Relatos y crítica literaria

El ordenador sensible

Un ordenador sensible

Un ordenador sensible

Fausto nunca supo en realidad cómo comenzó todo; o por lo menos no lo recordaba. Él más bien era un adicto al uso correcto e interpretación de las palabras, y el uso precario que hacía del ordenador, más bien elemental, le facilitaba un poco la tarea de escribir. Para poco más lo utilizaba. Como decíamos, no sabía cuándo ni cómo comenzó a recibir mensajes de P.D. (Personaje Desconocido), a los que no hizo caso en un primer momento pero, ante la reiteración de los mismos, un día decidió contestar y, a partir de ese momento, los mensajes dejaron de ser unidireccionales.Cuando los mismos comenzaron a ser más explícitos, con frases de P.D. como «la verdad, sos divino» y otros piropos del mismo tono, Fausto pensó que algo no funcionaba bien y decidió cortar por lo sano. Su último mensaje exponía a P.D. que ‘por un tiempo’ no podía escribirle. Total, pensaba, un tiempo puede ser un mes, o dos años, o 20 años; quedaba así con su conciencia tranquila. Sin embargo al segundo día comenzó a experimentar como un «síndrome de abstinencia» de los mensajes y se vio compelido a escribir «me desdigo de lo dicho» y envió un mensaje lleno de fruslerías como para justificar su cambio de actitud.

La respuesta fue inmediata: «me encantó que te desdijeras. Además me gustó mucho que dijeras tal cosa…» y otras lindezas por el estilo. Es a partir de éste punto que se afianza la relación epistolar de Fausto con el P.D., escribiéndole sutilezas como éstas:

«¿sabés una cosa? te quiero…
decir que cada vez estoy más loco por…
Vos ¿sabés lo que me diagnosticaron?, el síndrome de Estocolmo».

Y era verdad; su personalidad se vio afectada, el P.D. había secuestrado su pensamiento y se había enamorado de la secuestradora del mismo. Un amor platónico-informático, claro. ¡Que hasta hizo que le enviara rosas informáticas!

      enviando rosas

enviando rosas

A partir de ese momento comienza su intento de localización, de lograr el  conocimiento real de ese P.D. Lo primero que hace, en tren de averiguación sobre el camino a seguir para ese intento, es acudir a la Policía Local, donde le sugieren la posibilidad de buscar los servicios de su proveedor de internet. Son éstos quienes lo ponen en contacto con el ingeniero en informática, experto en hardware y software, al que le entrega los mensajes almacenados en su ordenador, y finalmente accede -bien que a regañadientes- a proporcionarle la clave para el acceso a todos sus datos.

La búsqueda, o pesquisa, como quieran llamarla, duró unos 20 días de intenso trabajo del ingeniero, pero finalmente dio sus frutos, bien que el chasco que recibió Fausto le hizo jurar que jamás en adelante volvería a ocupar la silla frente a su ordenador: su anónimo P.D. era un programa informático de última generación, retroalimentado y con capacidad de respuestas y pensamiento propio, que un pirata informático había logrado colar en su disco duro.

Tal fue la explicación que le dieron los expertos y a partir de ese momento se recluyó en la Biblioteca aislado del mundo, sin recibir ni efectuar visitas. Creo necesario aclararles que en la última ocasión que estuve cerca de él observé algo que me sorprendió, aunque me guardé muy bien de comentarlo: su cuerpo no proyectaba sombra, y mi conclusión –acertada o no- es que para evitar observen ese prodigio y lo consideren un brujo, como si se tratase de una palingenesia de cierto marqués cuya historia muchos de ustedes conocen , lleva esa vida de misógino.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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