Relatos y crítica literaria

THE WORLD PHONE (El teléfono Universal)

the world phone

the world phone

Soy reincidente, reiterativo con el tema del teléfono; cualquiera puede pensar que le tengo fobia (quizá no se equivoque). Pero no es eso, es indignación por el mal uso que se la da. Uno va a una oficina (pública o privada, da lo mismo) y después de larga espera cuando le toca el turno a uno que está impaciente por otros compromisos ¡záz! el teléfono. El empleado o el funcionario se olvidará que hay gente esperando y cuyo tiempo merece respeto. Se presentan tantas situaciones que no vale la pena enumerar pues todo el mundo tiene ojos para ver; excepto aquellos que van por la acera ensimismados con el dichoso aparatito sin prestar atención al entorno, con tal de fantasear con la pantalla táctil de su juguete.

Hoy me rebelé y no quise apartarme; iba caminando del lado de la pared, por mi derecha como marcan las normas sociales de urbanidad, y observo al individuo que viene en sentido contrario también arrimado a la pared; llevé el caso (o las cosas) al extremo: en esta ocasión no me apartaría.

El barbilargo (esto no va en desmedro de su persona) tendría unos 30 y pico de años y venía tan ensimismado jugueteando con sus dedos en el teclado que, solo a 20 o 30 cm de mi persona (me había detenido, “estaba plantado”) me percibió en primer lugar, luego levantó la vista y al verme me rodeó, siguiendo su camino abstraído en lo suyo …por supuesto sin disculparse pese a que yo abrí un poco los brazos extendidos en el típico gesto mudo de reproche: ¿qué hacés, pibe?

Debo confesarles que esta escena la soñé por la noche. Cuando abrí los ojos percibí que estaba en la cama de un hospital. Tenía todo el cuerpo dolorido, vendajes y varias escayolas; el infaltable botelloncito colgado en su soporte se prolongaba en una delgada manguera y  terminaba en una vena de mi antebrazo. ¡Por Dios! ¿qué había sucedido?

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Orestes Cantalaconga era un triunfador en la vida; tenía oficina propia en la “city”, su confortable piso en la arteria más importante del barrio, además de una casa en las afueras a la que acudía todos los fines de semana. Vivía rodeado de todos los elementos de confort entre los que no podían faltar 2 coches, uno para su esposa y otro para él. Siempre a la última en todos los detalles de la tecnología, en los últimos días adquirió lo que representaba el último grito de la moda de la industria automotriz: el coche que se

coche inteligente

coche inteligente

conduce solo. En su consola central una decena de botones le aseguraban que el aire acondicionado de su hogar estuviera encendido cuando él llegaba, que el pollo con patatas estuviera a punto en el horno, que el televisor se encontrara encendido con su programa favorito, y funciones propias  para el vehículo entre las que incluye la optimización de los flujos de tránsito (porque había un número muy elevado de vehículos interconectados), aparcamiento por control remoto, sistema automático de frenado para evitar colisiones… listado de cosas que le hacían sentirse satisfecho de su bienestar. Pero las cosas no son tan sencillas.

Él podía emocionarse conduciendo manualmente su coche o podía –presionando el botón correspondiente con la leyenda “AUTOMÁTICO”- dejar que el mismo lo llevara sin esfuerzo al sitio previamente programado a base de algoritmos. Y eso es lo que se propuso para poder desconectarse del mundo real con su teléfono de última generación, su World phone.

el coche fantastico

el coche fantastico

Anoche soñé un sueño

Después de un fuerte golpe en la cabeza mi conciencia se obnubiló, las tinieblas se enseñorearon de todo lo que me rodeaba. Permanecí largo rato en un estado semi estuporoso; un fuego interno quemaba mis entrañas y tenía los músculos doloridos, sin poder moverme, sintiendo el alocado galope del corazón en el pecho como si de un momento a otro fuera a estallar. Sentí luego un frío intenso y profusas sudoraciones corrían por mi cuerpo. Vi la horrorosa figura de la Parca con su siniestra guadaña; se acercaba lenta y amenazadora. Un alarido escapó de mi garganta, estéril como la desoladora inmensidad que me rodeaba. El golpe fue rápido y certero.

