Tangueando

Edmundo Rivero (II)

En el mes de septiembre de 2019 tuve ocasión de publicar aspectos relacionados con ese gran cantor popular que fue Edmundo Rivero en mi página https://pampeandoytangueando.com/tangueando/edmundo-rivero/entre los cuales figuraron  su biografía, por lo que no repetiré lo ya expuesto que, de todos modos, se puede acceder con el enlace que incorporé ahora.

Solo a modo de “index” mencionaré algunos de los títulos tratados, aparte de su biografía son los siguientes: Con Discépolo, Payadores, Anecdotario (que fue extenso), El lunfardo y el tango, En España, Sus grabaciones (con Los Cantores Del Valle, con Salgán, con Troilo), Otras grabaciones, Grabaciones en lunfardo, Un popurrí de grabaciones (entre las cuales las milongas de Borges musicalizadas por Piazzolla).

En esta ocasión les comentaré sobre la Milonga en Negro (de Higinio Cazón, musicalizada por Edmundo Rivero) y trataré a continuación aspectos relacionados con un tema cuya letra y música le pertenecen,  y es una de sus anécdotas más jugosas: “La toalla mojada”.

Con respecto a Milonga en Negro podemos leer una síntesis de un trabajo elaborado por Dulce María Dal Bosco para la Universidad Católica Argentina, titulado: Trayectorias líricas: del romancero español al tango argentino:

“Vemos en este tema la peculiar presencia de un romance español, “Boda de negros” de Francisco de Quevedo, en el repertorio poético del tango argentino. En efecto, dicho texto ingresa con ciertas transformaciones en el corpus poético del tango bajo el título “Milonga en negro”, de la mano del payador Higinio Cazón, y con arreglos y musicalización de Edmundo Rivero: aunando así el concepto de “poesía culta”, al de “poesía popular”.

Respecto a la genealogía quevedesca de su milonga, en un reportaje realizado por Roberto Selles, Rivero explica, refiriéndose a su familia: “…de ellos aprendí las primeras canciones que entoné. Por ejemplo, mi madre me enseñó “Milonga en negro”, escrita o recreada por el payador Higinio Cazón”. Rivero  atribuye la escritura o la recreación del romance a Higinio Cazón, payador argentino de raza negra.

Roberto Selles, le advierte que dicha milonga tiene un antecedente en la poesía de Quevedo, a lo cual él responde: “No sé si Cazón habrá leído a ese poeta del siglo de oro”. Lamentablemente, no tenemos registros de la versión que hizo circular Cazón. Lo cierto es que, de algún modo, el primigenio romance “Boda de negros”, fruto de una pluma culta, pasó a formar parte de la memoria colectiva. Al llegar a esta, renació en distintas versiones cuyo elemento en común es el breve relato del matrimonio concertado entre una pareja de negros, excusa para componer verdaderas “sinfonías en negro”

Milonga en negro    

                                                                                                           (recreada por el payador Higinio Cazón, y con arreglos y musicalización de Edmundo Rivero)

Allá en una negra casa, bajo un negro firmamento

Y donde en negro momento, una negra escena pasa,

Donde es negro el dueño ´e casa y negros sus habitantes

Pero negros muy galantes y de educación no escasa…

La negra doña Tomasa, que una negra hija tiene

Con otro negro pretende, su negra hija casar,

Resulta que el negro novio, todo con muy negra idea

Quiere que de negro sea la fiesta más singular…

Se van a una negra iglesia, de su negra religión

Donde con negro crespón, un negro fraile esperaba,

Negro un sacristán estaba, sentado en negro sillón

Y con negra devoción, un negro a Cristo besaba…

Negro es el novio y la novia, negro es el suegro y la suegra

Siendo la madrina negra, negro también el padrino,

Negros también sus vestidos y negra la concurrencia

Que con su negra presencia, olían a negro vino…

Se sientan en negra mesa, negros manteles tendieron

Y negros los brindis fueron, hechos con negra pereza,

Después de  negra tristeza, aquellos negros cantaron

Un negro tango bailaron dentro de una negra pieza…

Después de esta negra fiesta, los negros novios se fueron

A un negro cuarto subieron, negras sábanas tendieron,

Y a eso de la media noche cosa de negros hicieron…

La negra durmió en la cama… y el negro, durmió en el suelo…

En ese reportaje publicado en la Revista “Todo es Historia” en septiembre de 1987, Rivero le comentaba también a Roberto Selles: “…de mi padre aprendí ‘China hereje’, un vals de otro payador, Juan Pedro López. También a mi abuela le gustaba cantar. Recuerdo haberle oído varios tangos y milongas del siglo pasado. Aún no he olvidado aquellas viejas coplas: ‘Dicen que no caben dos / en la cocina / haremos la prueba / con Juan y Josefina’. O también ‘Por la Calle Larga / de la Recoleta / iban muchos negros / con tamaña jeta’. Y otras por el estilo”.

