Relatos y crítica literaria

Della Valle, “el pintor de La Pampa”

PAMPEANDO Y   TANGUEANDO. Director-editor: César J. Tamborini

Della Valle, “el pintor de La Pampa”(Relatos y crítica literaria) Nº 28 (Julio del 2020)

  1. DELLA VALLE, “El pintor de La Pampa”  (por César J. Tamborini)                                     

Ángel Della Valle nació en Buenos Aires el 10 de octubre de 1855 en la calle Luján (hoy Giuffra 334) del Barrio de San Telmo, cuando desde la Revolución del 11 de septiembre de 1852 el país estaba dividido en dos: por un lado la Confederación Argentina con capital en Paraná, presidida por Urquiza; y por el otro la provincia de Buenos Aires.

Los padres eran italianos, y al nacer le pusieron por nombre Ángel Domingo Juan del Sagrado Corazón de Jesús Della Valle. Su padre había construido edificios en Buenos Aires por encargo de don Juan Manuel de Rosas.

Fue un pintor argentino de la generación del ’80, representante del realismo pictórico, como Eduardo Sívori, Augusto Ballerini, Ernesto de la Cárcova, Francisco Cafferata y otros pintores de su época.  En esa época en Buenos Aires no existían Academias de pintura, sólo maestros que enseñaban de manera particular las técnicas de ese arte, por lo que en 1875 a la edad de 20 años viajó a Italia para instalarse en Florencia, donde estudió la técnica al óleo con el maestro Antonio Ciseri.

En 1883 volvió a la Argentina para instalar su taller en casa de sus padres y se integró al núcleo de artistas de su generación que ya habíamos nombrado. Junto a Ernesto de la Cárcova y Augusto Ballerini, integró el grupo fundador de La Colmena, institución que organizó exposiciones en Buenos Aires. Entre otros retratos destacados de Della Valle figura el del oftalmólogo Pedro Lagleyze, un amigo de la infancia cuya intervención facilitó retratara al entonces presidente Julio A. Roca.

Pero su consagración sobrevino como retratista del gaucho, de los temas criollos que lo destacaron en la representación de todo lo asociado al campo argentino, entre los cuales puede mencionarse en primerísimo lugar su obra “La vuelta del malón”, que exhibió con gran éxito en 1892 y que fue expuesta en el Pabellón Argentino de la Exposición Internacional de Chicago (Estados Unidos); hoy se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes.  Otro que se puede apreciar es “Incendio en la Pampa” (caballos asustados huyendo del fuego),

Al regresar a Buenos Aires se dedicó a la enseñanza, debiendo destacarse el esfuerzo realizado para promover el arte en  el país dedicándose a la formación, como maestro, de jóvenes artistas. Murió en Buenos Aires el 16 de Julio de 1903, con 47 años, mientras estaba dictando clase a sus alumnos en su taller.

Entre sus obras más destacadas podemos mencionar “Caballos de San Marcos” (1881), “Tren de La Pampa” (1888), “Anochecer en la laguna” (1889), “La diosa del amor” (1890), “Estación de Lomas de Zamora” (1893), “Corrida de sortija” (1893), “Al borde del monte” (1895), “Incendio en La Pampa” (1900), “Apartando” (1900), “El juego del pato” (1892) y la ya mencionada de 1892 “La vuelta del Malón”. Otras obras dignas de mención, “Patrulla en la Pampa”, “Boleando avestruces”, “Enlazando”, “Paisanos a Caballo”, “Una carga de granaderos”.

El 22 de octubre de 1894 Fray Mocho le escribe a su amigo Vedia, relatando en su carta el encuentro con otro amigo mientras caminaba en los malecones del puerto Madero. Si bien ya hablamos del pintor de La Pampa en la categoría “pampeando, nº 8”: https://pampeandoytangueando.com/pampeando/el-arte-en-el-bicentenario-el-pintor-de-la-pampa/ me complace hoy ampliarlo con lo que  le relata José S. Álvarez a su amigo      ………………………………………………………………………………………………………….…………………………..      

-¿Cómo le va?… ¡Vaya, y cuánto me alegro de encontrarlo! Venga, vamos al estudio de Della Valle… ¡verá qué telas tiene escondidas!

-¿No le parece muy tarde?

-¡No, hombre, qué me ha de parecer!… ¡Es aquí cerquita no más, en la calle de Luján!

Y como yo también soy amigo de músicas y de pinturas y como el talento de Della Valle, a quien reputo el mejor de todos los pintores criollos que hay hoy en Buenos Aires, me seduce, allá nos fuimos.

Vive el maestro al lado de su taller, lo que equivale a decir que trabaja todo el día, no dando al ocio sino el tiempo estrictamente necesario para reponerse del cansancio físico. Las paredes del taller, por sí solas, atestiguarían su laboriosidad, si no la atestiguaran también los salones porteños, donde es raro no encontrar alguna joya hija de su pincel inimitable.

