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Lo que relataré a continuación está relacionado con los años ’66, ’67, ’68 del siglo pasado (y decir “el siglo pasado” nos induce a pensar en tiempos viejos). Pero antes quiero pedirles a los puristas gardelianos que no tomen a mal estos rasgos de humorismo, porque éste no tiene por qué estar reñido con las grandes figuras, sean de la historia, del deporte, la ciencia, el tango…
En ese entonces estudiaba en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires. Como a las 5 de la tarde solíamos estar en la cocina de casa mi mamá (Doña Luisa para los que la conocieron en Buenos Aires, “Muñeca” para los coterráneos lonquimayenses) pedaleando sin parar en la “Mundlos”, confeccionando corpiños que realizaba en casa para una empresa textil; y el que esto escribe estudiando, o reescribiendo –pasando en limpio- las lecciones magistrales de los profesores que luego editaría el Centro de Estudiantes de Odontología a cargo de “Pascual”, a cambio de unos morlacos que recibía, y aunque eran pocos, me venían bien para adquirir algunos materiales que necesitaba para el estudio.
Estábamos en esos menesteres a veces tomando unos matecitos que me cebaba mi viejita y al mismo tiempo escuchábamos el programa dirigido por “la viuda de Gardel” en Radio Mitre. Para los no memoriosos les recuerdo que la cortina musical era inconfundible: el tango Silbando, interpretado por el dúo Troilo-Grela, maravillosa fusión de bandoneón y guitarra. El programa estaba dirigido por ese excelente poeta y difusor del tango, Julio Jorge Nelson, autor de la letra de Margarita Gauthier, y al que por hacer referencias continuas a que había conocido a Carlos Gardel se le adjudicó el pomposo mote de “su viuda”.
La anécdota risueña –que es muy breve e irónica- sobreviene a raíz de un relato, apócrifo indudablemente, pero que la muchachada contaba con visos de realidad: “Yo lo conocí a Gardel –manifestaba Julio Jorge Nelson-, estaba en la esquina de Corrientes y Maipú y en cuanto me vió se acercó a mí, y con su inconfundible voz arrabalera me dijo mientras apoyaba su pie en el cajón: pibe, lustrame bien los timbos que hay una buena propina para vos”.
N. de la R. Al margen de la ironía, al margen del humorismo de la nota realizada simplemente como una anécdota risueña, hay que resaltar que J. J. Nelson fue uno de los grandes valores del tango, propiciando y logrando su difusión en momentos difíciles para el género, cuando las editoras y las emisoras mostraban su preferencia por la música foránea.
En buen día me encuentro con que mi amigo César Tamborini Duca, de los pagos de Lonquimay, aunque largó la carrera, como buen Tamborini, en Pehuajó… avanza etapa a etapa, para llegar primero a la meta. Muy interesantes las dos notas, ésta que leemos en https://www.pampeandoytangueando.com y la que ha puesto con su enlace al pie de la misma, también inspiración suya pero que pertenece a una serie de notas y entrevistas que viene realizando César Tamborini en distintas secciones de http://www.argentinamundo.com. No por nada tiene su placa de tordo bien lustradita, como nos dice Gagliardi en un poema. Un abrazo
Ahora me doy cuenta que pasaron poco más de 10 años; un poco tarde ¿no? pero para ser agradecido, igual vale. Además va acompañado de un fuerte abrazo.