No podía faltar la referencia al lunfardo, y al decirle Selles “usted es el primer compositor que ha puesto música al soneto lunfardo” su respuesta fue: “Nadie lo hizo antes porque el soneto es breve y difícil de musicalizar, debido a sus tercetos. A mí me interesaron porque tanto esa forma poética como el vocabulario lunfardo son sintéticos, en pocas palabras pintan al mundo. Además, las acepciones lunfas embellecen la poesía” y menciona a los grandes poetas que escribiendo en nuestra jerga, él rescató para el cancionero; entre los que mencionó a “…Enrique Otero Pizarro, ya fallecido,  que firmaba como Lope de Boedo y escribió sonetos tan estupendos como éste que se titula Dos Ladrones:”

LA TOALLA MOJADA

El relato de este jocoso tema pude leerlo en tres sitios distintos: su libro “Una luz de almacén”; en “Hermano Tango” (colaboración que le enviara un amigo apodado “El Charrúa”); y en un reportaje realizado por Roberto Selles y publicado en la revista “Todo es Historia” en septiembre de 1987.

La toalla mojada

(Milonga. Letra y música Edmundo Rivero – 1969)   

Era un ambiente turbio de nocheras

Cerca de La Cañada

Había una milonga, el Chantecler

Alias “toalla mojada”…

Era un ambiente espeso de varones

Shacadores de minas y malandras,

Había un tayador y lo llamaban

Por nombre… Aldo Saravia.

No había escruche, ni “peca” ni  copera

Que no diera mancada,

Y a la Chichi Toyufa, la fajaba

Con su toalla mojada.

Por eso era famosa esa milonga

Por ese Aldo Saravia,

Tayador de la vida y de sus cosas

Por su pinta y su labia.

Nunca hubo shomería en sus acciones

Ni taquero que sacara tajada,

Cuando él incursionaba papelitos

Sin darse la fajada.

Por eso me gustaba la milonga

De la toalla mojada,

Porque estaba el ambiente que yo quiero

Y el macho Aldo Saravia…

… Que le fajó hasta el nombre al Chantecler

Con su toalla mojada…

Análisis semántico 

(tener en cuenta que hay palabras que, según el contexto, tienen distintas acepciones, como “fajar”)

Milonga: lugar donde se baila

Shacadores: ladrones

Minas: mujeres

Malandras: gente de mal vivir

Tayador (yeísmo  por “tallador”): que tiene ascendiente sobre otros; el arrogante, que “copa la parada” // copar la banca en el juego

Escruche: actividad del “escruchante”, ladrón que actúa violando entradas

Peca: estafa organizada, trampa en juegos de azar

Copera: mujer de cabaret, incita al cliente a beber. Significado similar tiene “chichí”

Mancada (mancar): fallar el golpe

Fajaba (de fajar): castigaba, golpeaba

Pinta: aspecto personal

Labia: facilidad para hablar, conversar

Shomería: mishiadura, pobreza

Taquero: comisario

Papelitos: los que contienen droga

Fajada (de fajarse): drogarse

Fajó: Con una cinta o “faja”, el nombre al Chantecler

Relato de “La Toalla Mojada” (del “Macho” Saravia)

Para ser precisos diremos que el protagonista de esta historia se llamaba Jorge Aldo Saravia y oficiaba de Maestro de Ceremonias en el cabaret “Chantecler” de la ciudad de Córdoba. También se lo conocía por el apelativo de “Gallito e’ lata” y era un personaje  único e irrepetible de la noche cordobesa. De día trabajaba en el ferrocarril del barrio de Alta Córdoba como oficinista. Era soltero y vivía con su madre. Pero por sobre todas las cosas, era mitómano; es decir que tenía la manía de relatar cosas que están sólo en su imaginación.

Contaba a quien lo quisiera oír que todas las “chichí” del cabaret estaban bajo su mando y si alguna le fallaba, la “fajaba” con una toalla mojada, cosa de no dejar marcas en el cuerpo.

