso en 1917 (según José Mª Otero, se lo dedicó a la madre del violinista Tito Roccatagliata).

Tango “Lágrimas”:   https://www.youtube.com/watch?v=FROUEZ8eL9M

Hacia 1922 y ya enfermo, Arolas partió a Francia por segunda vez. Se cree que dicho viaje se precipitó porque el músico habría protagonizado un accidente vial en donde un menor había resultado muerto. Arolas viajó a Europa con un nuevo amor, la francesa Alice Lesage, quien le inspiró el hermoso tango «Alice». Ya en París el breve romance terminó. A pesar de los muy buenos contratos artísticos, el triste final se acercaba. Además de los daños causados por el alcohol y el desamor, su salud se complicó por problemas respiratorios. Por consejo y pedido del bandoneonista Manuel Pizarro, el 13 de setiembre de 1924 Arolas ingresó al Hospital Bichat, donde a los pocos días falleció, a causa de tuberculosis pulmonar. Al morir, Arolas dejó una buena cantidad de francos franceses, un flamante automóvil francés marca «Amílcar y algunas amiguitas parisinas (foto). Tenía 32 años.

Eduardo Arolas y dos amiguitas francesas

Otilia Da Veiga, la Presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, recuerda al gran bandoneonista con el siguiente relato:

“Eduardo Arolas había nacido el 25 de febrero de 1892 en Barracas, cuando este barrio pertenecía todavía, al territorio fundacional que ocupó San Cristóbal. Hijo de un  matrimonio de inmigrantes franceses, su verdadero nombre fue Lorenzo Arolas, un muchacho que, como quien dice, se bebió la vida. Todo lo hizo rápido, acicateado tal vez por alguna fatal premonición. A su inventiva de ejecutante atribuyen los fraseos, los ligados, el rezongo, recursos impuestos por quien aprendiera a tocar de oído nada menos que el bandoneón, a los 14 años.

Era un morocho de tez aceitunada que usaba chambergo y lengue (complemento elegante para un tanguero de aquellos años) que trabajaba de día como dibujante y de noche solía tocar por los cafés. En 1909 ya tocaba por La Boca y su primer tango “Una noche de garufa” fue llevado al pentagrama por Canaro. Le siguieron un centenar de composiciones: “Suipacha”, “Derecho viejo”, “La Cachila”, entre las más recordadas. Formó un trío muy celebrado con Roberto Firpo al piano y Tito Rocatagliata al violín. Actuó junto a Agustín Bardi y Ernesto Ponzio; constituyó orquesta propia y en París formó otra con intérpretes franceses. Murió el 29 de septiembre de 1924 de tuberculosis pulmonar, como lo acredita su partida de defunción. Algún antiguo vecino del barrio memora que solía tocar el bandoneón en uno de los bares de la esquina de Independencia y Pasco, donde con el ya nombrado Firpo, estrenaron su creación “Fuegos artificiales”. Enfrente de ese café, existente en la actualidad, en la esquina noroeste había por entonces un almacén con palenque en la vereda”. (22-VI-20)

EL TIGRE DEL BANDONEÓN (evocado por César Tamborini, de distintas fuentes):

Edmundo Rivero nos cuenta sobre Arolas y el bandoneón:

Decía Rivero: “Yo salía sin la guitarra porque en aquellos tiempos había violas en todos los boliches y en casi todas las casas de criollos. Más difícil les deba haber resultado a los fueyeros como Vicente Greco o el mismo Osvaldo Fresedo que, también por los quince o dieciséis tenían las mismas ilusiones y andaban en las mismas escapadas, pero teniendo que cargar casi siempre la jaula. La guitarra tenía un prestigio que le daban los siglos y que al fueye todavía se le negaba. Hasta los propios bandoneonistas solían ser catalogados por su sola elección de instrumento, como en el caso del precursor Arolas cuyo prontuario policial dice: ‘Aspecto social: compadrito. Ocupación: empleado de un despachante de aduana’, con un agregado como de alarma: PERO TOCA EL BANDONEÓN”. (“Una luz de almacén (el lunfardo y yo)”, Edmundo Rivero, Emecé Editores, Buenos Aires, 1982, pág. 46).

