Tangueando

Con permiso, soy el tango (XXIII)

Gardel

Gardel

Con permiso, soy el tango

de la letra arrabalera

que lo bailan las diqueras

en algún bulín mistongo.

LA TERTULIA DEL TANGO (I). El Baile: “Así se baila el tango”.

Historia. El tango como danza comienza a surgir a mediados del siglo XIX en lo que se llamó las orillas o arrabal  de ciudades como Buenos Aires y Montevideo, es decir las zonas marginales habitadas por los sectores populares. José Gobello explica que luego de la caída de Rosas en 1852, en Buenos Aires las comunidades afroporteñas no pudieron continuar marchando con sus candombes por la calle, y al verse obligadas a realizarlo en sitios cerrados surgieron las “academias”, “peringundines”, “milongas” o “canguelas”. En esas condiciones el baile se transforma, fusionando las quebradas características del candombe, con la pareja enlazada del vals y la mazurca. Esta fusión de estilos de valses y mazurcas bailados por parejas entrelazadas y con cortes y quebradas sentaron las bases coreográficas de los 4 componentes del tango: pareja abrazada, caminata, corte y quebrada. Este tango arrabalero (por bailarse en las orillas o arrabales) que también se conocía como tango orillero, es lo que adquirió el nombre de “tango canyengue”. Al bailarse con un abrazo muy estrecho y con los cuerpos en contacto, su estilo resultaba provocativo y sensual, no siendo aceptado por las familias acomodadas social y económicamente.

La aceptación provino hacia finales de los años ’20 del siglo pasado luego que triunfara en Europa, pero con un nuevo estilo que lo hiciera menos transgresor de las “buenas costumbres” y si bien persistió el abrazo era con los cuerpos separados, y se eliminaron o por lo menos atenuaron las quebradas, dando lugar a lo que se conoce como “tango liso” o “tango de salón”. Simultáneamente apareció un tango protagonizado por bailarines profesionales que utilizan coreografías más espectaculares, motivo por el que se denominó “tango escenario” o “tango espectáculo” que no es muy aceptado por los bailarines de salón ni por los del canyengue.

El Cachafaz y Carmencita

El Cachafaz y Carmencita

Coreografía. Estamos entonces en condiciones de realizar una síntesis de la coreografía tanguera. Al tango se le llama “la música del 2×4” porque los primitivos –El entrerriano, El Porteñito- tenían esos compases, pero luego evolucionó hacia un compás de 4 tiempos, definiendo un 4×4 principalmente a partir de la década del ’40. De ahí que la caminata se realiza en 4 pasos; en este punto sobreviene una pausa o corte, donde se interrumpe la caminata para realizar alguna figura o firulete, constituyendo la quebrada, que no es otra cosa que un quiebre del eje que la pareja mantiene en la caminata. La quebrada deviene así en una figura de gran sensualidad con una coreografía libre: una lustrada, una sentada, un ocho u otro adorno para lucimiento de la pareja.

¿Y la “corrida”? Cuando un compás de 4 tiempos se une sin pausa con otro de 4 tiempos da lugar a un acelere en la música, en 8 tiempos: a la hora de bailar ese acelere se lo conoce como corrida, que no es otra cosa que continuar caminando sin cortar en el cuarto, es decir que no se hace la pausa en ese momento, sino que el corte se realiza en el octavo. Podemos resumir entonces en 4 partes diferenciadas lo que constituye el baile del tango:

*El abrazo de la pareja, que según sea estrecho o separado nos dan la primera pauta si será liso o canyengue, pero

Tito Lusiardo

Tito Lusiardo

en cualquier caso es la expresión de sensualidad y no de sexualidad.

*La caminata que consta de 4 pasos realizados en los 4 tiempos, pero si no existe la pausa o corte, deviene corrida para cerrar en el octavo tiempo.

*El corte que se produce en la pausa del cuarto tiempo.

*La quebrada, que son las figuras o firuletes realizados a partir del corte, filigranas que adquieren nombres propios como sentada, ocho, lustrada.

Veamos ahora el análisis de uno de los tangos que engloba el baile en su título:

ALBERTO CASTILLO ASI SE BAILA EL TANGO – YouTube

ASÍ SE BAILA EL TANGO

Letra : Marvil  (Elizardo Martínez Vila) – Música : Elías Randal  (Elías Rubistein)

 

Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas

Qué saben lo que es tango, qué saben de compás,

Aquí está la elegancia ¡Qué pinta, qué silueta!

¡Qué porte, qué arrogancia, qué clase pa´ bailar!

Así se corta el césped, mientras dibujo el “ocho”

Para estas filigranas yo soy como un pintor,

Ahora “una corrida”, “una vuelta”, “una sentada”,

¡Así se baila un tango, un tango de mi flor!