EL JUEGO DEL PATO

Della Valle es el pintor de la pampa y de las cosas de nuestra tierra, y de su paleta brota la llanura con sus encantos incomprensibles para el que no nació en ella, con una verdad tal, con un colorido tan exacto, que sus telas puede decirse que son vivas. En ellas se puede estudiar, como en la naturaleza, el indio, el gaucho, el rancho, los caballos criollos, tan llenos de peculiaridades, los perros de toldería o de estancia, cada uno con su carácter propio, los bañados interminables y monótonos de donde nace débil e ignorado un arroyito que parece morirá a la otra cuadra y que, sin embargo, retorciéndose con pereza, atraviesa centenares de leguas de un tirón.

Estos arroyos de la pampa argentina, modestos, sin apariencia, pero de tanto aguante, son la mejor representación de nuestro carácter nacional y parece que Della Valle, dado el cariño con que los trata, el estudio prolijo que ha hecho de ellos, lo hubiese comprendido así.

En su vasto taller no se ven sino cosas de nuestra tierra, estudios argentinos, pensados y sentidos por un pintor con alma de patriota, que ve y comprende aquello que han visto y comprenden los que como él nacieron en la pampa inmensa y grandiosa, que tiene todos los tonos imaginables y los matices más caprichosos y más armónicos, pero que no los revela sino a aquellos que saben mirarla.

Su último cuadro  -La vuelta del malón-  es una página de la historia íntima de nuestra patria, una verdadera fotografía de aquellas escenas sangrientas que aun contadas entristecen, un episodio de aquella lucha feroz entre la civilización y la barbarie en las orillas del Plata, que aún nadie ha contado.

La vuelta del malón

Aquellos indios musculosos, de fisonomías duras, como talladas a cuchillo en una raíz de caldén, son verdaderamente la de los señores del desierto, las de aquellos que con su lanza y sus boleadoras detuvieron durante medio siglo la civilización que avanzaba. Allá van en grupo sobre la pampa desolada, orillando un bañado, en busca del vado secreto que les permitirá llegar con su presa a la toldería lejana. Los caballos, desbocados, van con la crin al viento corriendo a su albedrío; el jinete lleva los ojos fijos en la parte del botín que le ha correspondido; uno lleva una mujer desmayada, otro un ornamento de iglesia, otro rebolea el incensario de plata labrada, ofrenda piadosa de alguna alma sencilla; otros cuidan el arreo de haciendas que hará la delicia de las chinas y de los viejos que quedaron en el aduar solitario.

¡Cuánta melancolía, cuánto sentimiento de tristeza hay en aquel cuadro de desolación! ¡Con cuánta pena se mira aquél fortín que queda ardiendo a la distancia, con cuánta amargura se piensa en el porvenir honroso de aquella cautiva que vuela sobre la pampa en brazos del capitanejo que la lleva como el mejor tesoro que pudiera haberle deparado la suerte! Esa gran tela de Della Valle tiene verdadero mérito y la señalamos a nuestros hombres de fortuna como una buena adquisición.

Otra tela que ya empieza a brotar de la paleta del maestro es Una carga de caballería, a la usanza antigua, en que trabaja en los ratos de ocio. Es otra página de historia que, como La vuelta del malón, dará relieve al nombre de Della Valle y será en las edades futuras un recuerdo vivo de aquellas hazañas de Necochea o del bravo Olavarría.

El taller de Della Valle no tiene rincón que no contenga un cuadrito interesante, un estudio que se lleva los ojos por la soltura del dibujo, la exactitud de los detalles o la propiedad del colorido. Lástima que los retratos firmados por el distinguido pintor estén hoy de moda entre las personas de gusto, que lo asedian con sus pedidos, y que trabajos de esta naturaleza le quiten horas que tanto necesita el arte nacional.

En fin, querido Vedia, yo le doy estos apuntes puramente con el fin de hacer conocer esos talleres de pintores modestos que hay en Buenos Aires, y donde se encuentran joyas como La vuelta del malón, de Della Valle.”… (Fray Mocho, “Obras Completas”, Editorial Schapire, Buenos Aires, 1954, p. 91 a 93)

Malona

MALONA:   Convocado por MALBA (Avda. Figueroa Alcorta 3415) para celebrar el Bicentenario, Alberto Passolini hace una reinterpretación del cuadro “La vuelta del malón” en un intento de reivindicar el papel femenino en la historia argentina, exponiendo una tela de 260 x 450 cm titulada Malona! en la que se invierte el sexo de los personajes: es una india la que lleva en triunfo una cruz, mientras otra lleva cautivo a un joven blanco y rubio, lampiño. Son todas mujeres indias las que protagonizan el malón.

por César J. Tamborini Duca

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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