Saravia afirmaba que la “blanca”, es decir la cocaína, “pasaba por sus manos y de ahí se distribuía”… según sus dichos. Cuando los reflectores lo iluminaban enfundado en su impecable esmoquin negro, moñito, relumbrantes zapatos de charol, jopo impecable con alta dosis de brillantina, revoleo de gemelos en los puños de la camisa, sonrisa sobradora y un ampuloso gesto con el micrófono en la mano, daba comienzo al show central de la noche que llegaba a su punto culminante cuando con una catarata de adjetivos presentaba a la figura tanguera de turno que engalanaba el espectáculo.

Todos sabían que “Gallito” fabulaba  pero “le seguían el tren” para divertirse un rato. En realidad no molestaba a nadie con su manía. Hasta que un día llegó Edmundo Rivero, y en esa ocasión vio que Aldo Saravia (el maestro de ceremonias) llevaba una valija con muchas toallas. Le preguntó para qué llevaba tantas, y Aldo Saravia le respondió que para pegarle a las minas que no le traían guita a la madrugada: las mojaba, las retorcía, les ponía sal y así les pegaba a las minas; con esta técnica no dejaba marcas que lo comprometieran si lo denunciaba alguna de las “chichí” del cabaret, que según él estaban bajo su protección.

Rivero vio en Saravia el personaje perfecto para protagonizar una historieta y la escribió; entonces la grabó en el sello Phillips. La obra se popularizó rápidamente entre los seguidores de Rivero y tuvo en su momento amplia difusión. Es que además de unos versos muy peculiares que caricaturizaban al personaje, Rivero lo adornó con una melodía muy pegadiza. Los amigos de la noche  de “Gallito” comenzaron a decirle que  el famoso cantor estaba ganando mucho dinero a costa suya y que él merecía una parte de esos dividendos. Y Saravia se lo creyó. El propio Rivero un día me lo contó en “El Viejo Almacén”:

“Parece que a Saravia lo “embalaron” para que yo le diese participación en las ganancias y una tarde recibí una carta con el reclamo…”. Don Edmundo no aclaró cómo zanjó la cuestión, pero sí dijo que le había causado gracia el pedido, fuera de toda lógica por supuesto. Lo extraordinario era presenciar el recital del mitológico cantor de la voz grave  cuando llegaba al “Chantecler” y cantaba “La Toalla Mojada” en presencia del mismo Aldo Saravia.

A los pocos años de lo que estoy relatando, “Gallito” se tomó el “Comte Rosso” de este mundo. Nunca supe de qué murió, pero la grey tanguera aplaudía fervorosamente a  Rivero cuando entonaba estos versos: “… por eso me gustaba esa milonga de la toalla mojada, porque estaba el ambiente que yo quiero y el “macho” Aldo Saravia, que le fajó hasta el nombre al “Chantecler”… con su toalla mojada…”. Toda una pintura de este hombre de la noche, inocente y fabulador.

Pero lo insólito era lo que Lionel (así lo llamaban al cantor sus allegados) contaba en los camarines: …”En una oportunidad me dijo Saravia que lo habían metido preso y que su detención se prolongó más de la cuenta en el Cabildo de la capital cordobesa, donde funcionaba la Jefatura de Policía y una tarde comenzaron a congregarse una gran cantidad de mujeres frente al establecimiento al grito pelado de …”¡que lo larguen a Saravia!…¡que lo larguen a Saravia!”… motivo por el cual, muy extrañado el Jefe de Policía mandó a llamar al susodicho preguntándole si él sabía quiénes eran esas damas; salió a los pocos días y Rivero le preguntó: “¿cómo es que lo largaron tan pronto, Saravia?” Éste respondió “Porque la calle frente a la Comisaría se llenaba de minas que pedían ¡Que lo sueltan a Saravia!, ¡que lo suelten a Saravia!”

“¿Tantas minas tiene?” le preguntó Rivero.

“No eran minas mías, eran parteras, Rivero; si yo estaba preso ellas se quedaban sin laburo y el Comisario tuvo que largarme”.

Fantástica y divertida milonga para escuchar. A continuación la explicación de “La toalla mojada” por el propio Rivero:

por César José Tamborini Duca

FUENTES: La mayoría de los datos son extraídos  de su libro autobiográfico “Una luz de Almacén”.

Otras fuentes: 

  • Roberto Selles, reportaje realizado en 1985 y publicado en la Revista “Todo es Historia” en septiembre de 1987;
  • Sergio Pujolartículo publicado en el diario “Página 12” en diciembre de 2016;
  • Dulce María Dal Bosco, de un trabajo elaborado para la Universidad Católica Argentina, titulado: Trayectorias líricas: del romancero español al tango argentino.
  • “Hermano Tango”, de una colaboración que le envió “El Charrúa” en mayo del 2011.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
Articles

2 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.