 

¡Así se baila el tango!

Sintiendo en la cara

La sangre que sube

A cada compás,

Mientras el brazo

Como una serpiente

Se enrosca en el talle

Que se va´ quebrar.

¡Así se baila el tango!

Mezclando el aliento

Cerrando los ojos

Para oír mejor,

Como los violines

Le dicen al fueye,

Por qué, desde esa noche

Malena no cantó.

 

¿Será mujer o junco, cuando hace una quebrada?

¿Tendrá resorte o cuerda, para mover los pies?

Lo cierto es que mi prenda, que mi “peor es nada”,

Bailando es una fiera que me hace enloquecer.

A veces me pregunto si no será mi sombra

Que siempre me persigue o un ser sin voluntad,

Pero es que ya ha nacido así, pa´ la milonga

Y como yo, se muere, se muere por bailar…

 

Análisis de la letra

Un bailarín de tango provoca a los pitucos, lamidos y shushetas sobre lo que él considera clase, elegancia, porte, arrogancia, silueta, considerando que la clase se demuestra en el baile, desmitificando así al pituco (fifí, petimetre) que viste con elegancia aparentando una clase superior de la que proviene; al lamido que con las mismas pretensiones las acentúa con su peinado a la gomina como si estuviese “lamido”; y al shusheta, que aún siendo de clase aristocrática no alcanza su clase (en el baile).

Menciona distintas quebradas, como si al dibujar el ocho simulara segar la hierba con sus pies, o realiza una sentada, una vuelta, una corrida: distintas filigranas en su demostración de un tango bailado con excelencia: como si dibujara o pintara los distintos pasos. Define el abrazo, la cercanía de los cuerpos con el contacto de sus rostros, tan cercanos que se mezcla el aliento. Y cerrando los ojos para escuchar mejor el chamuyo de los violines al bandoneón, contándole por qué Malena no cantó más desde la noche que… y aquí viene una historia que relataremos luego bajo el subtítulo “Palermo”.

Gardel y Lusiardo

Gardel y Lusiardo

Continuamos con su última estrofa, en la que define el papel de la mujer: compara a la mujer con un junco, por su flexibilidad al hacer una quebrada; con un resorte o un instrumento a cuerda, por la ligereza de sus pies; la asimila a una fiera al bailar, queriendo resaltar la fuerza, el vértigo que imprime “su peor es nada”, frase coloquial argentina para referirse al cónyuge (varón o mujer, aunque generalmente va dirigida a las damas).

Al preguntarse si no será su sombra (o un ser sin voluntad) se está admirando por la manera como lo sigue en el baile pero al mismo tiempo resalta implícitamente el manejo que él hace de la situación, su predominio; reconoce finalmente que, como él, ella nació para la milonga.

César J. Tamborini Duca. Charla-coloquio en “Café con amigos”, León (España) 26 de octubre de 2014

 

EL CORSO DE PALERMO

Palermo. Av. de las Palmeras

Palermo. Av. de las Palmeras

Qué interesantes pueden llegar a ser las miradas retrospectivas. Pero no es necesario alejarnos tanto en el tiempo como para llegar a la época del Restaurador, que mejoró la zona y nos regaló el hermoso paseo y nombre de “Avenida de las Palmeras” (hoy Av. Sarmiento), ni a la época en que sus calles sin adoquines reflejaban en el barro un duelo a cuchillo para el certero relato de Evaristo Carriego y posteriormente Borges. Nuestro relato (o mejor dicho, el del visitante francés) se remonta al Centenario, a 1910, cuando el arquitecto paisajista M. Thays por encargo del intendente municipal M. Güiraldes había embellecido la ciudad:

“En el parque de Palermo es donde todos los días se realiza el corso. Desde las cinco de la tarde, cuando comienza a declinar el ardor del sol, se ven automóviles de lujo, carruajes de soberbios troncos y coches de alquiler atravesar a toda velocidad la avenida Alvear con rumbo a la de Sarmiento. Mas no es al parque a donde se dirigen esos lujosos trenes. No se trata de respirar aire fresco, ni entregarse al deleite del paisaje recogido y solitario. Al contrario, en una avenida que tiene apenas cuatrocientos metros de largo, plantada de palmeras un poco mustias, pero que le prestan una gran distinción, se precipita el mundo elegante, en medio del vaho de petróleo y el estiércol de los caballos. Seis filas apretadas de vehículos marchan al paso rozando rueda con rueda. Cuando llegan al final de la avenida, vuelven y vuelven hasta la caída de la tarde. Las otras avenidas del parque permanecen desiertas y, sin embargo, ¡qué hermoso paseo puede darse bajo los sauces llorones de verde delicado, los ombúes, eucaliptos y álamos!