“Eduardo Arolas, el “Tigre del bandoneón”, fue un músico muy talentoso que a los 14 años era conocido en todas partes. Había nacido en Francia en 18911 y le habían llevado de pequeño al Río de la Plata. Era macarra. Cafishio. Pese a ser francés tenía las características del cafishio criollo: llevaba únicamente botines de cabritilla y camisas con botones de nácar y encajes en las mangas. Era un psicópata que cuando no tocaba el bandoneón explotaba mujeres, las castigaba. Pero un día Arolas mató a un muchacho, lo atropelló con un coche en 1921 y fue preso. Tan pronto como salió, se fue a París donde robó a unas cuantas mujeres; a una de ellas la tuvo como pupila en un burdel de Montmartre, al margen de los tratantes… Un día, en 1924, lo mataron a golpes”. (Esta es la versión de Horacio Vázquez Rial en su libro “Las dos muertes de Gardel”. Ediciones B, Barcelona, 2001, pág. 210 a 213)

1Sin embargo Ricardo García Blaya afirmó, en “Todo Tango”, que Arolas era argentino, de padres franceses. Otros lo dan nacido en 1892.

EDUARDO AROLAS MURIÓ ASESINADO POR UNA PATOTA, EN PARÍS. Así lo quiere la leyenda del tango, con la debida aclaración de que la noticia de que había muerto de tuberculosis fue un ardid familiar para cubrir su mala vida parisina. Sin embargo, murió efectivamente de tuberculosis, en brazos del director de orquesta Manuel Pizarro (quien tramitara su internación en el Hôpital Bichat). Esto ocurrió el 29 de septiembre de 1924. La prueba irrefutable la constituye el boletín de fallecimiento, con membrete de la Administration Générale de L’ Assistance Publique à Paris, que concluye diciendo: Diagnostic: Tuberculose pulmonaire. Pero la mitología siguió creyendo en un enfrentamiento de patotas”. (Esta es la versión de Héctor Ángel Benedetti en “Las mejores anécdotas del Tango” Planeta, Buenos Aires, 2000, pág. 226 y 227).

Julio César Onetti decía que “El paso de Eduardo Lorenzo Arolas por el firmamento tanguero fue como el de una estrella fugaz. Su corta y accidentada existencia no le impidió dejar el imperecedero recuerdo de un compositor de honda inspiración y un intérprete de avanzada visión. “El Tigre del bandoneón” fue el inolvidable autor de Una noche de garufa”. Onetti nos cuenta de este modo el nacimiento de ese tango:

Una noche de garufa

“Corría el año 19112; Eduardo Arolas, precoz bandoneonista de apenas 17 años, lleva en su mente y en los pliegos de su fueye el primer tango que había entresacado de las teclas nacaradas. Luce atuendo compadre y llamativo; saco negro cortón y trencillado, pantalón a bastones con franja, sombrero ancho que cubre la melena renegrida, corbata voladora y zapatos de prunela bordada. (…) Dirige sus pasos hacia el cruce de Suárez y Necochea.

En ‘La María’ hacía punta el Tano Genaro; en ‘Las Flores’ deslumbra Firpo; en ‘La Popular’ el alemán Berstein, [y en la otra esquina] el ‘Royal’: Francisco Canaro en el violín, Samuel Castriota en el piano y Vicente Loduca en el bandoneón. […] Después que el ‘Royal’ cerró sus puertas, el muchacho recién llegado se quedó con el trío y otra gente adicta en un mano a mano de copas y confidencias; y acunando su fueye les hizo escuchar su tango. –Qué macanudo pibe, tocálo otra vez ¿cómo se llama?- preguntó Pirincho; respondiendo Arolas con el recién imaginado título Una noche de garufa”. (“100 Historias de Tango”, pág. 20)

2Es en ese mismo año que comenzó a estudiar música con el maestro José Bombig, cuando formó su primer conjunto con el guitarrista Leopoldo Thompson y el violín de Ernesto Ponzio; al poco tiempo integra otro trío con él en bandoneón, Tito Rocatagliatta en violín y Agustín Bardi al piano.

También da su versión acerca de “Una Noche de GARUFA” el Académico de número don Edgardo Cascante: “El tango «Una noche de garufa» de Eduardo Arolas fue estrenado en 1909 solamente como pieza instrumental y,según el testimonio de Enrique Cadícamo en «Bajo el signo del tango», aquel evento pudo haber ocurrido en la fonda La Buseca de Avellaneda o en el café Cavour sito en la calle Salvadores en Barracas, (pues en la misma época Arolas alternaba actuando en ambos sitios). Según Cadícamo, aquel tango impulsó definitivamente al bandoneón como instrumento en los conjuntos de tango. Alcanza con observar la ilustración de la portada de la partitura para entender el concepto del título: un grupo de muchachos trasnochadores que salieron de parranda”.

Antes de concluir con sendas evocaciones de Francisco García Jiménez y de Enrique Cadícamo, leamos  estas interesantes opiniones escritas en “Todo Tango”.