Una sensación de liviandad se apoderó de mí; escapé despavorido, pero mi cuerpo quedó ahí debajo; rondé a su alrededor durante horas y horas buscando penetrar en él infructuosamente. Comencé a alejarme, confundido y temeroso de lo que me esperaba, durante días de soledad etérea que me impacientaban con su monotonía. Viajero errante del cosmos clamaba a Dios ora solícito y ora enfurecido. Llegué a los confines del espacio y comprendí dónde me encontraba; una voz interior me lo hizo comprender, la misma voz que me orientaba para la búsqueda que emprendí en ese momento y me decía que en ese lugar, sólo los sentimientos me podían guiar.

Así fue como encontré a mis viejos, los vi de lejos, tomados del brazo como solían pasear por la plaza del pueblo. Se sorprendieron al verme y me rogaron que regresara, pero les contesté que había transcurrido mucho tiempo desde que mi corazón dejó de funcionar y mis restos mortales estarían putrefactos. “No –me dijeron- este sitio es la eternidad y lo que en la tierra pueden representar horas o días,  aquí son milésimas de segundo”.

quirófano y sus luces

quirófano y sus luces

Divisaba una tenue luz, tal vez a miles de kilómetros. Sorpresivamente la luz comenzó a acercarse, agrandarse en forma de círculo de varios focos, aumentar su intensidad. Figuras borrosas se movían a uno y otro lado, daban vueltas a mi alrededor en lo que parecía frenética danza. Luego fui yo, sin dominio de mi voluntad, quien comenzó a moverse, girar en círculos cada vez más y más aceleradamente. Todo era movimiento y vértigo. ¿Cómo podía experimentar el vértigo si no poseía un cuerpo, carecía de receptores propioceptivos? Sin embargo en ese momento, sentía todo el tremendo peso de la vida corpórea. Fue un lapso, tan breve, que bien pudo ser producto de mi imaginación. Luego todo desapareció nuevamente: luz, figuras borrosas y yo mismo, transportados a las penumbras de la inconsciencia.

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Mientras me estaban operando se produjo mi muerte clínica que, según uno de los médicos que me salvó la vida, duró breves momentos pues me reanimaron rápidamente. La reconstrucción posterior de los hechos de acuerdo al atestado policial y el informe pericial que obra en el juzgado, permitieron que me enterara sobre lo que había ocurrido. Orestes manipulaba su word-phone mientras el coche avanzaba en modalidad

localizar pokemon-go

localizar pokemon-go

AUTOMÁTICA en el momento en que yo iniciaba el cruce de peatones (esto es lo que yo recordaba, un automóvil como a 60 o 100 m a velocidad normal); de pronto Orestes –que en su alucinación creyó que yo era un pokemón (jueguito con el que pasaba horas), para eliminarme  pulsó el botón de velocidad máxima por lo que simultáneamente se desconectaba la conducción automática y los demás parámetros, tomó el volante en sus manos y los 500 H.P. de su motor lo catapultaron en un instante a 200 Km por hora; exultante exclamó: “uno menos, hoy ya llevo 3 pockemones atrapados”.

Él está en libertad bajo fianza, mientras yo inicio una lenta recuperación, quedándome la incógnita si SOÑÉ UN SUEÑO o ¡VIVÍ UN SUEÑO!

César José Tamborini Duca         (octubre 2016)

N. de la R. fue tan grave, tan emblemático este suceso para el coche del futuro relacionado con el teléfono mundial que una nota periodística hizo lugar a la declaración de Olaf Kastner, consejero delegado de BMW en China: “Si no se mejoran la seguridad del software y la gestión del big data, los consumidores no van a confiar en el producto”.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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