Todos los paseantes se conocen y se saludan ceremoniosamente. Sorprende al extranjero el silencio de aquella

Antigua Av. de las Palmeras

Antigua Av. de las Palmeras

multitud, su seriedad afectada, la grave inmovilidad de los rostros en contraste con la viveza extraordinaria de los ojos. Todos miran fijamente, con descaro inaudito. Evidentemente los hombres van ahí para mirar a las mujeres, y las mujeres para mirarse unas a otras. Las bellas ostentan su tocado más primoroso y sus últimas modas. Van a exhibirse y a curiosear. Cuando se cansan de dar vueltas, detienen el coche junto a las aceras y desde allí presencian el desfile. Algunas descienden y pasean a pie o se acomodan en los bancos, por pequeños grupos, cambiando saludos y sonrisas…

Es extraordinario el lujo de las mujeres y grande su hermosura. Caben preferencias por la ágil esbeltez natural de las americanas del norte, o por la gracia coqueta de las francesas, pero es difícil hallar caras más bonitas que las que se lucen en los coches de Palermo… Su gracia encantadora, la pasión contenida de sus gestos y, sobre todo, el fuego ardiente de aquellas fisonomías concentradas, despiertan ensueños voluptuosos en el corazón de los extranjeros que presencian el corso de Palermo… En el coche apenas se habla. Hay que darse prisa para examinar la fila de la izquierda y la fila de la derecha, y no resta tiempo para la conversación. Jamás se oye una risa ni una palabra alta…

El Corso en Palermo

El Corso en Palermo

Cae la tarde. Paulatinamente las filas de coches se ralean, se desvanecen. Abandonan la Av. Sarmiento y remontan la de Alvear. La luz de los lujosos automóviles nos dejan una última visión fugitiva de lindos rostros, de ojos enloquecedores. Ya es tiempo de charlar y reír porque no queda nada por mirar.  (“La Argentina”, de Jules Huret. Colección Austral, Buenos Aires, segunda edición, 23-VI-52, pág. 41 a 43).

La intrahistoria de la historia avanza 30 años hasta el inicio de la década de 1940. Recordemos el “chamuyo” de los violines al fueye, cuando le dicen que desde esa noche Malena no cantó.

María Elena Tortolero –o Malena de Toledo, como se hacía llamar artísticamente- actuaba en un espectáculo en Porto Alegre (Brasil) y entre su repertorio incluía tangos. En ese cafetín la escuchó Homero Manzi, cuando a finales de 1941 hizo escala de regreso desde Centroamérica; hecho que sirvió para despertar la nostalgia y estimular la creatividad del vate argentino, que escribió apresuradamente una poesía; aunque pensando tal vez en una musa lejana de la que estaba enamorado, Nelly Omar, la tituló Malena como homenaje a la cantante que le inspiró en ese momento. Manzi le dio la letra al pianista y compositor Lucio Demare, que la guardó en el bolsillo de su chaqueta ¡esa que usaba en pocas ocasiones! Pasó un tiempo y el músico estaba realizando su paseo en coche por Palermo, en esta ocasión con la chaqueta del caso y, al meter la mano en el bolsillo y sacar un papel quedó tan impactado con la poesía que leyó, que en breve tiempo le incorporó la música, y fue  estrenado en los carnavales de 1942 por Troilo y Fiorentino.

Av. Alvear

Av. Alvear

Dicen que cuando Malena se enteró que ese tango fue escrito por ella, le causó tal impresión que nunca volvió a cantar (lo impredecible de la psique humana); circunstancia conocida tan tempranamente como que lo menciona “Así se baila el tango” escrito en 1942. Las mujeres suelen tener una sensibilidad o una intuición mayor que los hombres, y cuando conté esta historia en una charla, una fémina de las presentes me espetó “¿no será que se enteró fue escrita para otra mujer, y eso provocó una reacción de enojo y por eso no cantó más?”

Pareciéndome lógica esta interpretación pedí opinión al amigo tanguero José María Otero, actualmente radicado en Madrid y que conoció a Malena al serle presentada por Alfredo Gobbi, tal como menciona en su libro “ABC del tango (Biografías de grandes figuras)”. Cuando Otero conoció a Malena ella ya no cantaba, era representante de artistas “tenía voz de faseadora (fumadora, de ‘faso’); lo que es seguro –me informa- es que ella no sabía que Manzi la había escuchado y escrito ese tango por ella”.

Pero nos queda flotando la duda en ese aspecto, sobre lo que menciona el tango que terminamos de analizar. Porque ¿no es posible que ella negara esa posibilidad para no asumir que no fue escrito para ella?

César J. Tamborini

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
Articles

2 Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.