Ricardo García Blaya dice que “El caso de Arolas es una excepción, su extraordinario talento como compositor, lo colocan un peldaño arriba del resto, lo que constituye un mérito aún mayor si tomamos en cuenta que en su generación surgieron los más grandes creadores de tango. Baste recordar a músicos de la talla de Agustín Bardi, Vicente Greco, Arturo De Bassi, Juan Carlos Cobián, Roberto Firpo, entre tantos otros”. Y agrega “Dueño de una creatividad melódica increíble, irrumpe en la actividad musical como modesto ejecutante de la guitarra su primer instrumento, de la mano de su amigo Ricardo González, ‘Muchila’. Pero será el bandoneón el responsable  de su consagración y el fiel testigo de su genio y de su vida atormentada. Unos pocos años le fueron suficientes para componer más de cien obras de excelente calidad, en las que hace gala de una estructura moderna y compleja, llena de posibilidades para los arreglos y variaciones”

Más adelante afirma que “Su primer tema, Una Noche de Garufa (1909) fue concebida intuitivamente, ‘de oreja’, repetida de memoria, ya que no sabía solfeo y menos escribir en un pentagrama. Fue Francisco Canaro el primero que lo ayudó a perpetuarla, haciendo la partitura del violín, luego Carlos Hernani Macchi escribió la parte correspondiente al piano. En este primer período que culmina en 1912, compuso varios tangos entre los que se destacan “Naríz” y “El rey de los bordoneos”, éste último en homenaje al guitarrista Graciano de Leone”

“En 1920 se embarca a Francia y al poco tiempo regresa a Buenos Aires que lo verá por última vez. De vuelta en París, enfermo y alcohólico, muere el 29 de septiembre de 1924, dejando su última obra, la única escrita en Francia: Place Pigall”.

Francisco García Jiménez realiza una evocación de algunos aspectos de la vida de este “tigre” del bandoneón en su libro “Estampas de tango”. Así, rememora en boca de Rafael Tuegols –que era el primer violín del quinteto de Arolas y su más íntimo amigo- cómo nació el nombre “La cachila” para el famoso tango. No escapa a la brillante pluma de García Jiménez el aspecto turbio de ciertos sectores de la sociedad porteña de entonces –principios del siglo XX- donde por un lado los “macarras” (“maquereaux”) franceses y por el otro los nativos “canfinfleros”, se disputaban el control de las esclavas blancas europeas que pululaban en los “quecos” o “quilombos” bonaerenses. Los “macarras” decidían imponer su negocio con el peso del plomo de las balas, mientras los canfinfleros todavía creían en el machismo que el “duelo criollo” establecía con la punta del facón.

El Marne

Es en esa época que Arolas emprende su primer viaje a Francia, donde permanece dos años (1921 a 1923). Pero al año siguiente, 1924, regresó a Montmartre para inaugurar las madrugadas danzantes del cabaret “Parisien”. También fueron privilegiados testigos de la magia de su “fueye” los noctámbulos del café “La niche” de la plaza “des Abbesses” y también en el salón de “L’Hermitage”. En Montmartre, escribió “El Marne” conmemorando la famosa batalla de septiembre de 1914, cuando a los alemanes solo les resta cruzar el río para quedar prácticamente a las puertas de París, rindiendo así homenaje a esa acción gloriosa.

Pero latía en él la llama de los canfinfleros porteños que hizo explotar el cóctel conformado por la ginebra y la pasión, para que posteriormente Enrique Cadícamo expusiera en “La luna del bajo fondo” a modo de epitafio: “En esta cayeja sola, / y amasijao por sorpresa, / fue que cayó Eduardo Arolas / por robarse una francesa”.

¿Cuál será, entonces, la realidad de su muerte? Siempre hay alguna incógnita, como quién fue la persona que tuvo la feliz idea de convencerlo para que en lugar de la guitarra tocara el bandoneón (tengo entendido que fue “El Pibe Ernesto” (E. Ponzio)

Recopilación por César J. Tamborini Duca

Podemos escuchar “Adiós Arolas”  (“Se llamaba Eduardo Arolas”) por Ángel Vargas con la orquesta de Eduardo del Piano:

En la versión de este tango cuya letra pertenece a Enrique Cadícamo y la música a Ángel D’Agostino, Ángel Vargas omite la penúltima estrofa que dice:

“Aquella noche en Montmartre / estaba en copas, de fiesta, / y vos oyendo tu orquesta / pensando pararte”. Y repite la estrofa anterior a ésta.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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