Relatos y crítica literaria

El espejo mágico (cuento infantil)

En una época ya muy lejana de cuyos años no quiero acordarme para no descubrir la edad de mis hijas –que como buenas féminas tal vez no quieran se deduzca- escribí para leerles a ellas por las noches este cuentito. Hoy, pasados los años, deseo que mis nietitos lo escuchen por la noche, contado por sus papis. Pero también se los ofrezco a mis familiares y amigos para que lo cuenten, según el caso, a hijos o nietos pequeñitos, los reyes de la casa. A la niñez, que es lo más maravilloso de la vida, pues como decía una vieja canción: “Dichoso el tiempo aquél de la niñez maravillosa / el mundo era un Eden en donde el bien reinaba / y lleno de ilusión era feliz el corazón”

-Papito, papito, ¿qué me trajiste?- preguntaron al unísono Verónica y Andrea al verme llegar con un gran paquete.

-Es un espejo. Un espejo mágico- les respondí.

Las dos vinieron corriendo a mi encuentro con los brazos tendidos para que las levantara y besara. A continuación, con sus manitas de 3 años Verónica y año y medio Andrea, intentaron deshacer el envoltorio.

-No puedo, papá- dijo Verónica.

-Papá- acompañó Andrea recalcando las sílabas.

-Bueno, está bien, yo lo abriré. Acá está ¿ven?, es un bonito espejo. Mírense.

Una y otra daban vueltas alrededor del espejo, con coquetería.

-¡Qué lindo!- exclamó Verónica; -¿lo compraste para mí?

-Es para las dos. Es un espejo mágico. Por las noches, juntos los cuatro con mamá, nos miraremos al espejo y emprenderemos largos viajes a lugares de maravilla.

-¿Vamos a Villa Gesell?- me interrumpió Verónica. Yo reí de su ocurrencia.

-No hijita- le respondí; -a Villa Gesell iremos durante las vacaciones. En cambio, con este espejo, podremos viajar todas las noches, antes de dormirnos, a lugares inesperados, de ensueño.

-Yo quiero ir- dijo Verónica.

-Nena, nena- decía Andrea señalándose la pancita con ambas manos.

-Ahora vamos a cenar, y después de la cena viajaremos.

*     *     *

-Ya estamos preparados, no necesitamos valijas. Mamá se sienta allá, papá acá, y ustedes dos, una de cada lado de mamá y papá. Todos frente al espejo. ¿Ya está?

-Sí papito- respondió Verónica.

-Bueno, cuando yo descubra el espejo, nos miraremos en él todos juntos y entonces lo atravesaremos como si fuese una puerta al universo y podremos dirigirnos en muchísimas direcciones, un poco a la izquierda, más al centro, o a la derecha, más arriba o más abajo.

Según la dirección que tomemos, llegaremos al país de hermosos pájaros cantores, de plumaje multicolor y sedoso, que construyen sus nidos en árboles bajitos porque nadie los molesta. Si llegamos antes de la medianoche tendremos oportunidad de escuchar la orquesta más maravillosa que puedan imaginar, componiendo dulces melodías con trinos armoniosos y suaves en un principio, para luego, sin perder el encanto de la armonía, llegar a las notas más estridentes de la escala en un crescendo vigoroso que nos emocionará; llegado a este punto, paulatinamente se irán suavizando las notas hasta lograr los acordes iniciales. Todo será seguido con atención por los pajaritos-espectadores los que, en determinado momento, se sumarán al conjunto como si fuesen el coro de la orquesta. Cuando termine el concierto, todos los pájaros irán ordenadamente a sus niditos y nosotros deberemos emprender el regreso a casita para no molestar su sueño. Es mejor si nos quitamos los zapatitos para no hacer ruido al caminar.

Si en cambio tomamos esta otra dirección, nuestros pasos nos llevarán al paraíso de las flores.

-¿Hay muchas florcitas?- me interrumpió Verónica.

-…cita, …cita- dijo encantadoramente Andrea.

-Muchas y hermosas flores; sus pétalos enormes, mojados con lágrimas de risa, forman arcos-iris que se extienden de unas flores a otras, constituyendo senderos transitados por incansables picaflores. Sus tallos, finos y flexibles, se mecen acompasadamente por efecto de una suave brisa. Si las observamos en conjunto, veremos el ballet más fantástico que ojo alguno pueda imaginar. Al finalizar este ballet, sacuden de sus pétalos las gotas-lágrimas-de-risa y desaparecen los senderos de arcos-iris; pliegan sus pétalos y se cubren con los sépalos del cáliz. Cuando inclinan sus cabecitas, es porque están dormidas y debemos regresar, en puntas de pie para no despertarlas. ¿Les gustan estos viajes?

