Aguafuertes hispano-argentinas

El hombre-perro

Lobizón¡Qué día de perros! dijo el ñato Carmona cubriéndose la cabeza del aguacero con un diario mientras esperaba el autobús. ¿Que quién es el ñato Carmona? Cómo ¿no lo conoce? ¿no? Mire, es un tipo peligroso, de armas tomar; cuchillero por afición desmedida a ciertas características suburbanas, el “feite” que lucía en su cara era una muestra cabal de intemperancia en sus diálogos de raigambre mistonga con el reaje, y da testimonio de pretéritos entreveros; era pendenciero de nacimiento, lo llevaba en la sangre como algunos lucen una corbata u otros arrastran las alpargatas. Pero –me dirá usted- ¿qué tiene que ver con el hombre-perro?

En honor a la verdad debo advertir que éste no es un animal; tampoco es una alegoría sobre un animal mitológico cual “lobizón” en noche de luna llena. Ni siquiera está rabioso, aunque muchos de ellos pueden destilar rabia por todos los poros de su piel dada la situación actual del mundo, con sus guerras, ataques terroristas, acciones de represalia (qué bonito eufemismo), rateros que se conforman con un mendrugo de pan y van a parar con sus huesos en la gayola; políticos, banqueros y (agreguen, agreguen nomás que hay pa’ toos, como dijo el andaluz), corruptos ladrones de guante blanco que no se conforman con un mendrugo de pan, ni con 20 ni con 100 millones de euros ¡Y no van a la cárcel!

Me estoy yendo por las ramas, volvamos al hombre-perro, que no tiene razón de ser, de existir, pero como el hábito hace al monje, la costumbre hace al hombre-perro. Porque las malas costumbres se adquieren enseguida y se propagan como la peste en la Edad Media. Usted llega a una esquina en Buenos Aires o en Milán o en otro sitio, da igual, ve que el conductor de un vehículo avanza con el semáforo en rojo y luego tendrá muchos imitadores. O la bocina en un atasco, siempre habrá un primer bocinazo que luego se multiplicará por cientos (no recuerdo si Cortázar lo menciona en su “En la Autopista del Sur).

hombres perro

Y todo tiene su conexión, porque verlo al ñato Carmona protegiéndose la cabeza con el diario “Crónica” mientras en la otra mano sostenía la bolsa con el ‘sánguche’ de milanesa, y mordía un billete de diez pesos con el que pensaba pagar el boleto de su viaje; que era algo innecesario pero que al ñato en su solipsismo le parecía una actitud procedente que le daba un cierto aire de honorabilidad, pues había visto al oficial de la “gayola” donde solía pernoctar –gratuitamente, claro- hacer lo mismo cuando sus dos manos se manifestaban insuficientes para… (lo que sea).

Como decía, verlo al ñato me trajo a la memoria los innúmeros hombres-perro que inundan el mundo: los que van conduciendo y muerden el ‘tiquet’ para pagar la estadía en el estacionamiento; los que muerden el ídem para pagar el peaje de la autopista. Los que muerden un bolígrafo mientras buscan algo en el bolsillo interior de su chaqueta (tal vez un papel donde escribir); el que muerde el papel con el número, mientras teclea en su teléfono celular; la que está en la cola para pagar en el supermercado, la bolsa del pan en una mano, el monedero en la otra y la Mastercard sostenida con sus dientes y labios.

[audio:Giuseppe el zapatero.mp3]

Menos mal que en compensación algunos desaparecieron (aunque éstos lo eran por necesidades laborales), portadores de una lesión que los dentistas llamábamos “diente de zapatero” o “diente de costurera”, incisivos con escotadura en su borde por el desgaste producido al sostener los clavos para las suelas en el primer caso, o los alfileres antes de hilvanar las segundas. Pero vislumbro que los hombres-perro seguirán existiendo, pese a la encubierta exhortacion de este pasquín.

About author
César José Tamborini Duca, pampeano-bonaerense que también firma como "Cronopio", es odontólogo de profesión y amante de la lectura y escritura. Esta última circunstancia y su emigración a España hace veinte años, le impulsaron a crear Pampeando y Tangueando y plasmar en él su cariño a la Patria lejana.
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