-Sí, ¿adónde vamos ahora? ¡Qué lindo espejo!

-Ahora emprenderemos viaje a un mundo de fantasía. Como tenemos que recorrer un largo camino, preparé estas cometas de papel, una para cada uno. Agárrense fuerte porque son muy veloces y vuelan muy alto. El espejo ya está bien ubicado. Cuando mamá  apague la luz lo atravesaremos con nuestras cometas. Ya está, Presten atención con qué facilidad nos deslizamos, y qué andar suave.  Estamos atravesando las nubes, ¿ven? ¡parecen capullos de algodón! Miren cómo se prenden y apagan las lucecitas del cielo, las estrellas. ¡Y qué grande se ve la luna! Allá a lo lejos, en la línea del horizonte, ese resplandor rojizo es del sol. Es el sol nocturno, del animado mundo de la noche de los duendes y las hadas que les permite ver en la oscuridad; como vemos nosotros ahora, gracias al espejo mágico que inundó de luciérnagas nuestro sendero.

¿Ven esa enorme montaña a nuestra derecha? Desde aquí parece un enorme cucurucho de chocolate, con crema en la punta. Vamos a acercarnos. Ahora alcanzamos a divisar una casita blanca de tejas rojas. Ese humo que sale por la chimenea nos indica que sus moradores están despiertos. Se ve luz a través de las ventanas. Miremos. ¡Oh, qué sorpresa más agradable! ¿Saben lo que estoy viendo?

-¿Qué?

-Muñecos, muchos muñecos. Muñecos de trapo rellenos de alpiste, aserrín y estopa; muñecos de madera con brillosas bisagras en sus articulaciones y zapatones de lana para evitar el tac-tac de sus pisadas resecas; muñecos de barro cocido; muñecos de porcelana; muñecos de paja. Miren sus vestidos qué cuidados, pues, aunque remendados algunos y lujosos los otros, todos denotan prolijidad. ¡Y qué colores! Si parecen vestidos con los arcos-iris formados por las gotas-lágrimas-de-risa del país de las flores. En este momento, están todos sentados, quietitos, a lo largo de una enorme mesa, con tazones humeantes. Por el aroma, debe ser una infusión muy rica; además, todos la beben de muy buena gana. Ahora se levantan todos al mismo tiempo, y se dirige cada uno a una puertita de ese enorme ropero.

¡Ellos también tienen cometas de papel! ¡Miren! ¡Cada uno saca su cometa del ropero! ¿A dónde irán? ¿Los seguimos con nuestras cometas?

-Sí, sí- contestaron Andrea y Verónica.

-Pues entonces, vamos detrás de ellos. ¡Cuántas cabriolas! ¡Cuántas marchas y contramarchas! Y ¡Cómo se divierten los muñecos con sus travesuras en el aire! Se enfrentan varios a toda velocidad y, cuando parecen próximos a chocar, se desvían unos hacia un lado, otros hacia otro, en todas direcciones, conformando hermosos fuegos de artificio. ¡Qué maravilla! Creo que ahora van a jugar a las escondidas. Sí, y se esconden detrás de las estrellas, pero las estrellas se corren y los dejan al descubierto. Entonces los muñecos las atan a sus cometas con hilos de luz, para mantenerlas fijas.

Esa estrella parece que se enojó, porque se aleja a toda velocidad; tan rápidamente, que en pocos segundos desaparece de nuestra vista. ¡Qué susto se llevó el muñeco que la mantenía atada! ¡Le faltó poco para caerse de la cometa! Menos mal que pudo deshacer a tiempo el hilo de luz. ¡Cómo se rieron los otros muñecos! Pero, por las dudas, todos desataron sus cometas y se alejaron, comentando entre ellos lo sucedido. Escuchen, uno de los más traviesos está preguntado a qué juegan ahora. ¡A la Ronda de San Miguel!, responden todos, como si estuviesen de acuerdo. ¡Qué ronda más extensa! Ocupan casi todo el cielo. Parece la Vía Láctea de los muñecos. ¡Cómo se divierten! Después de tanto corretear, se los ve un poco cansados. ¿Qué hacen ahora? ¡Ah! ¡Están cantando el arrorró a los muñecos más pequeños! ¡Óiganlos!: Arrorró mis niñas / arrorró mi sol / arrorró tesoros / de mi corazón.

Chist, mamá, no prendas la luz. Las nenas se durmieron.

Este cuento fue finalista en un concurso organizado por una radio de Argentina, en la cual fue leído. Hace muuuuuchos años.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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